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lunes, 30 de mayo de 2011

OBAMA, PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS Y FIEL ASISTENTE DE HILLARY CLINTON, CABILDEA EN LA ONU PARA QUE ESTADOS UNIDOS Y SUS ALIADOS DE LA OTAN BOMBARDEEN ISRAEL

NOTA ACLARATORIA: Bueno, eso es lo que suponemos debería hacer el flamante premio nobel de la paz, si fuera consecuente con sus actos. Pues eso fue lo que está haciendo con Libia.

copiado de LA JORNADA   www.jornada.unam.mx

Nadie quiere hablar de balas israelíes

Robert Fisk

Fui a ver a Munib Masri en su hospital de Beirut. Él es parte de la revolución árabe, aunque no lo ve así. Su rostro denotaba el dolor que sentía; le ponían suero, tenía fiebre y unas espantosas heridas causadas por una bala israelí de 5.6mm que le dio en el brazo. Sí, una bala israelí, porque Munib era uno de los miles de jóvenes palestinos y libaneses desarmados que se plantaron frente al fuego abierto por los israelíes hace dos semanas, en la frontera de la tierra que llaman Palestina.
“Estaba furioso… acababa de ver cómo los israelíes golpeaban a un niño –me dijo Munib–. Me acerqué a la valla fronteriza; los israelíes disparaban a mucha gente. Cuando me dieron, quedé paralizado. Se me doblaron las piernas. Luego me di cuenta de lo que había pasado. Mis amigos me sacaron de allí.”
Le pregunté si forma parte de la Primavera Árabe. No, me dijo, sólo protestaba por la pérdida de su tierra. Me gustó lo que pasó en Egipto y Túnez. Me alegro de haber ido a la frontera libanesa, pero también lo lamento.
No es sorprendente. Más de 100 manifestantes inermes fueron heridos durante la marcha de palestinos y libaneses para conmemorar la expulsión y el éxodo de 750 mil palestinos de sus hogares, en 1948. Seis murieron, y entre los más jóvenes de los alcanzados por las balas había dos niñas pequeñas, una de seis años y la otra de ocho. Más objetivos de la guerra al terror de Tel Aviv, supongo, aunque la bala que mató a Munib, estudiante de geología en la Universidad Americana de Beirut, de 22 años, causó un daño terrible. Le penetró por un costado, le cortó el riñón, le dio en el hígado y luego le quebró la espina dorsal. El día que visité a Munib tuve la bala en la mano: tres pedazos refulgentes de metal color café, que se estrellaron dentro de su cuerpo. Tiene suerte de estar vivo.
Afortunado también de ser ciudadano estadunidense, para mucho que le sirvió. La embajada de su país envió una representante a visitar a sus padres en el hospital, según me contó Mouna, la madre del joven. “Estoy devastada, triste, indignada… y no quisiera que esto le pasara a ninguna madre israelí. Vino la diplomática estadunidense y le expliqué la situación de Munib. Le dije: ‘Quisiera que llevaran un mensaje a su gobierno: que presione a los israelíes para que cambien sus políticas. Si esto ocurriera a una madre israelí, el mundo se había puesto de cabeza’. Pero ella me contestó: ‘No vine a hablar de política. Estamos aquí para darles apoyo social, para desalojarlos si lo desean, para ayudarlos con los pagos’. Le dije que no necesito nada de eso: ‘necesito que expliquen la situación’.”
Cualquier diplomático estadunidense está en libertad de transmitir los puntos de vista de los ciudadanos a su gobierno, pero la respuesta de esa diplomática fue de sobra conocida. Aunque estadunidense, Munib había sido herido por una bala inconveniente. No fue una bala siria o egipcia, sino israelí, inapropiada para hablar de ella, y mucho más para persuadir a una diplomática estadunidense de hacer algo al respecto. Después de todo, cuando Benjamin Netanyahu recibe 55 ovaciones en el Congreso de Estados Unidos –más que el promedio en el parlamento baazista de Damasco–, ¿por qué el gobierno de Munib debe preocuparse por él?
En realidad, ha ido muchas veces a Palestina: su familia viene de Beit Jala y Belén, y conoce bien Cisjordania, aunque me expresó su preocupación de que pudieran arrestarlo la próxima vez que vuelva allá. Ser palestino no es fácil, en cualquier lado de la frontera en que uno se encuentre. Mouna Masri se indignó cuando su marido fue a tramitar la renovación de la residencia de la hermana de ella en Jerusalén oriental. Los israelíes insistieron en que debía venir desde Londres, aunque se les informó que estaba recibiendo quimioterapia, relató.
Yo estuve en Palestina apenas dos días antes de que hirieran a Munib, visitando a mi suegro en Nablus. Vi a toda la familia y estaba contenta, pero extrañaba mucho a Munib, así que regresé a Beirut. Él estaba muy emocionado por la marcha a la frontera. Había dos o tres autobuses para llevar a estudiantes y profesores de la universidad, y el domingo se levantó a las 6:55 de la mañana. A eso de las 4 de la tarde llamó la tía de Munib, Mai, y me preguntó si había alguna noticia; comencé a inquietarme. Luego recibí una llamada de mi marido para decirme que habían herido a Munib en la pierna.
Fue mucho peor. El joven perdió tanta sangre que los doctores del hospital Bent Jbeil temían que falleciera. Los pacificadores de Naciones Unidas en Líbano –dolorosamente ausentes de la sección de Maroun al-Ras en la frontera durante la manifestación de cinco horas– lo trajeron en helicóptero a Beirut. Muchos de quienes viajaron a la frontera con él venían de campos de refugiados y –a diferencia de Munib– jamás habían visitado la tierra de sus padres. De hecho, en muchos casos ni siquiera la habían visto.
La tía Mai describió cuántos de quienes fueron en la marcha o en autobús a la frontera sintieron una brisa que soplaba a lo largo de la frontera desde lo que hoy es Israel. Todos la aspiraron fuerte, como si fuera una especie de libertad, narró.
Y eso es. Tal vez Munib no cree formar parte de la Primavera Árabe, pero sí pertenece al despertar árabe. Aunque él tiene un hogar en Cisjordania, decidió marchar con los desposeídos cuyos hogares están dentro de lo que es hoy Israel. “No tuvieron miedo –afirmó su tío Munzer–. Esa gente quería dignidad. Y con la dignidad viene el triunfo.”
Eso es lo que gritaba el pueblo de Túnez. Y el de Egipto. Y los de Yemen, de Bahrein, de Siria. Sospecho que Obama, aunque se rebaje ante Netanyahu, también lo entiende. Era eso lo que, a su modo pusilánime, trataba de advertir a los israelíes. El despertar árabe abarca a los palestinos también.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

¡ NO BASTA CON DENUNCIAR, PUES LOS GRINGOS Y  LOS SIONISTAS NO LES IMPORTA LO QUE SE DIGA DE ELLOS! ¡BOICOTEEMOS A LOS PRODUCTOS DE ORIGEN ISRAELI!


 READ ENGLISH VERSION:



copiado de THE INDEPENDENT http://www.independent.co.u
Robert Fisk: A tale from the frontline of Palestinian protest



Saturday, 28 May 2011


I went to see Munib Masri in his Beirut hospital bed yesterday morning.
He is part of the Arab revolution, although he doesn't see it that way. He looked in pain – he was in pain – with a drip in his right arm, a fever, and the fearful wounds caused by an Israeli 5.56mm bullet that hit his arm. Yes, an Israeli bullet – because Munib was one of thousands of young and unarmed Palestinians and Lebanese who stood in their thousands in front of the Israeli army's live fire two weeks ago on the very border of the land they call "Palestine".
"I was angry, mad – I'd just seen a small child hit by the Israelis," Munib said to me. "I walked nearer the border fence. The Israelis were shooting so many people. When I got hit, I was paralysed. My legs gave way. Then I realised what had happened. My friends carried me away." I asked Munib if he thought he was part of the Arab Spring. No, he said, he was just protesting at the loss of his land. "I liked what happened to Egypt and Tunisia. I am glad I went to the Lebanese border, but I also regret it."
Which is not surprising. More than 100 unarmed protesters were wounded in the Palestinian-Lebanese demonstration to mark the 1948 expulsion and exodus of 750,000 Palestinians from their homes in Mandate Palestine – six were killed – and among the youngest of those hit by bullets were two little girls. One was six, the other eight. More targets of Israel's "war on terror", I suppose, although the bullet that hit Munib, a 22-year old geology student at the American University of Beirut, did awful damage. It penetrated his side, cut through his kidney, hit his spleen and then broke up in his spine. I held the bullet in my hand yesterday, three sparkling pieces of brown metal that had shattered inside Munib's body. He is, of course, lucky to be alive.
And I guess lucky to be an American citizen, much good did it do him. The US embassy sent a female diplomat to see his parents at the hospital, Munib's mother Mouna told me. "I am devastated, sad, angry – and I don't wish this to happen to any Israeli mother. The American diplomats came here to the hospital and I explained the situation of Munib. I said: 'I would like you to give a message to your government – to put pressure on them to change their policies here. If this had happened to an Israeli mother, the world would have gone upside down.' But she said to me: 'I'm not here to discuss politics. We're here for social support, to evacuate you if you want, to help with payments.' I said that I don't need any of these things – I need you to explain the situation."
Any US diplomat is free to pass on a citizen's views to the American government but this woman's response was all too familiar. Munib, though an American, had been hit by the wrong sort of bullet. Not a Syrian bullet or an Egyptian bullet but an Israeli bullet, a bad kind to discuss, certainly the wrong kind to persuade an American diplomat to do anything about it. After all, when Benjamin Netanyahu gets 55 ovations in Congress – more than the average Baath party congress in Damascus – why should Munib's government care about him?
In reality, he has been to "Palestine" many times – Munib's family comes from Beit Jala and Bethlehem and he knows the West Bank well, though he told me he was concerned he might be arrested when he next returns. Being a Palestinian isn't easy, though, whichever side of the border you're on. Mouna Masri was enraged when her sister asked her husband to renew her residency in east Jerusalem. "The Israelis insisted that she must fly from London herself even though they knew she was having chemotherapy.
"I was in Palestine only two days before Munib was hurt, visiting my father-in-law in Nablus. I saw all the family and I was happy but I missed Munib very much and so I returned to Beirut. He was very excited about the march to the border. There were three or four buses taking students and faculty from the university here and he got up at 6.55 on the Sunday morning. At about 4pm, Munib's aunt Mai called and asked if there was any news and I began to feel uneasy. Then I had a call from my husband saying Munib had been wounded in the leg."
It was far worse. Munib lost so much blood that doctors at the Bent Jbeil hospital thought he would die. The United Nations peacekeepers in Lebanon – disastrously absent from the Maroun al-Ras section of the border during the five-hour demonstration – flew him by helicopter to Beirut. Many of those who travelled to the border with him had come from the refugee camps and – unlike Munib – had never visited the land from which their parents came. Indeed, in some cases, they had never even seen it.
Munib's aunt Mai described how many of those who had gone on the march and by bus to the frontier felt a breeze coming across the border from what is now Israel. "They breathed it in, like it was a kind of freedom," she said. There you have it.
Munib may not believe he is part of the Arab Spring but he is part of the Arab awakening. Even though he has a home in the West Bank, he decided to walk with the dispossessed whose homes lie inside what is now Israel. "There was a lack of fear," his Uncle Munzer said. "These people wanted dignity. And with dignity comes success." Which is what the people of Tunisia cried. And of Egypt. And of Yemen, and of Bahrain, and of Syria. I suspect that Obama, despite his cringing to Netanyahu, understands this. It was what, in his rather craven way, he was trying to warn the Israelis about. The Arab awakening embraces the Palestinians too.

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