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“Por favor, lean la actas”
El pasado sábado 11 de septiembre, en un acto político cultural realizado en la ciudad de La Habana con el propósito de renovar y acrecentar la solidaridad internacional con los cinco cubanos injustamente encarcelados en prisiones estadounidenses, el presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, leyó un documento de su propia autoría en el que aporta nuevos elementos documentales de carácter ético, jurídico, político y mediático que demuestran una vez más la horrenda injusticia que se ha cometido y se sigue cometiendo contra cinco hombres honrados y patriotas.Alarcón recordó que en el año 2005, el panel de la Corte de Apelaciones decidió unánimemente anular todo el proceso y ordenar un nuevo juicio, porque con muy buenas razones, sólidamente argumentadas en un fallo histórico, demostró que el juicio había violado la Constitución estadounidense, precisamente, por haberse realizado en Miami. Y recordó igualmente que, para vergüenza de la humanidad, en una acción sin precedentes, Washington presionó a la Corte de Apelaciones para que echara atrás la determinación de sus jueces.
Desde entonces –dice Ricardo Alarcón–, la lucha legal ha continuado, pero en condiciones muy difíciles y que reducen cada vez más las posibilidades de una solución por esa vía. Y el experimentado dirigente revolucionario pregunta en su texto: ¿Por qué este caso tiene esa aparente dificultad? Y él mismo responde: porque quienes se supone deben divulgar la información de este caso se han dedicado a ocultarla.
Los pormenores del caso son datos –refiere Alarcón– que debieron ocupar los primeros planos de la atención de los llamados medios de información. Pero no lo fueron. No lo son todavía, ahora, doce años después.
El juicio más prolongado de la historia de EU no fue reflejado en los grandes medios; ni los testimonios exculpatorios que ante el tribunal ofrecieron generales, almirantes y asesores de la Casa Blanca; ni la confesión de sus fechorías que allí hicieron una larga fila de malhechores, algunos luciendo sus atuendos de guerra; ni la defensa ardorosa del terrorismo que, con total descaro, hizo la Fiscalía durante siete meses; ni su solicitud de que se impusiera a los acusados los peores castigos de cuatro cadenas perpetuas más 77 años de prisión; ni su insistencia en que, además de las desmesuradas condenas, se tomaran medidas para impedir cualquier intento futuro que pudiera molestar a los grupos terroristas; ni la actitud de la juez que accedió a todas esas insólitas peticiones del gobierno. Nada de eso fue noticia.
Se repetía la historia. Ricardo Alarcón refiere que hace casi un siglo en un caso que aún se recuerda como flagrante injusticia, dos inmigrantes italianos, Sacco y Vanzetti, fueron condenados y ejecutados arbitrariamente. Su inocencia, por cierto, fue reconocida no hace mucho, cuando ya era demasiado tarde. Pero entonces, en aquellos tiempos lejanos, cuando aún era posible rescatar la justicia, un eminente jurista norteamericano trató de salvarlos. Su generoso afán se concentró en una frase: “Please, read the transcripts” (”Por favor, lean las actas”).
Porque quien hubiese leído los papeles de aquel juicio se habría dado cuenta de que Sacco y Vanzetti eran inocentes.
Ahora es igual. Todo consta por escrito. Quien quiera saber la verdad sólo tiene que visitar el sitio oficial de la Corte del Distrito Sur de la Florida y buscar el caso “Estados Unidos contra Gerardo Hernández et al”. Quien lo haga se dará cuenta que Gerardo y sus compañeros son inocentes, que nunca debieron ser detenidos, ni acusados, que jamás debieron ser encarcelados, que han sido y son víctimas de un descomunal atropello. De una monstruosa infamia del gobierno de EU.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
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Desde entonces –dice Ricardo Alarcón–, la lucha legal ha continuado, pero en condiciones muy difíciles y que reducen cada vez más las posibilidades de una solución por esa vía. Y el experimentado dirigente revolucionario pregunta en su texto: ¿Por qué este caso tiene esa aparente dificultad? Y él mismo responde: porque quienes se supone deben divulgar la información de este caso se han dedicado a ocultarla.
Los pormenores del caso son datos –refiere Alarcón– que debieron ocupar los primeros planos de la atención de los llamados medios de información. Pero no lo fueron. No lo son todavía, ahora, doce años después.
El juicio más prolongado de la historia de EU no fue reflejado en los grandes medios; ni los testimonios exculpatorios que ante el tribunal ofrecieron generales, almirantes y asesores de la Casa Blanca; ni la confesión de sus fechorías que allí hicieron una larga fila de malhechores, algunos luciendo sus atuendos de guerra; ni la defensa ardorosa del terrorismo que, con total descaro, hizo la Fiscalía durante siete meses; ni su solicitud de que se impusiera a los acusados los peores castigos de cuatro cadenas perpetuas más 77 años de prisión; ni su insistencia en que, además de las desmesuradas condenas, se tomaran medidas para impedir cualquier intento futuro que pudiera molestar a los grupos terroristas; ni la actitud de la juez que accedió a todas esas insólitas peticiones del gobierno. Nada de eso fue noticia.
Se repetía la historia. Ricardo Alarcón refiere que hace casi un siglo en un caso que aún se recuerda como flagrante injusticia, dos inmigrantes italianos, Sacco y Vanzetti, fueron condenados y ejecutados arbitrariamente. Su inocencia, por cierto, fue reconocida no hace mucho, cuando ya era demasiado tarde. Pero entonces, en aquellos tiempos lejanos, cuando aún era posible rescatar la justicia, un eminente jurista norteamericano trató de salvarlos. Su generoso afán se concentró en una frase: “Please, read the transcripts” (”Por favor, lean las actas”).
Porque quien hubiese leído los papeles de aquel juicio se habría dado cuenta de que Sacco y Vanzetti eran inocentes.
Ahora es igual. Todo consta por escrito. Quien quiera saber la verdad sólo tiene que visitar el sitio oficial de la Corte del Distrito Sur de la Florida y buscar el caso “Estados Unidos contra Gerardo Hernández et al”. Quien lo haga se dará cuenta que Gerardo y sus compañeros son inocentes, que nunca debieron ser detenidos, ni acusados, que jamás debieron ser encarcelados, que han sido y son víctimas de un descomunal atropello. De una monstruosa infamia del gobierno de EU.
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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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