copiado de SIN PERMISO http://www.sinpermiso.info/
Jerusalén: 40 años de discriminación |
G. Buster · · · · · |
12/09/10 |
El próximo 25 de septiembre finalizará la moratoria del Gobierno Netanhayu para nuevas construcciones en los asentamientos israelíes en Cisjordania. Una moratoria que, de manera no pública, se extiende también a Jerusalén Este. A pesar de ello, la lucha por el control del territorio en Israel y Palestina no solamente no ha cesado, sino que se ha agravado en estos meses, especialmente a través de la demolición de casas palestinas, su adquisición o ocupación por las organizaciones de colonos fundamentalistas judíos con el apoyo de las autoridades israelíes, utilizando en muchos casos mecanismos ilegales e incluso mafiosos. Meir Margalit, coordinador de programas del “Comité israelí contra la demolición de casas” (ICAHD), concejal del ayuntamiento de Jerusalén -hoy en la oposición en protesta por las ultimas demoliciones- y compañero del comité editorial de SinPermiso, acaba de publicar una crónica documentada de este pulso: “Seizing Control of Space in East Jerusalem” [1]. El libro, editado por Sam Blatt y con la importante aportación fotográfica de Virginia Paradinas, es una guía detallada, llena de croquis, planos y cuadros, de la política de colonización israelí en Jerusalén Este con el objetivo de “des-arabizar” esta parte de la ciudad, destinada a ser la capital del nuevo estado palestino y bloquear el proceso de paz. Que no se trata meramente de una tesis, sino de una recopilación de datos de un proceso que esta teniendo lugar, lo demuestra la crisis de marzo de este año entre la Administración Obama y el Gobierno Netanhayu con ocasión del anunció de la construcción de nuevos asentamientos en Jerusalén Este, coincidiendo con la visita a la ciudad del Vicepresidente Biden. Desde entonces, el proceso de paz ha descarrilado. La Autoridad Nacional Palestina y la Liga Arabe habían puesto como condición de una vuelta a las negociaciones directas entre las partes el respeto a los acuerdos alcanzados en las negociaciones previas con el Gobierno Olmert y, en especial, al cese de toda actividad constructora en los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este. El enviado especial de Obama a la región, el senador Mitchell, como consecuencia de la crisis de marzo, solo fue capaz de arrancar al Gobierno Netanhayu la concesión de una moratoria de construcción en los asentamientos, que acaba el 25 de septiembre, y que la gestión personal de Hillary Clinton permitió que influyera en el ritmo de las demoliciones. Ante la presión internacional para retomar el proceso de paz –en especial tras el asalto por la marina israelí a la “flotilla de la libertad” que se dirigía a Gaza-, y evitar un nuevo estallido de violencia generalizada en la región, el Gobierno Netanhayu se ha escudado en la necesidad de “estabilidad” de su propia coalición gubernamental para mantener la perspectiva del propio proceso de paz. Una coalición, conviene recordarlo, en la que además del derechista Likud, participan todos los partidos opuestos al proceso de paz y los restos de un partido laborista en crisis terminal. Sobre esta base, la presión internacional se ejerce una vez más sobre la Autoridad Nacional Palestina para que se sienta sin condiciones a la mesa de negociación. ¿Cómo poner en peligro la estabilidad del Gobierno israelí de más larga duración, a pesar de que todo el mundo sepa que, con su actual composición, jamás negociará un acuerdo de paz? ¿Cómo presionar a un Gobierno sionista cuya mayor concesión ha sido hasta el momento no reconocer sino tan solo aceptar la perspectiva de los “dos estados”, cuestionando las mismas bases del derecho internacional que permitieron la creación del estado de Israel? El escepticismo y la indignación palestinas son tanto mayores cuanto que las resoluciones del reciente congreso de Fatah mandataban claramente a su dirección a no hacer concesiones en relación con los asentamientos. La presión internacional, que ha sido incapaz de levantar el asedio de Gaza -una forma de “ocupación exterior”-, vuelve a exigir una prueba de “buena fe” a los negociadores palestinos. Bajo esta presión, la Liga Árabe ha levantado ya sus reservas al inició de las negociaciones directas, mientras se mantiene la resistencia de la Autoridad Nacional Palestina, que vuelve a negociar bajo presión tras haber sido convocado el Presidente Abbas el próximo 2 de septiembre por Obama con Netanhayu en Washington. Unas negociaciones que se verán rotas, como ya ha advertido por carta el Presidente palestino, si el parlamento israelí no prórroga la moratoria sobre los asentamientos. Pocos días después, coincidiendo con el aniversario de las expulsiones de familias árabes del barrio de Sheik Jarrah, que han dado pie a concentraciones semanales de cientos de activistas israelíes y palestinos en Jerusalén para protestar contra los desalojos y demoliciones, Saeb Erekat, responsable palestino de las negociaciones, declaraba: “En un momento en el que los lideres mundiales llaman insistentemente a que tengan lugar negociaciones directas, yo les llamó a que tengan la misma persistencia para impedir que Israel continúe con su proceso de colonización del territorio ocupado palestino, particularmente en Jerusalén Oriental (…) No habrá un estado palestino sin Jerusalén Este como capital, así como no habrá paz sin el fin de la ocupación israelí y sus políticas de colonización. Nuestra visión es una Jerusalén abierta, compartida y capital de dos estados. La comunidad internacional apoya esta visión y aún así Israel continua haciendo todo los esfuerzos posibles para sabotear la posibilidad de lograrlo” (EFE 3-8-2010) Como bien explica el libro de Meir Margalit, el bloqueo diplomático actual solo ha servido para agravar la confrontación sobre y por el terreno. Una confrontación en la que el proceso de colonización israelí es una violación continúa de la legalidad internacional, como bien resume en el libro la abogada Allegra Pacheco. Tanto Naciones Unidas como la Unión Europea han establecido jurídicamente que los asentamientos en los territorios ocupados desde 1967 de Cisjordania y Jerusalén Este violan el artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra por el que “el poder ocupante no deportará o desplazará a sectores de su propia población civil a los territorios que ocupe”. Una prohibición recogida también en el Primer Protocolo adicional de 1977 a la Convención de Ginebra y considerada un “crimen de guerra” en el articulo 8(2) del Estatuto del Tribunal Penal Internacional. NN UU ha interpretado esta prohibición en el caso de Jerusalén Este en las resoluciones 242, 446, 452 y 465. En 1971, el Consejo de Seguridad declaró que: “Todas las acciones legislativas y administrativas tomadas por Israel para cambiar el status de la ciudad de Jerusalén, incluidas la expropiación de tierras y propiedades inmobiliarias, desplazamiento de poblaciones y decisiones legislativas que busquen la incorporación de secciones ocupadas, son totalmente invalidas y no pueden cambiar el status de la ciudad”. El Tribunal Internacional de Justicia se pronunció en el mismo sentido en julio del 2004, en una sentencia apoyada por la Asamblea General de NN UU en agosto del 2004, con el voto unánime de todos los estados-miembros de la UE. La declaración del Cuarteto de 19 de marzo de 2010 fue aun más explicita y “condena la decisión del Gobierno de Israel de continuar planificando la construcción de nuevas viviendas en Jerusalén Este” y recuerda que el status de la ciudad solo podrá ser el resultado de negociaciones entre las partes. No es esa la posición del presidente del Comité Regional y teniente alcalde de Jerusalén, Kobi Kahlon, tras anunciar la decisión el pasado 3 de agosto de permitir la construcción de cuatro edificios de diez viviendas en el asentamiento de Pisgat Zeev, en Jerusalén Este. La decisión es parte de un plan más amplio en el mismo barrio para edificar 220 apartamentos para familias judías, en el marco de otras 50.000 viviendas en el conjunto de Jerusalén Oriental. Para Kahlon, Jerusalén, a un lado u otro de la línea verde internacional de 1949, es la “capital única e indivisible” de Israel. “Todo se hace a oscuras, como ladrones, lo que deriva de la hipocresía y de la doble vara de medir del alcalde. No podemos seguir mintiendo así al mundo entero” fue la reacción del concejal de la oposición, Meir Turgeman (EFE 3-8-2010) La crónica de Meir Margalit es, por lo tanto, el de una violación premeditada y continuada del derecho internacional con evidente mala fe, practicas mafiosas y subterfugios legales nepóticos, en nombre de un fundamentalismo religioso y nacionalista que llega al paroxismo de sustituir el proceso de paz como marco para la permanencia de una comunidad judía-israelí en Oriente Medio en los próximos cincuenta años por la de la creación de las condiciones para la reconstrucción del Tercer Templo y la venida del Mesías. Michael Chabon publicó en 2007 una novela policíaca delirante sobre ese mesianismo, “El Sindicato de Policias Yiddish”, recientemente traducida al castellano. El folleto que reproduce Margalit como un anejo de su libro de la asociación Ateret Cohanim sobre propiedades inmobiliarias para familias judías en la Ciudad Vieja de Jerusalén, producto del desalojo previo de familias árabes, supera con mucho la imaginación de la novela de Chabon. Si no fuera por el cuidadoso detalle con el que Meir Margalit va testimoniando todo el esfuerzo colonizador israelí en Jerusalén Este en la Ciudad Vieja, en los barrios de Silwan, Sheik Jarrah, A Tur, Ras Al Amud, Abu Dis, Wallahed, asi como la construcción de carreteras y el establecimiento de zonas verdes, estaríamos ante una crónica increíble. Desgraciadamente, es muy real. Así lo han podido comprobar sobre el terreno los jóvenes voluntarios que han acudido a los ocho campamentos organizados por el ICAHD para reconstruir casas palestinas demolidas por las autoridades israelíes en Jerusalén Este, con una fuerte participación desde el Reino de España en los tres últimos años [2]. En Anata, Silwan o Hebrón, los voluntarios de distintas ONGs hermanadas con el ICAHD han podido compartir la desesperación de las familias árabes ante la impunidad de las demoliciones y la solidaridad que, desde la defensa de la legalidad internacional, las ha vuelto a levantar, aunque sea temporalmente, para defender sus derechos a un techo en su propio país ocupado, frente a la policía israelí, los colonos y sus buldócers. Como concluye Meir Margalit en su libro: “Cuatro décadas después de que la ciudad fuera “reunificada” a la fuerza por las fuerzas armadas israelíes, la ciudad sigue mas dividida que nunca. Las barreras psicológicas y socio-económicas que parten la ciudad son mucho más altas que el muro que dividía la ciudad antes de 1967 en sus sectores occidental y oriental. Israelíes y palestinos se han convertido en este período en ciudadanos de dos mundos separados e irreconciliables. Un abismo les separa. Residen en el mismo espacio territorial, pero como si vivieran en dos planetas diferentes y el odio y la rabia circulan por sus venas. El proyecto de anexión israelí ha sido un completo fracaso. No debe sorprendernos, porque Israel nunca intento de verdad integrar al sector palestino de la ciudad. Israel ansiaba la tierra, pero no a quienes vivían en ella. Y por ello, el estado ha llevado a cabo una política ambigua de inclusión del territorio y exclusión de su población. El reencuentro judío con la “Ciudad Vieja” engendra pasiones con el paisaje físico, al mismo tiempo que miedo en relación al paisanaje. Para Israel, los lugares son parte esencial de la historia judía, pero al mismo tiempo la presencia de la población árabe la cuestiona, rompe su imagen preconcebida de la ciudad. Ante esta dicotomía, la política del gobierno ha sido una sistemática “israelización” de la parte oriental de la ciudad, minimizando la presencia palestina en el espacio. La historia de Jerusalén en estos últimos 40 años podría llevar por título “40 años de discriminación”. Por ello, Jerusalén, mas que una ciudad, es un polvorín que puede estallar en cualquier momento”. NOTAS: [1] Meir Margalit, Seizing Control of Space in East Jerusalem, Editorial Sifrei Aliat Gag, Jerusalem 2010. El libro puede comprarse por correo, solicitándolo al ICAHD (http://www.icahd.org/). El reciente libro de Margalit se inscribe en una tradición de investigación urbana sobre Jerusalén entre los que merece la pena citar las obras de Amir Chesin, Bill Hutman y Avi Melamed, Separate and Unequal: The inside story of Israeli rule in East Jerusalem, Harvard University Press 1999, así como los anteriores libros de Margalit, No Place like Home: House demolitions in East Jerusalem, ICAHD 2005, y Discrimination in the heart of the Holy City, IPCC 2006. [2] Sobre los campamentos de verano del ICAHD ver el folleto en castellano http://www.icahd.org/wp-content/uploads/2010/08/Prensa-Spanish.pdf, asi como la reciente crónica del corresponsal de Público en Jerusalem, E. Garcia Gascón, “Reconstrucción de casas palestinas “made in Spain”, 3-8-2010, (http://www.publico.es/internacional/330697/reconstruccion/casas/palestinas/made/in/spain) Gustavo Búster es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. www.sinpermiso.info, 12 septiembre 2020 |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario