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martes, 9 de junio de 2009

POESÍA SUECA: Erik Axel Karlfeldt (1864-1931)

artículo tomado de: http://pippintuk.spaces.live.com/Blog/cns!4E6BB0D632B45B23!230.entry


Erik Axel Karlfeldt (1864- 1931), de nacionalidad sueca, nació en Karlbo en la provincia de Dalekarlia, hijo de una familia de mineros.
Estudió en la Universidad de Uppsala y comenzó a ejercer la docencia en Djursholm y en una escuela para adultos. Trabajó para la Biblioteca Real en Estocolmo durante cinco años, y continuó ejerciendo como bibliotecario.
En 1904 fue nombrado miembro de la Academia Sueca, en 1905 fue elegido miembro del Instituto Nobel de la Academia, y en 1907 del Comité Nobel. Para entonces ya era universalmente reconocida su valía como poeta, razón por la que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1931.
En 1917 recibió el doctorado honoris causa por la Universidad de Uppsala.
Había comenzado a publicar poemas sueltos desde sus tiempos de estudiante y su primera colección de poemas Vildmarks-och kärleksvisor (Cantos de la soledad y del amor) vio la luz en 1895, a esta obra siguió Fridolins visor (La canción de Fridolin) en 1898, Fridolins lustgard (El Jardín del placer de Fridolin) en 1901, Flora och Pomona (Flora y Pomona, 1906) Flora och Bellona (Flora y Bellona) en 1918 y Hösthorn (Asta de otoño) en 1927.


Aqui os dejo el 1º poema que da comienzo al libro:
Los Antepasados
Sus nombres no se mencionan en anales
-vivieron en paz y en humildad-
pero sin embargo, diviso su procesión
extraviándose en lo más oscuro del tiempo.
Aquí, en la antigua tierra férrea
araron campos a lo largo del río
y lograron metal de la mina vecina.
No fueron esclavos de nadie ni sabían de registros,
eran reyes en su propio hogar
y se embriagaban los días festivos.
En la juventud de sus vidas besaban a las muchachas,
pero su prometida sólo era una.
Fueron fieles al rey, recelosos de Dios
y murieron en silencio, ablandados por los años.
¡Mis antepasados! En el tiempo del dolor y la tentación
vuestra memoria fue mi fortaleza.
Así como guardasteis y cuidasteis vuestro capital heredado,
sonreiré yo, conforme, a lo que me guarde el destino.
En momentos propicios de placer extremado
he pensado en vuestra batalla, en vuestro pan escaso y duro:
¿Quizá podía pedir más?
El río rápido me refresca, como un baño,
cuando me canso de enfrentarme contra la liviandad,
he aprendido a temer mi propio cuerpo
más que a la mezquindad del mundo y al propio Satanás.
Antepasados míos, os veo en mis sueños
y mi alma me duele y flaquea.
Me siento excluido de mi campo, como una hierba.
Por mi deseo, y a la fuerza, os he traicionado.
Y ahora busco ritmos en el verano y en el otoño,
otorgándoles el son juguetón de la canción:
nada, un trabajo más.
Pero si algún día retumbase en mi verso
el eco de la tormenta y el onduleo del mar,
un pensamiento fuerte y rápido,
si se oyera en él un trinar, se disipase un seto vejado,
susurrase algo del bosque profundo,
seríais vosotros, después de tantas generaciones,
hacha en mano, arrastrando del arado y del carro.


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