HuicholesLa mitología de un Pueblo “El pueblo Huichol en México narra como, durante el gran diluvio que arrasó con una antigua civilización, una misteriosa anciana, llamada Tatusi Nakawé, subió en su precaria embarcación a un hombre y su pequeña perrita. Ellos serían, mas tarde, quienes darían inicio a su particular y mítica cultura. De origen aún incierto, pero con seguridad, gracias a que mantuvieron una vida independiente durante el período colonial, que este pueblo conserva sus mitos ancestrales aún incólumes. Creencias que una y otra vez confirman, desde tiempos antiguos, al efectuar múltiples peregrinajes, desde el noroeste montañoso de México donde habitan, hasta este lugar del litoral donde depositan sus ofrendas y recrean, con profundo respeto y obediencia, su mitología originaria. Es precisamente esta necesidad de comunicarse con los antepasados que les ha llevado, además, a levantar en este sitio un Templo o RIRIKI que arreglan constantemente y sacralizan en íntima ceremonia. Consagran pues, en una acción que responde a la necesidad del Ser humano de crear un espacio espiritual, un Templo por ellos erigido. Una obra del hombre bendecida por sí mismo, con sus propias manos y que adquiere el carácter de Sagrada por su sola voluntad. A partir de allí, dice esta fascinante mitología, caminaron los primeros hombres hacia el oriente, hacia el desierto de Wirikuta. Buscaban, el opuesto y segundo punto cardinal, el nacimiento del sol, el trayecto que sostiene, como eje medular, a sus dos extremos. Solo así, sus pensamientos conseguirían la armonía, el equilibrio substancial entre el poniente, ocaso de un pasado, y el oriente, nacimiento de un nuevo mundo, de este universo antípoda, contrapuesto, de una Era que requiere lo disímil para existir y que exige, a su vez, ser también recreada para persistir. El calendario ritual del pueblo huichol establece dos temporadas estacionales: El de lluvias que se relaciona con el diluvio y origen del mundo, por tanto, con la oscuridad y el caos, y el tiempo de sequedad, que es el que da luz a su mundo, donde amanece y despunta el Padre Sol. La pintura facial que las madres, en esta fiesta, dibujan sobre las mejillas de sus hijos, se forma con la raíz de una planta silvestre extraída del desierto de Wirikuta y conocida como Uxa. Son adornos alusivos a la flor del peyote y al sol, signos para que sus deidades puedan advertirlos, señales para indicarles su presencia. Es también un leguaje, representa la identidad y comunicación de los niños con estos seres sobrenaturales. Es la entrega a sus seres protectores, en un diálogo en el que estarán inmersos por varias horas. Luego, las madres también pintarán sus rostros, es un lazo en la que ellas y sus hijos comulgan juntos. El homenaje se inicia entonces en el exterior del Templo o Calihuey a primera hora de la mañana. En el Poniente se ubica el tambor ó Tepo que, adornado con guirnaldas de la flor del cempasúchil, empezará a fragmentar al silencioso amanecer. Así, los peregrinos que partieron, llevando consigo a una de las niñas vendada de los ojos, según la tradición del primer viaje al desierto y, como ellos, en total ayuno desde las montañas, entregarán en este sitio sagrado, llamado Tatei Matinieri, la mirada de esta niña, su asombro. La deidad entonces, convertida en imagen, entrará abruptamente en su mente para quedar grabada por siempre, permanecerá eterna e indisoluble junto a ella. Las ofrendas que elaboran conllevan una profunda significación. Representan la materialización de su capacidad creadora, el producto generado con una intensa sensibilidad, la elaboración hecha con amor gracias al apego con lo sobrenatural. Representa además, la humildad del Ser humano ante las fuerzas superiores, su derrota ante quienes invariablemente gobiernan sus destinos. Es también, el lazo que une y comulga, la entrega de su obra, de su pobreza. (Desamparo/necesidad) El agua sagrada de Tatei Matinieri será entonces untada sobre sus cabezas y cuerpos. Ellos recibirán, a cambio de sus ofrendas, el amparo, la protección en substitución del voto, del esfuerzo y sacrificio que realizan. Para ellos, el mundo se desenvuelve entonces en una dimensión sagrada, donde el hombre establece un nexo sublime y permanente con las deidades. Cosmovisión admirable que conlleva un estado sensorial profundo, una comunicación constante con las divinidades quienes, al ser espíritu y materia, exigen su culto, su contraparte para existir y dejarlos existir. Otra cuerda paralela y adornada con flores será atada junto a la primera. La forma y color de las flores simbolizarán al colibrí que, asociado a los niños, absorberán, como las chupirosas, su miel. La sangre de los animales sacrificados en la fiesta también se verterá sobre sus aguas y los demás lugares sagrados. Representa la entrega de una vida para el sostenimiento de otra existencia. Así como en la antigüedad cuando los dioses se auto inmolaron, el niño que se arroja en la hoguera y se transforma en el astro diurno, el venado que se entrega voluntariamente a los cazadores y se convierte luego en el peyote, así también el animal, fuente de poder y magia, entrega sus poderes divinos para transformarse en alimento, otorga su sangre para ser untada en el maíz, en la Madre Niwetsika, sangre que será llevada, como ofrenda, hasta los lugares sagrados, hasta Tatei Matinieri. Lugar donde los peregrinos además, durante su travesía, recogerán un poco de su agua sagrada para consagrar sus alimentos y a todos aquellos que no pudieron partir al desierto de Wirikuta. El tesguino es el licor del maíz que fermentado, genera en quien lo bebe un estado de mayor emotividad. Lo toman tanto los hombres como las mujeres y los niños, produce una carga de fervor y pasión. Les induce a sentir con mayor intensidad la ceremonia, llegar al éxtasis, a una embriaguez en sus cantos y rezos. Para ellos la historia se encuentra entonces plasmada en los mitos, tradiciones y en todas las manifestaciones simbólicas de sus antepasados. Los peregrinos en el desierto pintarán también sus rostros y algunas de sus pertenencias con la raíz del Uxa. Avanzarán durante el atardecer, a vista de sus deidades, hasta otros lugares sagrados. El Marakame entonces podrá guiarlos hasta el lugar de sus sueños, a encontrar a Kallumari para sacrificarlo. La noche no disminuye el fervor de los que permanecen distantes en las frías montañas. Ellos, como los peregrinos, permanecerán toda la noche en vigilia. Es la fuerza de sus creencias la que impone esta expiación que da valor a sus prácticas. Finalmente, el fuego es el mismo para ambos, les mantendrá unidos, juntos en su larga travesía. Al amanecer, frente a los primeros rayos de Tayau, el Padre Sol, los peregrinos pintarán nuevamente sus rostros con la raíz del Uxa. Elaborarán diseños figurativos y abstractos que darán identidad a cada uno de ellos. Al pintarse, las deidades podrán inequívocamente reconocerlos, sufrirán una transformación, una mutación que les acercará a lo divino. Podrán encarnar poder y develar los verdaderos rostros de los dioses. Con sus máscaras, convertirse en deidades ocultas. Igual que el becerro, la divinidad ahora convertida en peyote entregará su sangre y su cuerpo. Una vez cazado y atravesado por la flecha, el primer peyote será depositado en la jícara para llevarlo de regreso a casa y colocarlo en el CALIHUEY Los otros peyotes recolectados serán cortados de su raíz y preparados para la ceremonia antes de ser consumidos. Se pondrán sobre la tierra, unos junto a otros mientras se cava con las manos, el espacio donde se depositarán las ofrendas, aquellas que guardaron los peregrinos para este último momento. Regresarán después al hogar, junto a sus hijos y esposas. Llevarán consigo al divino luminoso, cargarán, para la última y quizá más significativa fiesta del período de luz, el peyote que será entregado a la comunidad. De vuelta en la comunidad y luego de haber cazado un venado en la montaña, la peregrinación saludará, en un ritual frente al fuego y con las flechas del acierto, a los miembros del grupo. Contarán sus hazañas y sucesos mientras los jóvenes, mujeres y niños, prepararán la fiesta del jikuri neixa. Nuevamente darán muerte a un becerro y derramarán su sangre sobre la tierra. Otra vez el rito, los rezos y plegarias que repiten incansables una y otra vez. Es la necesidad de llevar sus ruegos, desde este diminuto espacio que es su comunidad, hasta la vastedad del espacio infinito donde moran sus dioses. Mojar con el rojo sus ofrendas es la forma de expresarse, tatuar sus rostros con la sangre del animal el lenguaje que revela que ellos también son mortales, depositarlos en el Calihuey, junto a la jícara con el primer peyote hallado en el desierto, el intento por eternizarlos. Una vez concluido este homenaje, el Marakame entregará para su preparación y consumo los cactus traídos desde Wirikuta. Serán limpiados y lentamente masticados en un primer contacto con el peyote antes de la fiesta y celebración. Luego las mujeres, moliéndolos en una piedra o metate, elaborarán una masa espesa a la que se agregará un poco de agua para producir el brebaje de la mezcalina, que se tomará repetidamente, por cinco ocasiones. La danza y el canto se fundirán entonces en ese mantra pagano. (en esa especie de mantra pagano) Buscará que participen sus dioses; el golpeteo sobre la tierra acompañará a su llamado glorioso, se mezclarán en cada paso, en cada golpe, en cada movimiento. A mediodía, cuando el Padre Sol se encuentre ya en el cenit, procederán todos a dibujar sus rostros con el uxa, trazarán las formas y figuras más seductoras, su intención será llamar la atención de Tayau, procurar su mirada. Una vez arreglados, el grupo avanzará para reverenciar los puntos cardinales. FIN E. Aguilar
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domingo, 3 de agosto de 2008
PUEBLOS DE MÉXICO: LOS HUICHOLES. Tomado de: http://www.worldvillages.net/rel_huicholes.html
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