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viernes, 4 de abril de 2008

BOSQUES: NOS ESTAMOS QUEDANDO SIN ELLOS

LEAN ESTA NOTA DE "El Universal", DE MÉXICO, FIRMADO POR EL GRAN PERIODISTA RICARDO ROCHA.




Detrás de la NoticiaRicardo Rocha 03 de abril de 2008

México chico

Con toda su grandeza histórica, heroica, cultural, pluriétnica y geográfica, este país se nos está reduciendo en proporciones aterradoras. Sin estridencias ni alarmismos, la actual generación pasará a la historia como la responsable de un encogimiento irreversible que nos marcará para siempre.
Y es que el dato es demoledor: México pierde al año un millón de hectáreas de bosques y selvas. La devastación ha sido tan irracional e infame que en tan sólo 70 años hemos arrasado con 95 de cada 100 hectáreas que teníamos de áreas boscosas y selváticas tropicales.
En pocas palabras, hemos perdido la inmensa mayoría de la cubierta vegetal original del país, debido a una deforestación que es desde hace décadas un negocio gigantesco para gobiernos, caciques y empresas rapaces. Baste decir que 50% de la madera que se comercializa en México es ilegal.
Personalmente he estado en dos ocasiones testimoniando esta voracidad en la sierra alta de Guerrero, donde los campesinos que se han atrevido a oponerse al ecocidio han sido también asesinados con todo y sus hijos o metidos a la cárcel, como Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera. Ahí, donde compañías como la canadiense Boyce Cascade y otras más talan indiscriminadamente con la complicidad de cacicazgos y jueces locales. Lo mismo ocurre en vastas zonas del país donde la ambición, el descuido y la ignorancia, pero sobre todo la negligencia cómplice y convenenciera de los gobiernos federal y estatales, están acabando con un patrimonio para la posteridad. Todo a causa de tres elementos nefastos: la tala inmoderada, una pobreza creciente y una falta absoluta de conciencia ecológica en la mayoría de los mexicanos.
Y es que, aunque usted no lo crea, la pérdida de nuestro territorio verde es de proporciones inauditas: cada año perdemos más de cinco veces el territorio del Distrito Federal; dos veces y media Tlaxcala; la suma de Aguascalientes y Colima y prácticamente todo Querétaro. Todavía más estremecedor: de seguir la tendencia, en sólo siete años estaremos perdiendo el equivalente a estados tan grandes como Jalisco: un creciente paisaje de cerros pelones y desiertos.
Pero todavía más increíble que esa monstruosa realidad es el hecho de que el achicamiento de nuestro territorio no es prioritario para el gobierno federal ni para los gobiernos de los estados o los municipales. A ver, ¿cuándo ha oído usted que esta sea una preocupación fundamental para alguno de ellos? Lo que hacen en cambio es minimizar las cifras como si así solucionaran la tragedia: “Son nomás unas 300 mil hectáreas las que perdemos por año”.
En paralelo y sólo para el maquillaje y la foto se han implementado planes ignorantes como la siembra alocada de 250 millones de árboles plantados en 2007, y de los cuales sobrevivirá si acaso 10%, lo que significa, entre otras cosas, 2 mil 500 millones de pesos tirados a la basura. Peor aún, en lo que ha sido una broma de muy mal gusto, fue nombrado responsable de detener el ecocidio de este país un ignorante poliédrico como Patricio Patrón Laviada, quien además —como documentó EL UNIVERSAL— fue un depredador de manglares cuando malgobernó Yucatán.
Y mientas tanto, siguen creciendo las manchas malignas de semidesiertos y otras arideces en donde ya no será posible sembrar nada. Donde además quebramos los ecosistemas que provocan la bendición de las lluvias. Donde también estamos asesinando la cuarta biodiversidad del planeta, de la cual perdemos cada día —sin exageración alguna— cientos de especies vegetales y animales de las 200 mil que todavía nos habitan.
Lo insólito es que este crimen de dimensiones gigantescas tampoco está en la agenda del Congreso, ni de ninguno de los partidos políticos o de nuestros líderes sociales. Menos aún de las grandes empresas. Y mientras gastamos miles de millones en nuestra cuestionada democracia y en salarios escandalosos de funcionarios, ministros, magistrados, senadores y diputados, el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM, por ejemplo, cuenta apenas con unos 6 millones de presupuesto cada año.
Por cierto, nos quedan sólo 50 años de un México cada vez más chico. Pero es ahora cuando quedaremos marcados como la generación del crimen sin castigo.
ddn_rocha@hotmail.com

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