EL AMOR ES LA VIDA LLENA, por Rabindranaz Tagore
“Vivimos en el mundo cuando lo amamos. Tengan los muertos la inmortalidad de la fama, pero sea para los vivos la del amor. El amor es la vida llena; igual que una copa de vino. Que vivan, los que así lo quieran, entre sus silbadores fuegos de artificio. Mi corazón, Dios mío, prefiere tus estrellas. Dios, en su amor, besa lo finito; el hombre, lo infinito. No podemos aceptar como verdad que el amor sea alguna vez menos. Cuando estén afinadas, Maestro mío, todas las cuerdas de mi vida, cada vez que tú las toques, cantarán amor. Mundo, guárdame en tu silencio, cuando yo me haya muerto, esta palabra: Amé.”
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A mis amados les dejo las cosas pequeñas; las cosas grandes son para todos.
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La luz del sol me saluda sonriendo. La lluvia, su hermana triste, me habla en el corazón.
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Mi flor se deshojó en el día, olvidada; el anochecer la madura, fruto de oro del recuerdo.
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Soy como un camino por la noche, que escucha, en silencio, los pasos de sus recuerdos.
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El que se ocupa demasiado en hacer el bien, no tiene tiempo de ser bueno.
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Soy la nube de otoño, ya sin lluvia. Mira mi plenitud en el arrozal maduro.
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¡Quieto, corazón mío, no levantes polvo; que el mundo encuentre tu camino!
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El arco dice bajito a la flecha, al despedirla: “Tu libertad es mía.”
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Tu risa, mujer, es la música de la fuente de la vida.
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Dios ama la luz de las lamparitas de los hombres más que sus grandes estrellas.
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Este es el mundo de las tormentas locas, domado por la música de la belleza.
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“Mi corazón es joyero de oro de tu beso”, dijo la nube de ocaso al sol.
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“¡He perdido mi gotita de rocío!”, dice la flor al cielo del amanecer, que ha perdido todas sus estrellas.
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El leño en llamas, estalla gritando: “¡Mi flor, mi flor, muerte mía!”
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La avispa se figura que la colmena de su vecina la abeja es demasiado pequeña. La abeja le pide que haga la suya más pequeña todavía.
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“No me es posible guardar tus ondas”, dice la ribera al río. El río le responde: “¿Me dejas tú guardar tus pisadas en mi corazón?”
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La música siente lo infinito en el aire; la pintura, en la tierra. La poesía lo siente en la tierra y en el aire, porque su palabra tiene el sentido que camina y la melodía que vuela.
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Muchacha, tu sencillez muestra tu profunda verdad, como lo azul del lago.
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No viene solo lo mejor, que lo acompaña todo.
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Precioso es el don de la fruta, dulce el de la flor; pero yo quisiera poder regalar el de la hoja, esa humilde amistad de su sombra.
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Mi corazón ha abierto sus velas a los vientos ociosos, proa a la isla en sombra de Noimporta.
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Los hombres son crueles, pero el hombre es bueno.
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La tormenta parece el lamento de un Dios cuyo amor desdeña la tierra.
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¡Qué rica la vida, de todo el amor que se ha perdido! (más…)
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