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Filosofía en su gabinete | |
Un auténtico canon es el que establece el escritor italiano en este artículo sobre la vuelta a la filosofía y el placer de redescubrir grandes obras de todos los tiempos | |
UMBERTO ECO Quizá porque ya no soporta más la televisión basura o porque en el mundo están pasando tantas cosas malas, la gente siente la necesidad de algunos momentos de reflexión. De hecho, un público increíblemente numeroso acude a salas donde discuten filósofos profesionales. Es cierto que hay en todo esto algo de moda y de simplificación mediática, pero aun así no se puede infravalorar el síntoma.De ahí que se me ocurra hacer algunas recomendaciones para los no especialistas en la materia, incluso para aquellos que no han estudiado la filosofía en el instituto o para los que han ido a escuchar a presuntos filósofos que hablaban en algún sitio y no han entendido nada. A todos ellos les aconsejo la vía más sencilla: leer lo que han escrito los auténticos filósofos. Hay obras maestras filosóficas que han cambiado nuestra forma de ser y de pensar, y que son muy difíciles de leer. De ahí que no invitaría a nadie que no sea un filósofo especializado a leer la Metafísica o el Organon de Aristóteles, la Crítica de la razón pura o ese libro sublime pero inaccesible que es Etica, de Spinoza. Pero también hay filósofos que han sabido hablar de una forma accesible y, a menudo, son los mismos que, en otras obras, lo han hecho de una forma inaccesible. Por tanto, aconsejo sólo algunos libros (cada uno de los cuales tiene en torno a las 100 páginas), en los que se ve que es posible filosofar sin utilizar demasiados términos técnicos. Comencemos por Platón. Propongo el Critón, donde se aprende cómo y por qué un ciudadano no debe escapar a la observancia de la ley (llámese Sócrates o Silvio). De Aristóteles, La Poética. Al leerlo, olvide que está hablando de la tragedia clásica y léalo como si describiese una novela rosa o una película de vaqueros.Nuestro hombre había entendido perfectamente lo que, más de 2000 años después, plasmaron Hitchcock o John Ford. Después, lea De magistro, de San Agustín, sobre la forma de hablar a un hijo de cosas cotidianas. Un libro genial por su sencillez y su agudeza. Encuentro dificultades a la hora de aconsejar un texto de la gran época escolástica porque unas pocas páginas, leídas fuera de su contexto sistemático, pueden resultar decepcionantes. Orientemos a los lectores hacia el epistolario (amoroso) de Abelardo y Eloísa.No esperen encontrar demasiado sexo, pero vale la pena. Para el Renacimiento, probemos con la oración sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirandola. Y algunos pasajes de los Ensayos de Montaigne. Van bien incluso en dosis homeopáticas. Después, el Discurso del método, de Descartes, ejemplar por su claridad, seguido de una antología de pensamientos de Pascal.Por último, un filósofo que escribía como si estuviera de sobremesa con sus amigos, culto y ponderado, el John Locke del Ensayo sobre el intelecto humano. La obra completa es larga. Les aconsejaría que se limitasen al tercer libro, dedicado al uso que hacemos de las palabras. Al igual que en el caso de Aristóteles, léalo como si Locke hablase de los discursos de hoy, confronte sus observaciones con las portadas de los periódicos y con los debates televisivos de la actualidad. Le hago, además, una propuesta provocativa. Dado que Kant es, por definición, demasiado exigente, vayamos a buscarlo allí donde, para redondear sus ingresos, daba lecciones a los estudiantes sobre los argumentos en los que no estaba especializado y donde se mostraba gracioso, extraño, capaz de contar anécdotas y de expresar opiniones incluso paradójicas. Lea sus lecciones de antropología. El título puede dar miedo, pero el texto es de muy alto voltaje. |
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