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lunes, 8 de junio de 2009

¿POR QUÉ ISRAEL NO SUBSISTIRÁ?/WHY WILL ISRAEL NOT SURVIVE?


Portada :: Palestina y Oriente Próximo :: Masacre en Gaza



Por qué Israel no subsistirá

Znet/Electronic Intifada

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


El despiadado bombardeo israelí de Gaza ha sido detenido – por ahora – pero el número de víctimas sigue aumentando al aparecer más cuerpos en vecindarios sometidos a bombardeados de saturación.

Lo que Israel perpetró en Gaza, a partir de las 11.30 de la mañana del 27 de diciembre de 2008, quedará para siempre grabado en la historia y la memoria. Tel al-Hawa, Hayy al-Zeitun, Khuzaa y otros sitios de masacres israelíes se sumarán a una larga lista lúgubre que incluye a Deir Yasin, Qibya, Kufr Qasim, Sabra and Chatila, Qana, y Jenín.

Una vez más, Israel demostró que posee el poderío y la ausencia de freno moral necesarios para cometer atrocidades contra una población de refugiados empobrecidos que ha enjaulado y hambreado.

La deshumanización y satanización de palestinos, árabes y musulmanes ha escalado hasta un punto en el que Israel pretende de modo soberbio su derecho moral a bombardear sus casas, lugares de culto, escuelas, universidades, fábricas, barcos de pesca, estaciones de policía – en breve todo lo que mantiene la vida civilizada y ordenada – y afirmar que realiza una guerra contra el terrorismo.

No obstante, es Israel como Estado sionista, no Palestina o el pueblo palestino, el que no puede subsistir a su intento de genocidio.

La “guerra” de Israel no tuvo que ver con cohetes – sirvieron el mismo papel en su narrativa como las armas inexistentes de destrucción masiva como pretexto para la invasión y ocupación dirigida por EE.UU. contra Iraq.

Los verdaderos objetivos de Israel fueron restaurar su “disuasión” fatalmente dañada después de su derrota de 2006 en el Líbano (traducción: su capacidad de masacrar y aterrorizar a poblaciones enteras para someterlas) y de destruir cualquiera resistencia palestina al control total israelí-judío sobre Palestina histórica desde el río Jordán al mar Mediterráneo.

Israel esperaba que si lograba eliminar o debilitar mortalmente a Hamás y a otras facciones de la resistencia, el camino quedaría libre para firmar un acuerdo de “paz” con el principal colaboracionista palestino, Mahmud Abbas, para que administrara a los palestinos por cuenta de Israel hasta que sean obligados a irse de una vez por todas.

Las dictaduras “moderadas” y las monarquías absolutas respaldadas por EE.UU. encabezadas por Egipto y Arabia Saudí apoyaron el plan israelí a la espera de que pudieran demostrar a su propio pueblo que la resistencia – contra Israel o contra sus propios regímenes en bancarrota – era fútil.

Para vencer, Israel tenía que quebrantar la resistencia palestina. Fracasó. Al contrario, galvanizó y unificó a los palestinos como nunca antes. Todas las facciones se unieron y combatieron heroicamente durante 23 días. Según fuentes bien informadas y creíbles, Israel hizo poco daño a la modesta pero determinada capacidad militar de la resistencia. De modo que Israel hizo lo que hace mejor: masacró a civiles en la esperanza que la población se volvería contra los que combaten al ocupante.

Israel no sólo unificó a las facciones de la resistencia en Gaza; su brutalidad cohesionó a todos los palestinos y árabes.

A menudo se afirma que los regímenes árabes avivan la cólera anti-israelí para distraer a sus poblaciones de sus propias debilidades. En realidad, Israel, EE.UU., y los regímenes árabes serviles lo probaron todo – especialmente satanizar a Irán e incitar tensiones sectarias entre musulmanes suníes y chiíes – para distraer a sus poblaciones de Palestina.

Todo esto fracasó cuando millones de personas en toda la región manifestaron su apoyo a la resistencia palestina, y los regímenes árabes que habían esperado beneficiarse de la matanza en Gaza han sido dejados al descubierto como socios de las atrocidades israelíes. En la estima popular, Hamás y otras facciones de la resistencia palestina conquistaron su sitio junto a Hezbolá como baluartes efectivos contra el colonialismo israelí y occidental.

Si alguna vez hubo un momento en el que los pueblos de la región aceptaron en su medio a Israel como Estado sionista, ha pasado para siempre.

Pero cualquiera que estudie la catástrofe en Gaza – la destrucción masiva, el número de muertos de más de 100 palestinos por cada israelí, las miles de heridas sádicas – seguramente concluirá que en el mejor de los casos es una falsa ilusión esperar que los palestinos no lleguen a vencer a Israel.

Es cierto que en cuanto a su capacidad de asesinar y destruir, Israel no tiene rival. Pero el problema de Israel no es, como insiste su propaganda, que el “terrorismo” sea derrotado mediante la aplicación suficiente de altos explosivos. Su problema es la legitimidad, o más bien una profunda e irreversible carencia de la misma. Israel simplemente no puede bombardear su camino a la legitimidad.

Israel fue fundado como “Estado judío” mediante la limpieza étnica de la mayoría no-judía de la población árabe de Palestina. Ha sido mantenido en existencia sólo gracias al apoyo occidental y al constante uso de la violencia para impedir que la población indígena superviviente ejerza derechos políticos dentro del país, o retorne del exilio forzado.

A pesar de esto, hoy en día un 50% de los que viven bajo el dominio israelí en Palestina histórica (Israel, Cisjordana y la Franja de Gaza) son palestinos, no judíos. Y su cantidad crece rápidamente. Como los nacionalistas en Irlanda del Norte o los no-blancos en Sudáfrica, los palestinos nunca reconocerán el “derecho” de una sociedad colonial de asentamientos a mantener un Estado etnocrático a su costa mediante la violencia, la represión y el racismo.

Durante años, el objetivo del así llamado proceso de paz fue normalizar a Israel como “Estado judío” y obtener la bendición de los palestinos para su propio desposeimiento y subyugación. Cuando esto fracasó, Israel probó la “desconexión” en Gaza – esencialmente una artimaña para convencer al resto del mundo de que los 1,5 millones de palestinos enjaulados allí ya no podían ser contados como parte de la población. En la definición israelí eran una “entidad hostil.”

En su tristemente célebre entrevista de mayo de 2004 con The Jerusalem Post, Arnon Soffer, uno de los arquitectos de la desconexión de 2005 explicó que ese enfoque “no garantiza la ‘paz’, garantiza un Estado judío sionista con una abrumadora mayoría de judíos.” Soffer predijo que en el futuro “cuando 2,5 millones de personas vivan en Gaza clausurada, va a ser una catástrofe humana. Esa gente se convertirá en más animales de lo que son actualmente, con la ayuda de un Islam fundamentalista insano. La presión en la frontera será terrible.”

Se mostró inequívoco sobre lo que tendría que hacer Israel para mantener ese status quo: “Si queremos seguir vivos, tendremos que matar y matar y matar. Todo el día, cada día.” Soffer esperaba que eventualmente los palestinos terminaran por ceder y partirían todos de Gaza.

Mediante su resistencia, determinación y sacrificio, los palestinos en Gaza han derrotado esa política y han reafirmado que son parte inseparable de Palestina, su pueblo, su historia y su futuro.

Israel no es la primera entidad colonial de asentamientos que se encuentra en esa posición. Cuando F.W. de Klerk, el último presidente del apartheid en Sudáfrica, llegó al poder en 1989, sus generales calcularon que sólo a través de la abrumadora fuerza militar a su disposición, podrían mantener al régimen en el poder por lo menos durante una década. Las víctimas, sin embargo, tendrían que llegar a cientos de miles, y Sudáfrica enfrentaría aún más aislamiento. Enfrentado a esa realidad, de Klerk tomó la decisión de iniciar un desmantelamiento ordenado del apartheid.

¿Qué elegirá Israel? A falta de alguna legitimidad política y moral los únicos argumentos que le quedan son balas y bombas. Si tiene que arreglárselas solo Israel ciertamente seguirá tratando – como lo ha hecho durante sesenta años – de masacrar palestinos para que se sometan. El logro de Israel ha sido hacer que los líderes de Sudáfrica del apartheid parezcan en comparación sabios, comedidos y humanos.

Pero lo que impidió que el gobierno supremacista blanco de Sudáfrica escalara su propia violencia a los niveles israelíes de crueldad y audacia no fue que haya tenido más escrúpulos que el régimen sionista. Fue el reconocimiento de que por sí solo no podría oponerse a un movimiento global contra el apartheid que se solidarizaba con la resistencia interna.

El “disuasivo militar” de Israel ha sido ahora repetidamente desacreditado como medio para obligar a los palestinos y a otros árabes a aceptar la supremacía sionista como inevitable y permanente. Ahora, el otro pilar del poder israelí – el apoyo y la complicidad occidentales – comienza a resquebrajarse. Tenemos que hacer todo lo posible por tumbarlo.

Israel comenzó sus masacres con el pleno apoyo de sus “amigos” occidentales. Luego sucedió algo sorprendente. A pesar de las declaraciones oficiales de apoyo, a pesar de la censura de los medios, a pesar de la astuta campaña de hasbará (propaganda) israelí, hubo una masiva movilización sin precedentes en Europa e incluso en Norteamérica expresando indignación y disgusto.

Gaza será probablemente vista como el momento decisivo en el que la propaganda israelí perdió el poder de mistificar, silenciar e intimidar que ha tenido durante tanto tiempo. Incluso el Holocausto nazi, utilizado durante tanto tiempo por los sionistas para silenciar a los críticos de Israel, se está convirtiendo en un inconveniente; ahora se escuchan rutinariamente comparaciones otrora inimaginables. Académicos judíos y palestinos se refirieron a Gaza como un “gigantesco campo de concentración.” El miembro del parlamento británico Gerald Kaufman, que fue un sionista incondicional, dijo a la Cámara de los Comunes: “Mi abuela estaba enferma en cama cuando los nazis llegaron a su ciudad natal de Staszow, (Polonia). Un soldado alemán la mató en su cama de un tiro a la cabeza.” Kaufman siguió diciendo: “mi abuela no murió para suministrar cobertura para que soldados israelíes asesinen a abuelas palestinas en Gaza.” Denunció las justificaciones del portavoz militar israelí como palabras “de un nazi.”

No fueron solo declaraciones semejantes, sino las enormes manifestaciones, las acciones directas no-violentas, y las expresiones sin precedentes de apoyo para el boicot, la desinversión y las sanciones de importantes sindicatos en Italia, Canadá y Nueva Zelanda. Un grupo de concejales de todos los partidos de la municipalidad de Birmingham, el segundo gobierno municipal por su tamaño de Europa, instó al gobierno británico a hacer lo mismo. Salma Yaqoub del Partido RESPECT explicó que “Uno de los factores que ayudaron a terminar el brutal régimen del apartheid en Sudáfrica, fue la presión internacional por boicots económicos, deportivos y culturales. Es hora de que Israel comience a sentir una presión similar de la opinión mundial.”

Israel, cuya verdadera naturaleza como un proyecto colonial fracasado y brutal ha sido puesta al desnudo en Gaza, es extremadamente vulnerable a una campaña semejante. Sin que se notara mucho durante la carnicería en Gaza, Israel tomó otro paso crítico hacia el apartheid formal cuando el comité de elecciones de la Knéset [parlamento] votó para excluir a los partidos árabes de la participación en las próximas elecciones. El sionismo, una ideología de supremacía racial, extremismo y odio, es un proyecto moribundo, en retirada y que no encuentra nuevos reclutas. Con suficiente presión, y relativamente rápido, los israelíes producirían probablemente a su propio de Klerk listo para negociar una salida. Cada nueva masacre hace que sea más difícil, pero una Palestina desionistizada, descolonizada, reintegrada, que ofrezca igualdad de derechos a todos los que vivan en ella, sin tener en cuenta su religión o etnia, y el retorno de los refugiados, no es un sueño utópico.

Está dentro de alcance, durante nuestras vidas. Pero está lejos de ser inevitable. Podemos estar seguros de que los gobiernos occidentales y árabes seguirán apoyando el apartheid israelí y la colaboración palestina bajo el disfraz del “proceso de paz” a menos de que sean cuestionados decididamente. Las masacres israelíes continuarán y escalarán hasta que se cumpla la pesadilla de una “paz” al estilo israelí – apartheid y más limpieza étnica.

Las movilizaciones de las últimas tres semanas mostraron que otro mundo es posible y que está dentro de nuestro alcance si apoyamos el movimiento de boicot, desinversión y sanciones. Aunque no lo lleguen a presenciar, ese mundo sería un memorial adecuado para todas las víctimas de Israel.

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Co-fundador de The Electronic Intifada, Ali Abunimah es autor de “One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse” (Metropolitan Books, 2006).

http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20322



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copiado de http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20322

Why Israel Won't Survive

The merciless Israeli bombardment of Gaza has stopped -- for now -- but the death toll keeps rising as more bodies are pulled from carpet- bombed neighborhoods.

What Israel perpetrated in Gaza, starting at 11:30am on 27 December 2008, will remain forever engraved in history and memory. Tel al-Hawa, Hayy al-Zeitoun, Khuzaa and other sites of Israeli massacres will join a long mournful list that includes Deir Yasin, Qibya, Kufr Qasim, Sabra and Shatila, Qana, and Jenin.

Once again, Israel demonstrated that it possesses the power and the lack of moral restraint necessary to commit atrocities against a population of destitute refugees it has caged and starved.

The dehumanization and demonization of Palestinians, Arabs and Muslims has escalated to the point where Israel can with full self- righteousness bomb their homes, places of worship, schools, universities, factories, fishing boats, police stations -- in short everything that sustains civilized and orderly life -- and claim it is conducting a war against terrorism.

Yet paradoxically, it is Israel as a Zionist state, not Palestine or the Palestinian people, that cannot survive this attempted genocide.

Israel's "war" was not about rockets -- they served the same role in its narrative as the non-existent weapons of mass destruction did as the pretext for the American-led invasion and occupation of Iraq.

Israel's real goals were to restore its "deterrence" fatally damaged after its 2006 defeat in Lebanon (translation: its ability to massacre and terrorize entire populations into submission) and to destroy any Palestinian resistance to total Israeli-Jewish control over historic Palestine from the Jordan River to the Mediterranean Sea.

With Hamas and other resistance factions removed or fatally weakened, Israel hoped the way would be clear to sign a "peace" deal with chief Palestinian collaborator Mahmoud Abbas to manage Palestinians on Israel's behalf until they could be forced out once and for all.

The US-backed "moderate" dictatorships and absolute monarchies led by Egypt and Saudi Arabia supported the Israeli plan hoping to demonstrate to their own people that resistance -- whether against Israel or their own bankrupt regimes -- was futile.

To win, Israel had to break Palestinian resistance. It failed. On the contrary, it galvanized and unified Palestinians like never before. All factions united and fought heroically for 23 days. According to well-informed and credible sources Israel did little harm to the modest but determined military capacity of the resistance. So instead Israel did what it does best: it massacred civilians in the hope that the population would turn against those fighting the occupier.

Israel not only unified the resistance factions in Gaza; its brutality rallied all Palestinians and Arabs.

It is often claimed that Arab regimes whip up anti-Israel anger to distract their populations from their own failings. Actually, Israel, the US and subservient Arab regimes tried everything -- especially demonizing Iran and inciting sectarian tensions between Sunni and Shia Muslims -- to distract their populations from Palestine.

All this failed as millions of people across the region marched in support of Palestinian resistance, and the Arab regimes who hoped to benefit from the slaughter in Gaza have been exposed as partners in the Israeli atrocities. In popular esteem, Hamas and other Palestinian resistance factions earned their place alongside Hizballah as effective bulwarks against Israeli and Western colonialism.

If there was ever a moment when the peoples of the region would accept Israel as a Zionist state in their midst, that has passed forever.

But anyone surveying the catastrophe in Gaza -- the mass destruction, the death toll of more than 100 Palestinians for every Israeli, the thousands of sadistic injuries -- would surely conclude that Palestinians could never overcome Israel and resistance is a delusion at best.

True, in terms of ability to murder and destroy, Israel is unmatched. But Israel's problem is not, as its propaganda insists, "terrorism" to be defeated by sufficient application of high explosives. Its problem is legitimacy, or rather a profound and irreversible lack of it. Israel simply cannot bomb its way to legitimacy.

Israel was founded as a "Jewish state" through the ethnic cleansing of Palestine's non-Jewish majority Arab population. It has been maintained in existence only through Western support and constant use of violence to prevent the surviving indigenous population from exercising political rights within the country, or returning from forced exile.

Despite this, today, 50 percent of the people living under Israeli rule in historic Palestine (Israel, the West Bank and Gaza Strip) are Palestinians, not Jews. And their numbers are growing rapidly. Like Nationalists in Northern Ireland or non-whites in South Africa, Palestinians will never recognize the "right" of a settler-colonial society to maintain an ethnocractic state at their expense through violence, repression and racism.

For years, the goal of the so-called peace process was to normalize Israel as a "Jewish state" and gain Palestinians' blessing for their own dispossession and subjugation. When this failed, Israel tried "disengagement" in Gaza -- essentially a ruse to convince the rest of the world that the 1.5 million Palestinians caged in there should no longer be counted as part of the population. They were in Israel's definition a "hostile entity."

In his notorious May 2004 interview with The Jerusalem Post, Arnon Soffer, an architect of the 2005 disengagement explained that the approach "doesn't guarantee 'peace,' it guarantees a Jewish- Zionist state with an overwhelming majority of Jews." Soffer predicted that in the future "when 2.5 million people live in a closed-off Gaza, it's going to be a human catastrophe. Those people will become even bigger animals than they are today, with the aid of an insane fundamentalist Islam. The pressure at the border will be awful."

He was unambiguous about what Israel would have to do to maintain this status quo: "If we want to remain alive, we will have to kill and kill and kill. All day, every day." Soffer hoped that eventually, Palestinians would give up and leave Gaza altogether.

Through their resistance, steadfastness and sacrifice, Palestinians in Gaza have defeated this policy and reasserted that they are an inseparable part of Palestine, its people, its history and its future.

Israel is not the first settler-colonial entity to find itself in this position. When F.W. de Klerk, South Africa's last apartheid president, came to office in 1989, his generals calculated that solely with the overwhelming military force at their disposal, they could keep the regime in power for at least a decade. The casualties, however, would have run into hundreds of thousands, and South Africa would face ever greater isolation. Confronted with this reality, de Klerk took the decision to begin an orderly dismantling of apartheid.

What choice will Israel make? In the absence of any political and moral legitimacy the only arguments it has left are bullets and bombs. Left to its own devices Israel will certainly keep trying -- as it has for sixty years -- to massacre Palestinians into submission. Israel's achievement has been to make South Africa's apartheid leaders look wise, restrained and humane by comparison.

But what prevented South Africa's white supremacist government from escalating their own violence to Israeli levels of cruelty and audacity was not that they had greater scruples than the Zionist regime. It was recognition that they alone could not stand against a global anti-apartheid movement that was in solidarity with the internal resistance.

Israel's "military deterrent" has now been repeatedly discredited as a means to force Palestinians and other Arabs to accept Zionist supremacy as inevitable and permanent. Now, the other pillar of Israeli power -- Western support and complicity -- is starting to crack. We must do all we can to push it over.

Israel began its massacres with full support from its Western "friends." Then something amazing happened. Despite the official statements of support, despite the media censorship, despite the slick Israeli hasbara (propaganda) campaign, there was a massive, unprecedented public mobilization in Europe and even in North America expressing outrage and disgust.

Gaza will likely be seen as the turning point when Israeli propaganda lost its power to mystify, silence and intimidate as it has for so long. Even the Nazi Holocaust, long deployed by Zionists to silence Israel's critics, is becoming a liability; once unimaginable comparisons are now routinely heard. Jewish and Palestinian academics likened Israel's actions in Gaza to the Nazi massacre in the Warsaw Ghetto. A Vatican cardinal referred to Gaza as a "giant concentration camp." UK Member of Parliament Gerald Kaufman, once a staunch Zionist, told the House of Commons, "My grandmother was ill in bed when the Nazis came to her home town of Staszow, [Poland]. A German soldier shot her dead in her bed." Kaufman continued, "my grandmother did not die to provide cover for Israeli soldiers murdering Palestinian grandmothers in Gaza." He denounced the Israeli military spokesperson's justifications as the words "of a Nazi."

It wasn't only such statements, but the enormous demonstrations, the nonviolent direct actions, and the unprecedented expressions of support for boycott, divestment and sanctions from major trade unions in Italy, Canada and New Zealand. An all-party group of city councillors in Birmingham, Europe's second largest municipal government, urged the UK government to follow suit. Salma Yaqoub of the RESPECT Party explained that "One of the factors that helped bring an end to the brutal apartheid regime in South Africa was international pressure for economic, sporting and cultural boycotts. It is time that Israel started to feel similar pressure from world opinion."

Israel, its true nature as failed, brutal colonial project laid bare in Gaza, is extremely vulnerable to such a campaign. Little noticed amidst the carnage in Gaza, Israel took another momentous step towards formal apartheid when the Knesset elections committee voted to ban Arab parties from participating in upcoming elections. Zionism, an ideology of racial supremacy, extremism and hate, is a dying project, in retreat and failing to find new recruits. With enough pressure, and relatively quickly, Israelis too would likely produce their own de Klerk ready to negotiate a way out. Every new massacre makes it harder, but a de-zionized, decolonized, reintegrated Palestine affording equal rights to all who live in it, regardless of religion or ethnicity, and return for refugees is not a utopian dream.

It is within reach, in our lifetimes. But it is far from inevitable. We can be sure that Western and Arab governments will continue to support Israeli apartheid and Palestinian collaboration under the guise of the "peace process" unless decisively challenged. Israeli massacres will continue and escalate until the nightmare of an Israeli- style "peace" -- apartheid and further ethnic cleansing -- is fulfilled.

The mobilizations of the past three weeks showed that a different world is possible and within our grasp if we support the boycott, divestment and sanctions movement. Although they will never get to see it, that world would be a fitting memorial for all of Israel's victims.


Co-founder of The Electronic Intifada, Ali Abunimah is author of One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse (Metropolitan Books, 2006).

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