Asume el gobierno paraguayo y pone fin a 61 años de hegemonía del Partido Colorado
Promete Lugo combatir con ideales socialistas la corrupción y la pobreza
■ Termina “un Paraguay exclusivo, segregacionista y con fama de corrupto”, afirma el ex obispo
■ El nuevo presidente renuncia a su salario presidencial y exhorta a líderes políticos a imitarlo
Ampliar la imagen Fernando Lugo saluda a la multitud que se reunió en una plaza del Congreso, la que coreaba que ahora “el pueblo está en el poder” Foto: Reuters
Asunción, 15 de agosto. Fernando Lugo, un ex obispo católico adherido a la corriente de la teología de la liberación y sin experiencia política, tomó posesión hoy de la presidencia del país con la promesa de utilizar sus ideales socialistas para combatir la alta corrupción y la pobreza que azota a 40 por ciento de los paraguayos.
La investidura del nuevo mandatario, quien gobernará hasta 2013, ocurrió en una plaza del Congreso, durante un acto público que congregó a 15 mil personas que coreaban “Lugo presidente, el pueblo en el poder”.
Muchas familias jóvenes con niños, sindicalistas, campesinos llegados de diferentes partes del país, indígenas, religiosos, ancianos y grupos folclóricos se reunieron en el lugar para escuchar las primeras palabras del presidente que fue sacerdote durante 30 años.
El mandatario saliente Nicanor Duarte entregó los atributos presidenciales dentro de la sede legislativa y al abandonarla fue abucheado por la muchedumbre.
Con la llegada al poder de Lugo –quien recibió dispensa del Vaticano para ejercer la presidencia con la posibilidad de regresar al episcopado– terminan 61 años de hegemonía del derechista Partido Colorado, 35 de ellos bajo la dictadura de Alfredo Stroessner.
Vestido con camisa blanca con cuello tipo Mao y sandalias, con sus infaltables anteojos y barba entrecana, Lugo juró “cumplir y hacer cumplir la Constitución” ante el presidente del Senado, Enrique González Quintana.
“Hoy termina un Paraguay exclusivo, un Paraguay segregacionista, un Paraguay con fama de corrupto. Hoy se inicia la historia de un Paraguay cuyas autoridades serán implacables con los ladrones del pueblo”, dijo Lugo en su discurso tras la juramentación.
Durante su alocución que duró 45 minutos, el nuevo mandatario defendió su creencia cristiana y aseguró al derramar algunas lágrimas que “este laico estará eternamente agradecido a la Iglesia católica y seguirá profesando su fe”.
Lugo citó los nombres del brasileño Leonardo Boff y el peruano Gustavo Gutiérrez Merino, considerados los representantes más destacados de la teología de la liberación, corriente de la Iglesia católica que surgió después del Concilio Vaticano II.
El nuevo gobernante recordó el paisaje social que lo llevó a inclinarse por el sacerdocio en una Iglesia comprometida con los excluidos de este país, donde más de 40 por ciento de sus 6.1 millones de habitantes vive en la pobreza.
Aseveró que impulsará una educación “para el cambio social con una irrestricta defensa de los derechos humanos” que le permita al país tener una economía sustentable con equidad y afrontar los fenómenos mundiales que regulan el mercado.
Con una popularidad récord de 97 por ciento, Lugo es el 47 presidente constitucional de Paraguay, el sexto desde la caída de la dictadura y el primero en la historia del país que recibe pacíficamente el poder de un partido a otro de signo político diferente en una nación caracterizada por golpes, cuartelazos y guerras civiles.
La ceremonia contó con la presencia de los presidentes Cristina Fernández, de Argentina; Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil; Tabaré Vázquez, de Uruguay; Michelle Bachelet, de Chile; Rafael Correa, de Ecuador; Manuel Zelaya, de Honduras, y Ma Ying Jeou, de Taiwán, además del príncipe Felipe de Borbón de España.
En el contexto de un plan de austeridad y transparencia con que empezará su gestión presidencial, Fernando Lugo renunció a su salario y exhortó a los líderes políticos a que lo imiten. “Los pobres necesitan más que yo”, afirmó.
Uno de sus grandes desafíos será generar los puestos de trabajo que prometió, en una economía dependiente de sus exportaciones de soya y carne que no posee un aparato industrial sólido.
También deberá imponer su autoridad para evitar que la heterogénea alianza que lo llevó al poder se resquebraje por las diferencias políticas que la cohabitan.
Para lograr aumentar los ingresos del Estado, Lugo, de 57 años, buscará renegociar al alza con Argentina y Brasil los precios de la electricidad en dos represas hidroeléctricas binacionales, un acuerdo que promete ser complicado.
Lugo escogió un gabinete económico moderado y se mostró proclive a abrir las empresas estatales al capital privado en un modelo mixto de gestión.
Otro frente de tormenta se sitúa entre los campesinos sin tierra, que exigen el cumplimiento de la promesa electoral de una reforma agraria integral.
La Organización Nacional Campesina de Paraguay, por ejemplo, dijo que en los próximos 100 días no realizará tomas de tierras.
Además, el ex sacerdote tendrá que lidiar con la corrupción, inseguridad, desempleo y migración.
El nuevo líder del Ejecutivo fue catapultado por la coalición de diversos orígenes partidarios llamada Alianza Patriótica para el Cambio, que no logró mayoría propia en el Congreso y ganó las elecciones el pasado 20 de abril.
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