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miércoles, 13 de agosto de 2008

FILOSOFÍA: "Queda Más Día Por Amanecer", por Henry D. Thoreau...




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-CONCIENCIA VIGILANTE — August 13, 2008 @ 10:56 am


Dadme la verdad, más que amor, dinero, fama. No hay ni uno solo de mis lectores que haya vivido una vida humana en su integridad. Estamos familiarizados con una mera película del globo sobre el que vivimos. No sabemos dónde estamos. Además, casi la mitad del tiempo estamos profundamente dormidos. Sin embargo, juzgamos que somos sabios y tenemos un orden establecido en la superficie. La vida está en nosotros como el agua en el río. Podría subir este año más de lo que el hombre ha conocido jamás e inundar las sedientas tierras altas. No siempre ha sido seca la tierra donde vivimos. Hay un flujo incesante de novedad en el mundo y, sin embargo, toleramos una torpeza increíble. Pensamos que sólo podemos cambiar de vestido. No digo que cualquiera se de cuenta de todo esto, pero ése es el carácter de la mañana que el mero paso del tiempo no puede hacer que amanezca. La luz que deslumbra nuestros ojos es oscuridad para nosotros. Sólo amanece el día para el que estamos despiertos. Queda más día por amanecer. El sol no es sino una estrella matutina.”
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Dadme la verdad, más que amor, dinero, fama. Me senté a una mesa donde había buena comida y vino en abundancia y un servicio solícito, pero no había sinceridad ni verdad, y me marché con hambre de aquel inhóspito banquete. La hospitalidad fue tan fría como los helados. Creo que no hubiera hecho falta hielo para congelarlos.



NO SABEMOS DÓNDE ESTAMOS Y CASI LA MITAD DEL TIEMPO ESTAMOS PROFUNDAMENTE DORMIDOS, PERO AÚN ASÍ JUZGAMOS QUE SOMOS SABIOS



Me hablaban de la antigüedad del vino y de la fama de la cosecha, pero yo pensaba en un vino más añejo, más reciente, más puro, de una cosecha más gloriosa que no habían recogido y no podían comprar. El estilo, la casa, el terreno y las “diversiones” no son nada para mí. Fui a visitar a un rey, pero me hizo esperar en el vestíbulo y se comportó como un hombre incapacitado para la hospitalidad. Había un hombre en mi vecindario que vivía en el hueco de un árbol. Sus modales eran verdaderamente regios. Me habría ido mejor si le hubiera visitado a él.

¿Cuánto tiempo seguiremos sentados en nuestros porches practicando ociosas y rancias virtudes que cualquier trabajo haría impertinentes? ¡Como si alguien pudiera empezar el día con resignación y contratar a un hombre para que cultivara sus patatas y, por la tarde, acudir a practicar la mansedumbre y la caridad cristianas con premeditada bondad! Consideremos el orgullo chino y la sofocante complacencia de la humanidad consigo misma. Esta generación tiende a congratularse de ser la última de una estirpe ilustre y en Boston, Londres, París y Roma, pensando en su larga descendencia, habla satisfecha de sus progresos en el arte y la ciencia y la literatura.
¡Hay actas de las sociedades de filosofía y elogios públicos de los grandes hombres! El buen Adán contempla su propia virtud. “Sí, hemos hecho grandes cosas y entonado canciones divinas que nunca morirán”, es decir, mientras nosotros las recordemos. ¿Dónde están las sociedades ilustradas y los grandes hombres de Asiria? ¡Qué jóvenes filósofos y experimentadores somos!
No hay ni uno solo de mis lectores que haya vivido una vida humana en su integridad. Tal vez sean éstos los meses de primavera de vida de la raza. Aunque hayamos pasado la sarna de los siete años, aún no hemos visto la plaga de langostas de diecisiete años en Concord. Estamos familiarizados con una mera película del globo sobre el que vivimos. La mayoría no ha cavado más de siete pies de hondo en la superficie ni saltado otro tanto sobre ella. No sabemos dónde estamos. Además, casi la mitad del tiempo estamos profundamente dormidos. Sin embargo, juzgamos que somos sabios y tenemos un orden establecido en la superficie.
¡Verdaderamente somos pensadores profundos, espíritus ambiciosos! Cuando estoy por encima del insecto que se arrastra entre las agujas de pino por el suelo del bosque y trata de ocultarse a mi vista,y me pregunto por qué acaricia esos humildes pensamientos y esconde su cabeza de mí, que podría ser su benefactor y transmitir a su raza una información jubilosa, recuerdo al gran benefactor y a la inteligencia que está por encima de mí, el insecto humano.



EL MERO PASO DEL TIEMPO NO PUEDE HACER QUE AMANEZCA, PUES SÓLO AMANECE EL DÍA PARA EL QUE ESTAMOS DESPIERTOS



Hay un flujo incesante de novedad en el mundo y, sin embargo, toleramos una torpeza increíble. Sólo tengo que señalar los sermones que aún se escuchan en los países más ilustrados. Contienen palabras como gozo y pena, pero sólo son la carga del salmo, entonado con un gangueo nasal, mientras seguimos creyendo en lo ordinario y mediocre. Pensamos que sólo podemos cambiar de vestido. Se dice que el Imperio Británico es muy grande y respetable y que los Estados Unidos son una potencia de primer orden. No creemos que una marea suba y baje detrás de cada hombre, en el cual el Imperio Británico flotaría como una astilla si los hombres la abrigaran en su imaginación. ¿Quién sabe qué plaga de langostas de diecisiete años saldrá del suelo?
El gobierno del mundo en el que vivo no se ha formado, como el de Gran Bretaña, en conversaciones de sobremesa regadas con vino. La vida está en nosotros como el agua en el río. Podría subir este año más de lo que el hombre ha conocido jamás e inundar las sedientas tierras altas. Incluso podría ser el año memorable en que se ahoguen todas nuestras ratas almizcleras. No siempre ha sido seca la tierra donde vivimos. Veo tierra adentro las orillas que la corriente bañaba antiguamente, antes de que la ciencia empezara a registrar sus crecidas.
Todo el mundo ha oído contra la historia que circula por Nueva Inglaterra del fornido y hermoso insecto que salió de la tabla seca de una vieja mesa de madera de manzano y que había estado en la cocina de un granjero durante sesenta años, primero en Connecticut y luego en Massachusetts, de un huevo depositado en el árbol vivo muchos años antes, como se vio al contar las capas anulares a su alrededor. Lo oyeron roer durante semanas, tal vez empollado por el calor de una cafetera. ¿Quién no siente fortalecida su fe en la resurrección y la inmortalidad al oír esto?
¡Quién sabe qué hermosa y alada vida -cuyo huevo ha estado sepultado durante años bajo muchas capas concéntricas de rigidez en la seca vida muerte de la sociedad, depositado al principio en la albura del árbol verde y vivo, gradualmente convertido en la semblanza de su tumba acondicionada, una vida a la que tal vez la asombrada familia del hombre, sentada a la mesa festiva, haya oído roer durante años- podrá salir inesperadamente del mobiliario más trivial y usado para disfrutar, por fin, su perfecta vida de verano!
No digo que John o Jonathan se den cuenta de todo esto, pero ése es el carácter de la mañana que el mero paso del tiempo no puede hacer que amanezca. La luz que deslumbra nuestros ojos es oscuridad para nosotros. Sólo amanece el día para el que estamos despiertos. Queda más día por amanecer. El sol no es sino una estrella matutina.
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HENRY D. THOREAU, Walden. Ediciones Cátedra, 2007. Traducción de Javier Alcoriza y Antonio Lastra.

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