Traducido por Caty R. |
En muchos aspectos, el informe de la «Comisión Mucyo» (nombre de su presidente, Jean de Dieu Mucyo, ex ministro de Justicia que se salvó del genocidio) no hace más que retomar el trabajo de la «Misión parlamentaria informativa sobre el papel de Francia en Ruanda», presidida en 1998 por Paul Quilès. Los parlamentarios franceses, que tuvieron acceso a una buena parte de los documentos diplomáticos y militares relativos a la intervención francesa en Ruanda a partir de octubre de 1990, no dejaron de señalar la falta de control político de París, e incluso la connivencia con un régimen de tipo fascista basado en la discriminación étnica, y la intervención militar derivada exclusivamente de los caprichos de François Miterrand y sus próximos.
La parte del informe Mucyo dedicada a las actuaciones diplomáticas y políticas francesas confirma las apreciaciones de Paul Quilès al aportar el análisis de los archivos del régimen del presidente Juvénal Habyarimana. Más novedoso, y mucho más grave, es el contenido del tomo I del informe Mucyo, que añade testimonios de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos por los militares franceses a partir de 1990. La Comisión Quilès ya planteó la pertinencia del compromiso de los militares franceses con los soldados y gendarmes ruandeses en las operaciones policiales cuando se encontraban en Ruanda para «proteger a los expatriados franceses». Se trataba de controles de carretera dirigidos a detectar la presencia de «infiltrados» mientras la población tutsi era globalmente sospechosa para el régimen de Habyarimana de constituir una «quinta columna».
La misión informativa francesa ya reveló testimonios sobre las ejecuciones sumarias de civiles identificados en los controles de carreteras como tutsis por el carné de identidad étnico ante los ojos indiferentes, cuando no «cooperadores», de los militares franceses, y sobre la práctica de los militares ruandeses de violar a las mujeres y niñas tutsi, violaciones en las cuales habrían participado los militares franceses, o que incluso habrían provocado ellos mismos. El informe Mucyo está dirigido a documentar dichas prácticas como frecuentes, e incluso sistemáticas.
Desde 1959 la población tutsi era víctima de malos tratos y de todo tipo de discriminaciones basadas en un carné de identidad con la clasificación étnica, evocadora de malos recuerdos para los diplomáticos franceses, los cuales sólo sugirieron tímidamente al presidente Habyarimana la supresión de la mención étnica, como lo documentó la misión Quilès con el testimonio del ex embajador de Kigali.
Los parlamentarios franceses también revelaron otra iniciativa inquietante de los gendarmes franceses en la misión de Ruanda: la creación del «Centro de investigación criminal y documentación» (CRCD), una base de datos informática de las personas políticamente sospechosas que evocaba, a su vez, el siniestro «fichero judío» de Vichy, y que parecía tener la misma «finalidad», en 1994. El informe ruandés es mucho más preciso: cita nominalmente a los gendarmes franceses apoyándose en facsímiles de documentos administrativos.
En el análisis del papel de los protagonistas políticos de Francia, la comisión Mucyo recuerda que las autoridades francesas no podían ignorar que en Ruanda se preparaba el genocidio de los tutsi, ya que habían sido alertados en varias ocasiones tanto por los diplomáticos como por altos oficiales del ejército. El giro más polémico del informe sigue siendo el bombardeo de acusaciones lanzadas contra la actuación francesa durante la «operación Turquesa», de junio a agosto de 1994. Si los parlamentarios franceses señalaron los errores del mando militar en la apreciación de la crisis y en el tardío socorro a los tutsi asediados de Bisesero, ahora se presentan acusaciones de intencionalidad contra los militares franceses.
Estos últimos, inmersos en una especie de ósmosis sanguinaria con el ejército del antiguo régimen, habrían intentado perfeccionar el diseño del genocidio: armamento de milicianos, matanza de tutsis, violaciones e incitaciones a la violación y ocultamiento de fosas comunes habrían sido las actuaciones habituales de un ejército francés acompañado de periodistas que, sin embargo, no vieron nada de eso ni parecido… ¿Esta parte es suficiente para eliminar cualquier credibilidad al informe Mucyo? ¿Hay que rechazarlo sin más análisis? ¿Las audiencias a los detenidos, que son la base de una buena parte del trabajo de investigación, son sospechosas por naturaleza? El rechazo inmediato del Ministerio de Asuntos Exteriores francés del trabajo de la comisión ruandesa no puede ser suficiente para cerrar un capítulo de la historia que los franceses perciben dolorosamente.
Entre los miembros de la comisión figuran dos profesores universitarios, José Kagabo, historiador y profesor en la «Ecole des hautes études en sciences sociales» de París, que fue largamente entrevistado por la misión Quilès, y Jean-Paul Kimonyo, autor de una tesis doctoral en la Universidad de Québec, Montreal, que se editó en un libro considerado como uno de los mejores y más exhaustivamente documentados sobre el genocidio de 1994. Además, los interrogatorios de los detenidos, cuando se llevan a cabo por investigadores o periodistas expertos, siguen siendo una fuente de información irreemplazable.
En vez de debatir sobre las responsabilidades de Francia en Ruanda y enfangarse en polémicas metodológicas, sería preferible continuar el trabajo empezado por Paul Quilès hace diez años. El ex ministro socialista de Defensa sugirió que se reabriera el expediente más tarde, por una auténtica comisión de investigación parlamentaria, si apareciese algún elemento nuevo. Desde 1998 no han faltado revelaciones.
El informe Mucyo, que requiere una verificación, constituye uno de dichos «elementos nuevos». El décimo aniversario del informe parlamentario francés, en diciembre de 2008, podría ser la ocasión para completar el imprescindible trabajo de memoria y clarificación. De esa forma Francia podrá reconciliarse con su propia memoria antes de emprender una reconciliación con Ruanda, y también con el resto del mundo, a menudo mejor informado que los franceses de lo que se hizo en Ruanda en su nombre…
Jean-François Dupaquier, escritor y periodista francés, ha publicado numerosos artículos sobre Burundi y Ruanda. Dirigió la edición de la obra La justice internationale face au drame rwandais (Karthala, 1996) y colaboró en: Rwanda. Les médias du génocide (Karthala, 1995), con Jean-Pierre Chrétien.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.
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