Conjuros y ebriedadesCantos de mujeres mayas |
por Ámbar Past
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Nota del Editor
Hacer una exégesis de un conjuro puede parecer un desatino. Más aún, en caso de ebriedad. Pero ocurre que, por una parte, la obra que comentamos en esta páginas excede los límites de un libro porque el libro que ostenta este título tan alucinante es sólo uno de los productos de un taller de trabajo que se ha propuesto reivindicar, sobre todo, a las mujeres mayas de Chiapas, esa remota región del sur de México asolada de olvidos y desamparos multicentenarios. Allí la admonición martiana proclamada hace un siglo en el sentido de que en Nuestra América los gobernantes aprenden indio no alcanzó eco hasta que los zapatistas han obligado al gobierno federal a oír los reclamos de las grandes mayorías del país. Mientras, los pueblos indios de América, como lo censuró Mariátegui, han tenido que seguir viviendo al margen del estado y de la cultura oficiales que muestran disecada en sus museos una tradición que vive y sangra su autoctonía.
Por otra parte, EXÉGESIS se complace en dar abrigo a un trabajo editorial de gran importancia para antropólogos, lingüistas, escritores, sociólogos, políticos, feministas, etnólogos, poetas, historiadores, y para todo aquel que atesora la palabra virgen, descontaminada de los fuertes tintes de la occidentalidad y la orientalidad, todavía abocada a su fuente cultural propia, entrega fresca de la voz antigua de la tierra de la América precolombina y nueva epifanía del reino de este mundo. Ámbar Past, norteamericana, nos ofrece su versión --"en castía"-- de estos cantos de las mujeres mayas que hasta ahora habían huido de los antropólogos --casi siempre varones--, con la colaboración de Xun Okotz y Petra Ernándes, versión que es fruto de más de veinticinco años de convivencia. Los textos que presentamos aquí son sólo fragmentos del enjundioso Colofón al libro escrito por Past, algunas de sus traducciones de estos conjuros antiguos, y algunos de las xilografías sin traducir.
El libro se presentó en el Museo Casa Roig por iniciativa del Departamento de Comunicación del CUH. Damos las gracias a Ámbar Past por autorizarnos a difundir la buena noticia de esta obra real maravillosa, y a Toni Hambleton, ceramista mexicana residente en Puerto Rico, quien nos facilitó los originales.
MRD
Del vientre del canto nace todo
(Fragmentos del "Colofón")
por Ámbar Past
Estos Conjuros y ebriedades fueron soñados por mujeres mayas de los Altos de Chiapas. Las autoras tzotziles de este libro no saben leer. Ellas alegan que estos cantos les fueron entregados por sus antepasadados, los Primeros Padresmadres, quienes conservan el Gran Libro donde guardan los conjuros. Loxa Jiménes Lópes, de Epal Ch'en, Chamula, cuenta que una Anjel, hija del Dueño de las Cuevas, comenzó a hablarle en su oreja y luego en sueños le mostró el Libro con todas las palabras de los cantos.
El arte más preciado entre los tzoziles es el arte de la palabra. Las mujeres llaman escritura a las figuras que tejen en sus huipiles. Se usa el mismo verbo para decir escribir que para decir dibujar. Se sabe qure los primeros Padresmadres escribían, y se rumora que algunos de sus libros que ya nadie puede leer yacen en cofres viejos de Chamula y que cada año los abuelos los sacan con gran reverencia para echarles humo de copal y envolverlos de nuevo en trapos bordados.
Los Padresmadres conformaron una de las pocas civilizaciones en el mundo que se ingenió cómo escribir su lengua. Los antepasados de Loxa Jiménes, María Tzu y Manwela Kokoroch crearon los códices mayas, grandiosos libros sagrados escritos cuando sólo vivíamos indios en nuestras tierras. Sobre lienzos de papel de corteza de árbol pintaron pronósticos de los ciclos celestiales, profecías, adivinaciones y conjuros.
Martes es el mejor día para curar una mujer. El vidente, o ilol, que quiere decir el que ve, ensalma a la enferma ante un altar de hierbas santas y velas, entre nubes de incienso, con rezos que pueden durar toda la noche.
Si la enfermedad es muy grave, la ceremonia se prolonga durante tres días; la paciente se acuesta en un nido de flores mientras el vidente visita los santuarios en las cuevas y cumbres de las montañas, ofrendando cantos sagrados a los Padresmadres. La palabra sale de la boca de la conjuradora. Viaja con vida suya en el cuerpo de una culebra. La palabra es una larva que penetra la tierra, sale de las cuevas, vuela por los aires y cae como lluvia, mojando los cuerpos de la gente. La palabra entra en las venas y el vidente tienta la palabra en el pulso del enfermo. La palabra tiene forma de estrella, de rueda, de glifo dibujado en el rostro de la sangre. La fuerza de la palabra puede curar o matar. Una conjuradora soba al paciente con su canto. Las palabras se vuelven bola de fuego para ganarle al hechizo del enemigo; la ilol puede apoderarse de las palabras de un brujo y volver en su contra el mal que conjuró para otro.
Nos enfermamos cuando nos roban el alma. O cuando el alma se pierde por el susto de una caída. La conjuradora la llama para que regrese, chiflando con un tecomatito. Los niños corren mucho riesgo de perder sus almas en lugares que no se conoce. Hace veinte años, cuando María Tzu y su nena, Xunka', fueron a la Ciudad de México, ella a cada momento la llamaba y pastoreaba al espíritu de su criatura para que no se perdiera en el hormiguero del Metro.
Además de su alma, cada persona tiene un nagual, su animal compañía que nace junto con ella y la acompaña hasta la muerte. El nagual puede ser un jaguar, un gavilán, un colibrí, una mariposa, una comadreja, una oruga o una culebra de agua, que en vez de cabeza trae un hacha, un machete, una tijera o, inclusive, un sartén de cocina. Las brujas puden tener varios naguales: remolinos de aire, el arcoiris, relámpagos, cometas. Durante los sueños los naguales se escapan y andan sueltos por el monte. Si algo le pasa al animal, su persona se enferma.
Las envidiosas causan mucha enfermedad. Hay que procurar que el vecino no sienta envidia de uno por la casa nueva, por el maíz que cosecha o por la tortilla que lleva a su boca. Eso no es fácil por la falta de todo que padecemos los mayas en nuestros días. O nos morimos de hambre o nos matan con su envidia.
Las curanderas con más poder entre los tzotziles son las Me' Santo, las Madres del Santo, quienes curan con las palabras que salen de una caja o jícara que habla. En 1711, Dominica Lópes, de Chamula, descubrió una Virgen en su milpa. La Virgen tenía la forma de una imagen de madera que hablaba por la boca de Dominica. En 1712, una joven de Cancuc hizo de intérprete entre la Virgen de Candelaria y la gente del pueblo tzeltal. Sus palabras, pronunciadas detrás de una cortina de paja a nombre de la Virgen, provocaron una rebelión indígena en la que participaron los Soldados de la Virgen apoyados por cuatro brujas llamadas Terremoto, Rayo, Diluvio, y Viento.
Todavía se dice que las mujeres oyen voces. Hace seis años, una mujer de Epal Ch'en soñó que una voz le hablaba en su cabeza. La voz pidió su caja, y le dijo: Mamacita, te vas acasar. Era un santo ("Pagresito") que le hablaba. La mujer se casó, pero su marido la dejó con tres hijos; no le gustaba que ella hablara con un santo. Los pagresitos tienen su madre como cada cosa la tiene. El corazón es la Madre de la sangre; la Madre del Agua es el trueno; la Madre de la Mano, el dedo pulgar. La Madre de los Rayos manda la lluvia; la Madre de la Luz es una presa hidroeléctrica; no hay nada que no tenga madre.
La Madre del Maíz es una mazorca doble; salen una o dos en cada milpa. Se parece al cuerpo de una mujer, con su cabello largo. Cuando la tapiscan, le echan incienso. Una vez que su marido le pegó, la Madre del Maíz se limpió la sangre de la nariz con una mazorca; así nació el maíz rojo. Donde la Madre del Maíz orinó, brotaron las primeras calabazas; donde orinó otra vez, brotó el chayote. La Madre de la Noche no pude dormir porque las lombrices rojas que viven en su vagina le dan mucha comezón, que sólo se quita haciendo el amor con doce o quince hombres. El antropólogo Roberto Laughlin escribe, en su Gran diccionario tzotzil-maya de San Lorenzo Zinacantán, que las mujeres promiscuas y eso incluye a las que ríen a carcajadas son castigadas en el infierno con un alambre calentado al rojo vivo que les meten en la vagina; pero según lo que se cuenta, todas las mujeres tienen lombricitas del deseo y exigen a sus maridos una buena tarea en la cama.
La Madre del Viento tumba la milpa. Es una mujer que tiene dos cabezas y el pelo enmarañado con hojas y palitos, que camina muy ligero. Vive en una cueva con su marido, el Guardián de la Tierra, y sale entre la llovizna a robarle el alma al maíz. El arco iris se llama Madre del Mal, porque tapa las cuevas con su cola. Ella no deja salir a las nubes que traen la lluvia. Los colores son el orín de la Madre del Mal; tápate con el rebozo para que no te provoque dolor de cabeza.
La Luna Madre enseñó a las mujeres el oficio de tejer, como también lo hizo la antigua diosa maya de la Luna, Ixchel. La fe de los mayas de hoy se entrama con la religión de los Primeros Padresmadres; según este traslape de creencias, el Sol es Cristo y la Luna es la Virgen María.
Las mujeres mayas tienen poderes para protegerse del mal. Una de las formas de magia que usan para domar una fuerza superior se llama Yaluat, y consiste en desnudarse ante el adversario. Una mujer chamula amansa un borrego bravo levantando sus enaguas y poniendo la cabeza del animal junto a su sexo. En Zinacantán, durante las danzas que representan corridas de toros de la Fiesta de Navidad, las mujeres levantan sus faldas para distraer a los toros. El antiguo libro maya, el Popol Vuh, relata que ante la amenaza de una invasión extranjera el rey quiché envió a sus hijas a bañarse al río, a la vista del ejército enemigo, con instrucciones de detener a los soldados con sus encantos. Algo parecido sucedió en Zinacantán un día antes de la conquista de Chamula en 1524. Las jóvenes fueron mandadas al ojo de agua a nadar con el propósito de atajar a las tropas de Bernal Díaz del Castillo.
A una niña recién nacida se le toca las manos con los enseres de trabajo de una mujer: el huso, las cardas, los palos del telar, la mano del molcajete y el mecapal para cargar leña. Poco a poco va aprendiendo los trabajos de su madre. A la mujer se le llama Dueña de la Casa o la Dueña de la Cama. Muchas veces ya está casada antes de empezar a menstruar. La gran mayoría de las mujeres mayas confiesa que sus padres las casaron o, como dicen ellas, las vendieron a hombres que jamás habían visto antes y que su primera experiencia sexual, llamada en tzotzil la mordida del murciélago, fue en efecto una violación, aunque algunas, andando el tiempo, llegaron a querer a sus maridos. Bastantes mujeres tzotziles de la nueva generación han decidido no casarse: ¿Para qué voy a aguantar a un borracho que me pega? El papá borracho que pega a su mujer es el tema universal de las canciones de cuna en tzotzil.
Los Padresmadres nos legaron cantos para todo momento: para enamorarse y para matar; para arrullar al nene, para curar al loco. Las mujeres cantan para pedirle prestada una jícara a la vecina, o para encargarle una olla a la alfarera. Las mujeres componen versos y más versos para el interminable Canto de la mujer borracha. Cantan al alambique y al sombrerito, el pene, tan parecida su cabeza al casco de bombero. Y beben barriles de chicha y garrafones de pox, ron hecho a espaldas de las autoridades. Se considera que tomar aguardiente en una fiesta es uno de los más grandes placeres, y la mayoría de las personas que no son protestantes brindan a diario para cumplir con algún ritual. El vino lubrica los engranes de la sociedad y el alcoholismo es un mal común. Cuando un tomador muere, sus amigos tienen la obligación de acabar todo el pox que el difunto dejó en su casa; si no, el muerto sufrirá una cruda interminable. Pero como cada uno lleva al convite varias botellas, el entierro puede terminar en un velorio sin fin.
Los tzotziles dicen su poesía todos los días, pero el lenguaje de sus poemas no es coloquial ni cotidiano. Para entender el tzotzil ritual tuvimos que consultar los diccionarios bilingües que hicieron los frailes coloniales, contemporáneos de Góngora y Cervantes. El vocabulario de los conjuros es muy antiguo.
La literatura ritual de los mayas fue creada en versos pares; pares de versos que quieren decir lo mismo, o que dicen lo contrario uno del otro. Cada cantora tiene su manera de decir las palabras. Como en toda poesía que va pasando de boca en boca, cada mujer le pone algo de su cosecha. El canto es como la piedra que el correr del río va puliendo con los años. La poesía oral tzotzil se caracteriza por sus interminables reiteraciones de palabras y versos. La ensalmadora viaja desde el ojo del universo hasta el nido de su corazón y luego poco a poco vuelve a su punto de origen. Este ciclo se repite al infinito.
Las cantoras no se cansan de cantar. Aguantan fiestas de tres días con sus noches. Las conjuradoras suben el camino de la santa montaña para cantar a cada cueva. A cada ojo de agua. Siguen las andanzas del nagual con su canto. Pastorean las almas. Platican a la luna. Barren el cielo con su voz para que pueda caminar el Sol. Su palabra reúne las nubes, despierta la Tierra. Llena las ollas. Las bocas. Su aliento abraza a las Madres. Da a luz al mundo. Cantan. Del vientre del canto nace todo.
Conjuros y ebriedades es una obra colectiva del Taller Leñateros, sociedad artesanal integrada por mujeres y hombres mayas y mestizos, quienes producen papel hecho a mano, libros impresos y serigrafías en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Taller Leñateros es un espacio de experimentación y creatividad, algo entre una obra de teatro y un rito de brujería. La pintora Roselia Montoya, de Huixtán, dirigió la hechura de 3333 máscaras para la portada del libro, utilizando cartón corrugado, pelos de elote, cola de carpintero, chapopote, alcanfor y Nescafé.
CONJUROS Y EBRIEDADES Taller Leñateros Flavio Paniagua # 54, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México Dirección electrónica: conjuros@sancristobal.com.mx |
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