Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Durante muchos años, ahora décadas, guardé silencio como judío sobre la relación de Israel con, y su tratamiento de, el pueblo palestino y mi sitio como judío estadounidense en esa ecuación. Recientemente he vuelto a pensar en judíos que he conocido personalmente, como amigos y conocidos, y examinado cómo sus puntos de vista sobre los palestinos e Israel me han afectado y han profundizado mi silencio.
Siguiendo la victoria, rápida como un rayo, de Israel sobre Egipto y Siria en la Guerra de Yom Kippur de 1973, y la resultante mejora de las relaciones entre Egipto e Israel después de los Acuerdos de Camp David en 1978, se solidificó la ocupación por Israel de Cisjordania y la Franja de Gaza. Creo que la aparente invencibilidad de Israel tanto en la guerra de 1967 como en la de 1973, condujo entre muchos judíos a una percepción falsa de invencibilidad y de superioridad moral. Los judíos ya no eran víctimas, como durante el Holocausto, sino enfrentaban cualquier desafío y reaccionaban con fuerza siempre y cuando aparecía una amenaza. Los judíos parecían fuertes, como lo reflejaba el trato dado por Israel a sus Estados vecinos, y en particular el trato de Israel hacia los palestinos en Cisjordania y en la Franja de Gaza. El gobierno de Israel mostraba al mundo lo rápida y letal que podía ser una reacción a ataques, como ser atentados suicidas, contra el pueblo de Israel. Los judíos nunca más serían vistos como débiles y sujetos a crueles ataques masivos e intentos de genocidio como los simbolizados por el Holocausto. ¡El estereotipo de judíos como débiles sería destruido para siempre! El desarrollo de un inmenso arsenal de armas nucleares refleja posiblemente la interacción entre estos factores históricos y psicológicos. ¿Quién es más resistente ante una amenaza exterior que un Estado que posee el poder decisivo de armas de destrucción masiva?
Se esperaba que los judíos en EE.UU. aceptaran sus papeles como partidarios de cualquier política adoptada por Israel. Los judíos que titubeaban fueron sometidos a los más malignos ataques. Posiblemente nadie caracteriza mejor este fenómeno que el profesor Norman G. Finkelstein, quien perdió su propuesta de titularidad en la Universidad DePaul en mayo de 2008, después de una campaña de despiadados ataques orientados a silenciar su crítica informada del tratamiento dado por Israel al pueblo palestino y la industria que había crecido, sobre todo en EE.UU., para beneficiarse de los horrores del Holocausto. Sus libros, entre ellos “La Industria del Holocausto” (2000) y “Beyond Chutzpah” (2005) han provocado hirientes ataques. Entre sus detractores más vehementes está el profesor Alan Dershowitz de Harvard.
El poder del lobby judío en EE.UU. se explica parcialmente al estudiar el poder monetario detrás de esa influencia. La más poderosa de esas organizaciones es el Comité de Asuntos Públicos EE.UU.-Israel (AIPAC), que sólo en 2004 tuvo un presupuesto de 33 millones de dólares, con un personal de 140 personas.
James David informa en su artículo “Una adhesión apasionada a Israel,” que el lobby de Israel ha contribuido 41 millones de dólares a candidatos al Congreso y a la presidencia durante los últimos 54 años (2002). El profesor de la Universidad de San Francisco, Stephen Zunes, señala en su artículo “Las funciones estratégicas de la ayuda de EE.UU. a Israel,” que “más de 1.500 millones de dólares en fondos privados de EE.UU.... son enviados cada año a Israel.”
La emergencia de la imagen de Israel como invencible, y de que toda crítica a Israel por parte de judíos es vista como odio a sí mismos, va acompañada por el crecimiento de la derecha religiosa en EE.UU., que ve a Israel como parte de la predicción bíblica de la guerra final (Armagedón) librada en Oriente Próximo tal como la refleja el Libro de Revelaciones del Nuevo Testamento. Por cierto, ¡la derecha religiosa y los judíos son una combinación extraña! En medio de toda la retórica de apoyo moral, Israel sigue beneficiándose enormemente de la generosidad de EE.UU., recibiendo un tercio de toda la ayuda al exterior de EE.UU., a pesar de que el ingreso per capita de los israelíes es uno de los más altos del mundo. Es el pago por ocupar la posición de agente para proyectar la brutal potencia militar de EE.UU. en Oriente Próximo.
La antítesis de los judíos invencibles es el judío que se odia a sí mismo. De nuevo, es usualmente cualquier judío que se atreva a criticar las políticas de Israel hacia la gente de Cisjordania y de la Franja de Gaza. Este fenómeno es notable por su puro descaro dado que los más altos valores de la vida judía, religiosa y secular, son la tolerancia y la aceptación de otros, el valor universal de la vida, la defensa de los oprimidos, la creencia en el juego limpio, y la busca de paz y justicia. Estos valores están a la raíz misma de la lucha milenaria del pueblo judío por la supervivencia y la busca irresistible de conocimiento. Reservan los ataques más belicosos para judíos que son gente de letras, artistas e intelectuales.
Una nota al pie del intento de mostrar a los judíos estadounidenses como si apoyaran universalmente a Israel y al manejo israelí del tema palestino, fueron las incesantes campañas de propaganda en los medios para mostrar al pueblo palestino y a sus dirigentes como totalmente antidemocráticos y hostiles a los numerosos intentos negociados por Washington para llevar la paz a la región. En los hechos, el intento más reciente de crear un Estado palestino autónomo en Cisjordania y en la Franja de Gaza, durante el gobierno de Clinton, atribuyó erróneamente su fracaso a la dirigencia de los palestinos, cuando el verdadero territorio de un supuesto Estado palestino nunca se materializó como parte de las negociaciones. La así llamada “Solución de Dos Estados” nunca existió en el papel. Mientras tanto, crecían los asentamientos judíos en Cisjordania, así como el muro para bloquear el necesario acceso de la gente de Cisjordania a Israel. Los ataques y contraataques continúan.
La mayoría de los judíos en EE.UU. están a favor de un Estado palestino independiente en Cisjordania y la Franja de Gaza. Sin embargo, cuando los encuestadores profundizan en sus preguntas, dicen que la perspectiva para la paz entre Israel y el pueblo palestino es débil. Estudié los sondeos de opinión de judíos en EE.UU. e Israel y sus actitudes hacia este tema.
Justo antes de la Segunda Intifada, un sondeo realizado por Los Angeles Times entre israelíes y judíos estadounidenses mostró que una minoría (un 44%) de los judíos israelíes apoyaba el concepto de dos Estados, en comparación con un 68% de los judíos en EE.UU. Sondeos realizados por el Comité Judío Estadounidense de 2001 hasta 2006, indicaron que un porcentaje relativamente constante de un 54% de los judíos estadounidenses favorecía el establecimiento de un Estado palestino.
Examiné las relaciones que he tenido con varios amigos y conocidos para tratar de saber si las cifras mencionadas reflejan las opiniones de gente real. ¡Lo que descubrí fue muy decepcionante!
He conocido a Robert durante veinticinco años. Era un profesor bien visto y liberal. Se había convertido en un favorito de los estudiantes durante la Guerra de Vietnam gracias a su fuerte posición contra la guerra. Alguien que había tenido a Robert un solo período como estudiante se quejaba de su liberalismo. Robert y yo hablábamos usualmente durante varias mañanas después de hacer ejercicios en un centro comunitario local. Durante una sesión me chocó oír a Robert refiriéndose a Israel como “Eretz Israel,” queriendo decir el país bíblico de Palestina al que se refiere el Antiguo Testamento. Siempre había objetado a mi crítica de la política israelí hacia los palestinos, pero me costó aceptar la afirmación de que la patria bíblica era solo judía proveniente de una persona que de otro modo era juiciosa y articulada en la discusión de asuntos exteriores, y que había sido un inquebrantable vocero contra la guerra.
He conocido a Sheila y Paul desde que participe en un curso de licenciatura dirigido por Paul. Nuestras familias han sido amigas durante años. Ambos son judíos ortodoxos. Paul nunca sirvió en las fuerzas armadas, algo que no me causaba problemas por haberme opuesto a la Guerra de Vietnam. Años después del crecimiento de nuestras familias, y el hijo mayor de Sheila y Paul había comenzado la universidad, me quedé perplejo al encontrar una foto de Paul y su hijo en un periódico local. Ambos llevaban uniformes de las Fuerzas de Defensa [IDF, Ejército, N. del T.] de Israel, y la leyenda bajo la foto decía que estuvieron involucrados en un programa de verano para ayudar a las IDF realizando trabajo en una base militar israelí para que los soldados pudieran ser liberados de esas tareas.
Rebecca y Philip habían sido amigos durante cuatro años. El padre de Philip sirvió en el ejército israelí durante la Guerra Árabe-Israelí de 1948. Rebecca tiene pasaportes israelí y de EE.UU., su familia emigró a Israel después del Holocausto. Recientemente, cuando estaba de visita donde Philip, Rebecca llegó a su casa, y salió de su coche agitando los brazos. Apenas podía contener su cólera. “Acabo de oír un informe en National Public Radio. Esos monstruos van a permitir que Al-Jazeera transmita en Vermont. ¡No puedo creer que vayan a permitir esa propaganda en la radio!” Rebecca se refería a la decisión de un medio en un área de Vermont de transmitir Al Jazeera, un servicio noticioso en Oriente Próximo que produce un equivalente en idioma inglés en EE.UU.
Philip hierve de rabia y animosidad contra los palestinos. No puedo mencionar el tema cuando hablamos. Una pared de su casa está cubierta con fotos y noticias de las hazañas de su padre durante la guerra de 1948. Durante la Guerra de Vietnam, Philip fue diferido del servicio militar obligatorio gracias a su empleo en la industria de la defensa.
He conocido a Richard y Diane la mayor parte de mi vida. Sus dos hijos participaron en la Marcha de los Vivientes, un recuerdo del Holocausto y sus víctimas que pasa por muchos campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Ambos hijos han viajado a Israel como parte del programa Derecho de Nacimiento Israel que realiza tours gratuitos de Israel para judíos de otros países. Richard es hijo de sobrevivientes del Holocausto. Su voz se convierte en un gruñido cuando habla de los palestinos. Una de sus declaraciones, repetidas a menudo, es: “No puedes confiar en un árabe.” Es imposible entablar una discusión o debate que tenga sentido con él sobre un Estado palestino. Me doy cuenta de que hay un impacto psicológico concluyente por ser pariente cercano de un sobreviviente del Holocausto; sin embargo, lo que no puedo comprender es la ausencia de compasión como resultado del terror cometido contra los judíos en Alemania nazi.
También conozco a judíos liberales. Están muy a favor del establecimiento de un Estado palestino; algunos también propugnan reparaciones para palestinos que partieron, o fueron expulsados, de sus casas durante la guerra árabe-israelí de 1948. Más típico, sin embargo, para la gente con la que tengo contacto es el hombre que se ejercita en el gimnasio de un centro comunitario. Un día escuché por casualidad cuando estaba hablando con otra persona en el gimnasio en apoyo a la construcción del muro entre Israel y Cisjordania. Cuando exclamé: “¿No piensa que construir un muro es algo que recuerda el muro construido alrededor del Gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial?” Me gritó: “¡No logro creer que un judío pueda decir algo semejante! ¿Es un maníaco? ¿Quiere dañar a Israel?”
A Israel no le ha ido bien ni en la Asamblea General ni en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aunque puede contar con el apoyo de EE.UU. en este último. Más de la mitad de las resoluciones que tienen que ver con el conflicto árabe-israelí han sido críticas o contrarias a Israel. En la Asamblea General, lejos del poder de veto de EE.UU., han sido aprobadas 429 resoluciones relacionadas con Israel, de las cuales 321 condenaron a Israel (1967-1989). Las resoluciones aprobadas relacionadas con Israel tienen que ver con lo que se llama el “Arreglo Pacífico de Disputas,” y no son ejecutorias.
Las cifras que muestran la cantidad de muertes resultantes de la Segunda Intifada, el levantamiento contra el régimen israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza, mostraron que 4.269 palestinos fueron muertos entre 2000 y 2006, mientras 1.017 israelíes murieron en el mismo período (Otros cálculos indican que la cantidad de muertes palestinas ha sido mucho más elevada). Estas cifras muestran la superioridad militar del ejército israelí y su apoyo, tanto político como con material militar, por EE.UU.
Al examinar mis propias creencias como judío secular leí “Judaísmo en una “Era Secular: Una Antología de Pensamiento Humanista Secular” (1995). Quería evaluar el pensamiento de hombres de letras, artistas y escritores judíos durante los últimos siglos para intentar conocer actitudes anteriores respecto al establecimiento de un Estado judío y su relación con el pueblo de Palestina. Lo que encontré fue un punto de vista generalmente liberal de vivir y dejar vivir en relación a los palestinos que habían coexistido con judíos en Palestina antes de la fundación de Israel. Acorde con la tradición secular judía, encontré apertura para el alto valor otorgado a la tolerancia de las diferencias de otros.
Durante la última década he tenido dos interrelaciones con una de las organizaciones judías más destacadas en EE.UU., la Liga contra la Difamación [ADL]. En 2001 fui al grupo después que un vecino me amenazó diciendo: “Hitler debiera haber matado a todos los judíos,” como su reacción ante cartas contra la guerra publicadas en la prensa local. En 2007 volví a contactar al grupo después que el tabloide The Truth At Last fue dejado en mi entrada de coche. El “periódico” contenía artículos racistas y antisemitas. En ambos casos, mi impresión del grupo fue que su único interés era recolectar datos sobre incidentes antisemitas.
Creo que el acto de escribir este artículo ha sido una especie de expiación por mis años de silencio ante el trato dado por los israelíes a los palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza. Mientras los asentamientos israelíes se expanden en Cisjordania y continúa el bloqueo de la Franja de Gaza, ya no puedo seguir guardando silencio.
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Howard Lisnoff es educador y escritor independiente.
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