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domingo, 12 de agosto de 2007

juventud y neoliberalismo

Editorial
Juventud y neoliberalismo

El representante en México del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Arie Hoekman, informó en vísperas del Día Mundial de la Juventud -a celebrarse hoy- que cada año abandonan el país cerca de 225 mil de los jóvenes más preparados, con la esperanza de "conseguir en otros lugares buena educación, servicios de salud adecuados y empleos dignos". En añadidura, datos recientes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) revelan que un tercio de los desempleados del país son personas con estudios de nivel bachillerato o superior. Ambas cifras son más que desalentadoras, porque ponen en evidencia la falta de interés de los actuales gobiernos por contribuir al desarrollo personal y profesional de los sectores de la población más preparados. Al mismo tiempo, los datos constituyen un fiel reflejo de las consecuencias negativas de las políticas neoliberales sobre la juventud, uno de los sectores demográficos más vulnerables y que constituye, según señaló el funcionario, alrededor de 27 por ciento de la población mundial.

Desde su inicio, la actual administración manifestó un pretendido interés por la población juvenil del país. Durante su campaña, el actual titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, prometió ser el "presidente del empleo" y aseguró que los jóvenes serían una parte troncal de sus programas de gobierno. Sin embargo, es evidente una grave desatención gubernamental a la situación que enfrentan los jóvenes mexicanos. Las autoridades federales poco o nada han hecho para procurar la permanencia de los jóvenes y profesionistas en el país y darles alternativas de futuro atractivas. Por lo que puede verse, no hay, por parte del actual gobierno, intentos eficaces para "mejorar la cantidad y la calidad de las escuelas, atraer nuevas inversiones que produzcan empleos y vitalidad económica, y proveer de servicios de salud, incluidos los de salud sexual y reproductiva", acciones que, según afirma Hoekman, constituyen los principales retos de los gobiernos en materia de atención a la juventud.

A raíz del alto grado de desocupación que padecen los sectores más preparados de la población mexicana, la formación académica ha dejado de representar una alternativa que garantice posibilidades de empleo para los jóvenes. Según la Encuesta Nacional de Juventud 2005, sólo la mitad de la población de entre 12 y 24 años estudia, en parte por falta de interés y en parte por la carencia de cupo en instituciones educativas económicas y de calidad.

En tal contexto, no resulta sorprendente que decenas de miles de jóvenes -muchos de ellos profesionistas- consideren el abandono del país como una opción para mejorar sus expectativas de vida. Es evidente que las políticas públicas de corte neoliberal marginan a sectores de la población cuya participación política, profesional y académica es imprescindible para un proyecto de nación viable. En cambio, parece ser que al grupo gobernante sólo le interesa presentar al país como un proveedor de mano de obra barata, que pueda traducirse en remesas. Por otro lado, al cancelar las alternativas de desarrollo, crece el riesgo de que muchos jóvenes más se unan a las filas de la delincuencia y el crimen organizado.

En suma, es imprescindible preguntarse hacia dónde va el país cuando la juventud profesionista se ve cada vez más apremiada y con oportunidades constantemente reducidas. Es urgente que el gobierno federal reconsidere sus acciones y políticas en torno a la población juvenil, si es que quiere que la imagen que México proyecte al mundo no sea la de un país empeñado en expulsar a un sector valiosísimo de su población y en poner en riesgo su futuro.
La Jornada

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