Hablan los maestros que no comen |
Escrito por Alma Karla Sandoval |
Lunes, 22 de Septiembre de 2008 00:00 |
Lo que faltaba: una vida contra muchas. Por un lado, la de Adriana Espinoza, presidenta de la Asociación Estatal de Padres, quien protesta, dejando de comer, en contra del plantón magisterial. Por el otro, más de una docena de maestros de todas las regiones de Morelos que desde el 15 de septiembre comenzaron su huelga de hambre. Sólo beben Pedialyte, Gatorade, té y miel. Un doctor, como a Espinoza, vigila a los profesores. A la entrada del Palacio de Gobierno ellos conversan, callan de cuando en cuando y luego ríen. Afirman que duermen en la casa del pueblo y que su huelga es un recurso pacifista, “nuestra lucha es así”, ante la cerrazón de las autoridades. Me les colé el miércoles pasado. Ahí estuve, bien sentadita, dentro una de las carpas del zócalo. Encontré a uno que otro maestro ya con ojeras, sin discursos. Me recibió María del Rosario Salazar, una de los responsables de la seguridad de sus compañeros. Fue la primera en referirse a la convicción, su palabra favorita: “que es la seguridad de que estamos bien luego de analizar y analizar las propuestas de la Alianza y darnos cuenta de que es algo injusto, un engaño”, decía mientras me mostraba la copia del contrato eventual de una maestra en Quintana Roo. “De esta forma ya no puede conseguir una base”. Las palabras de María del Rosario fueron interrumpidas por un grupo de alumnos que llegaron a manifestarse a favor de la huelga. Aplausos, porras, un contundente: “¡No están solos, no están solos!” movilizó a la gente dentro de la carpa. “Tenemos mucho apoyo, mucha ayuda, es la verdad”, expresó un maestro como si estuviera confesándose. En ese mismo tono repitieron que irán hasta el final con sus demandas pero, ¿cuál es el final?, les pregunté. “La solución”, dijeron. ¿Y si no hay solución? “No hay final”, contestaron. Después más denuncias: que las maestras han sido maltratadas por los comerciantes del centro, “pinches viejas todas aguadas por estar dándoselo a todos”, les gritan; que Adriana Espinoza gana 20 mil pesos al mes y no tiene ningún hijo en escuela pública, que en el desalojo de Alpuyeca ultrajaron a una compañera embarazada; que los dueños de las botaneras de los alrededores pagaron para que golpearan a los maestros; que los medios de comunicación los han vuelto invisibles; que el gobernador firmó el acuerdo para echar a andar la Alianza sin leerla siquiera; que a la población se le olvida que luchan por sus hijos; que la gente cada vez está más pobre en este país sin futuro y que ellos están dando ejemplo de dignidad. Los escuché con atención y más tarde pedí hablar con uno de los huelguistas que siguen sin tener algo en el estómago. Juan Reyes Galván, de la región Jojutla, alcanzó a contarme que también estuvo protestando cuando lo de Ley del ISSSTE que sí bien fue grave y el movimiento no fue tan aparatoso, significó toda una lucha, “y ahora lo que intenta hacer este gobierno es privatizar la educación”. Le quise hacer más preguntas pero el maestro se alejaba discretamente. Noté que no están autorizados para dar entrevistas uno a uno. Entonces entendí que su organización precisa, controlada, ha sido clave para darle cohesión al movimiento. Como no me levantaba de mi lugar, un maestro muy amable sugirió que redactara un cuestionario para todos. Lo hice. Esperé más de media hora. Cumplieron entregándome sus respuestas en unas hojas de papel con tinta azul. Entonces leí que están seguros de que su movimiento será cada vez más fuerte porque tienen razón y saben que hay gente honesta que sabrá escucharlos. Para los maestros que no comen, el valor civil es la determinación para hacer valer sus derechos y los de la población. Aseguran que nunca creyeron que iba a ser necesario llegar a la huelga de hambre y que no son los únicos protagonistas de la lucha, ya que maestros, alumnos y padres de familia son uno solo. Piensan que les están dando a sus estudiantes una lección cívica de unidad, solidaridad, dignidad y respeto. Para bien o para mal, no resistí la tentación de preguntarles si suspenderían la huelga en el caso de que uno de ellos presentara serios problemas de salud. Así respondieron: “Eso no lo determinamos nosotros, sino la valoración médica. Nuestra convicción es firme hasta el final, sin dar un paso atrás y haciendo responsables directas a las autoridades municipales, estatales y federales”. Por último quise saber en qué piensan cuando les da hambre: “No nos da porque tenemos un objetivo firme”, añadieron. Lo cierto es que por ahí una voz decía: “El hambre duele”. |
1 comentario:
Muchas gracias por subir mi texto. Lo comparto con todo cariño.
Alma Karla Snadoval
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