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Julio Muñoz Rubio
R
asgo importante de nuestra cultura es la utilización del sistema decimal. De ella se deriva la costumbre, casi obsesiva, de dar realce a los acontecimientos ocurridos en fechas que recuerden ese sistema decimal: décadas, siglos o milenios, como si el hecho de que se cumplan 100 años de algún acontecimiento lo hiciera superior por sí mismo a que si cumpliera 13, 87 o 122.
Esta costumbre es tan autoritaria que no nos queda más remedio que acudir a ella como excusa para escribir un artículo. Si recordamos lo ocurrido hace 50 años podremos preguntarnos: ¿Qué vale la pena recordar? Hace 50 años los Beatles grabaron su primer single, José Revueltas publicó su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, Brasil ganó su segundo campeonato mundial de futbol, Fidel Castro emitió la Segunda declaración de La Habana y además, salió publicado en Estados Unidos un libro que estaría destinado a revolucionar nuestras visiones de la dinámica y la naturaleza misma de la ciencia: se trata de La estructura de las revoluciones científicas, de Thomas S. Kuhn (1922-1996), profesor de las universidades de Harvard y Berkeley. En opinión de muchos, esta es la obra más importante de la filosofía de la ciencia en el siglo XX.
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En realidad, esta obra tiene el mérito de integrar con excepcional coherencia la filosofía, la historia y la sociología de la ciencia. Explicado de manera extraordinariamente sucinta, Kuhn postuló que la historia de la ciencia se puede entender como la historia de lo que llamó
paradigmas. Alrededor de todo paradigma se organiza la actividad de una comunidad científica, la cual, durante largos lapsos, trabaja sobre lo que Kuhn llamó
ciencia normal. Esta ciencia no apunta a descubrir grandes verdades ni construir nuevas teorías, sino a apuntalar las ya existentes y los paradigmas en los que se inscribe, mediante experimentos en zonas muy localizadas y produciendo conocimiento altamente especializado. Es el descubrimiento de anomalías del paradigma, dentro de esta ciencia normal, lo que impulsa a la construcción de hipótesis ad hoc. Aunque un paradigma pueda sufrir ataques y daños a raíz del descubrimiento de las anomalías, no se verá seriamente amenazado si el número de éstas no es muy grande, si las hipótesis ad hoc resuelven satisfactoriamente los problemas generados por las anomalías o si éstas no cuestionan los elementos centrales del paradigma. Sin embargo, una eventual proliferación de anomalías producirá unos daños de mayor consideración en el citado paradigma, de manera que los esfuerzos para defenderlo que pueda hacer la comunidad científica organizada alrededor de aquel serán cada vez mayores, pueden llegar a agotarse y, en ese caso, se producirá una situación de crisis, en la que el paradigma citado no se pueda sostener más, pero no exista otro que lo sustituya. Es la aparición de un nuevo paradigma lo que resuelve esta crisis, reorganizando a las comunidades científicas y el conjunto de la producción científica en el campo del nuevo paradigma.
La obra de Kuhn recibió críticas, en parte porque se consideró que nunca alcanzó a caracterizar claramente el término
paradigma. Sin embargo, puso el dedo en la llaga al señalar que:
1. La ciencia no es construida por científicos en lo individual, gracias a sus talentos personales, sino que es una empresa social impulsada por grupos de científicos, articulados como comunidades, que defienden un determinado paradigma.
2. La ciencia no progresa en función de una simple acumulación lineal de conocimientos, como lo pretendían tanto el positivismo como el falsacionismo de Popper, sino por medio de cortes, revoluciones de cada una de las cuales surge un nuevo campo de conocimiento, frecuentemente inconmensurable con el anterior.
3. En la ciencia existen numerosos elementos de irracionalidad, sicológicos y sociológicos (fama, prestigio, recursos económicos, etcétera), que se contraponen a los procedimientos
racionalesutilizados en los laboratorios, congresos, textos, etcétera, pero que contribuyen tanto o más que los racionales a construir y dinamizar la ciencia.
4. En función de la presencia de estos elementos de irracionalidad, se debe descartar la idea de que la ciencia siempre e invariablemente está libre de insumos ideológicos.
Toda obra del alcance de la de Kuhn generará polémicas. Quizás una de sus fallas más grandes está en que a pesar de poner un fuerte énfasis en el componente sociológico de la ciencia, no llegó a reparar en la fuerte inserción que ésta tiene en la estructura de clases de la sociedad. A pesar de ello, la obra de Kuhn, a 50 años de su publicación, sigue siendo un referente obligado en cualquier estudio de teoría de la ciencia.
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