El pasado 16 de noviembre apareció en el diario La Jornada una nota que es importante por dos razones: primera, que contiene una visión del movimiento de 1968 que se aleja de los estereotipos del sistema de poder, ésos que nos hablan sólo de la matanza de Tlatelolco sin sacar ninguna enseñanza de verdad. La segunda razón, no menor, es que es la primera vez que al menos yo veo que se dé espacio a esta clase de versiones, incluso en la prensa de tendencia a la izquierda como lo es el diario citado. Todos los medios tienen sus inclinaciones ideológicas y aunque La Jornada o Proceso son mucho más plurales que las demás publicaciones, gente como Tomás Mojarro no tienen cabida ahí, mientras que sí la tienen engañadores con pinta de izquierdistas, como Carlos Monsiváis.
Por eso también es notable que en esta ocasión se le haya dado oportunidad de expresión a alguien que claramente está cuestionando las posturas sobre el 68 de los publicadores consentidos del diario. Es una nota breve, pero vale la pena. Las mayúsculas son énfasis míos e intercalo algunos comentarios entre paréntesis cuadrados.
Es tiempo de intentar una historiografía completa del movimiento, considera el investigador
“EL 68 NO SE REDUCE A UNA ANÉCDOTA TRÁGICA”, AFIRMA JESÚS VARGAS
Se cree que tras la masacre vinieron las Olimpiadas y ahí acabó todo; eso no es cierto, señala
En el ensayo La patria de la juventud, el entonces activista del IPN reflexiona sobre el tema
Arturo García Hernández
El movimiento estudiantil de 1968 ya tiene su historia oficial, pero, CONTRARIAMENTE A LO QUE SE AFIRMA, AÚN FALTA MUCHO POR DECIR SOBRE EL TEMA. Entre otras cosas, que no empezó simplemente con un pleito de pandillas ni terminó con la masacre en Tlatelolco el 2 de octubre [como dicen los cupulistas del PRD]. Y, lo más, importante: ese movimiento no es pasado, es PRESENTE [porque hay mucho que aprender de él y de cómo influyó en lo que siguió].
Como investigador de la historia y como activista estudiantil en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) durante esos días, Jesús Vargas manifiesta en entrevista interés y preocupación al respecto: “Me pregunto si no está pasando lo mismo que con la Revolución Mexicana, que durante 50, 60 años, lo que se supo de ella fue una historia muy parcial, vista con unos cuantos ojos y de la cual, hasta después de 70 años, empezaron a aparecer versiones más profundas, más completas”.
Hasta ahora, casi todo lo que se sabe del movimiento proviene de los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga (CNH). Vargas reconoce su importancia, pero considera que ha quedado fuera el protagonista común, el brigadista, el activista, quienes dieron vida al movimiento [no olvidar que finalmente la base social del movimiento terminó rebasando al CNH, que además empezó a tener tratos con el gobierno, de modo que la versión de esta gente viene sesgada].
“Lo más importante en que se debe insistir: el movimiento no ha terminado y no va a terminar, ni se va a cerrar la herida sólo porque se castigue a los culpables [como ha dicho mañosamente Monsiváis]. Si algún día el movimiento llega a cerrar su herida será EL DÍA QUE SE CUMPLAN LOS OBJETIVOS QUE TUVO: IGUALDAD Y JUSTICIA SOCIAL” [al menos la corriente avanzada del movimiento se planteaba eso].
Se ha hablado mucho del pliego petitorio como punto de referencia, “pero a mediados de agosto ya no era tanto el pliego petitorio, sino el anhelo de que en este país hubiera democracia, justicia, de que se acabara la corrupción [importantísimo: la versión del sistema se queda en el pliego para que no se entienda que el movimiento creció en demandas y estrategias. Y esto no sólo es para desvirtuar al 68, sino porque es una cuestión de estrategia educativa: no quieren que se entienda que un movimiento puede evolucionar, porque así la propaganda puede satanizarlo, acusándolo de querer más cosas de las originales, como hicieron con el CGH en 1999]. El movimiento rebasó totalmente al pliego, que quedó como símbolo, punto de referencia, pero en la conciencia, en la emoción de los que volanteábamos en los camiones, en los mítines, los que dialogábamos con el pueblo, estaba la cuestión de la justicia”.
Visión politécnica, ausente
Jesús Vargas Valdés, historiador chihuahuense especializado en el surgimiento y desarrollo de la Revolución Mexicana en el norte del país, autor de varios títulos sobre el tema, estudiaba en la Escuela de Ciencias Biológicas del IPN, en la ciudad de México, en 1968, y participó activamente en el movimiento estudiantil.
A partir de su experiencia personal y con una perspectiva historiográfica, Jesús Vargas sostiene que a los estudios sobre el 68 les falta integrar muchos testimonios de lo que fue el movimiento dentro del Instituto Politécnico Nacional [y de las otras escuelas que formaron el movimiento, incluso de provincia; efectivamente, se han volcado mucho hacia la UNAM]: “Hay aspectos sobre los que no se ha escrito o se ha escrito muy poco, como las inquietudes de carácter académico que se daban en varias escuelas [recordar la idea de la autogestión académica en la que tanto insistía José Revueltas], previamente al movimiento: en el caso concreto de la Escuela de Ciencias Biológicas, desde 1967 los estudiantes participamos en la elaboración de nuevos planes de estudio porque los anteriores ya eran anacrónicos; también discutíamos sobre la situación académica y el futuro de los profesionistas”.
De ejemplos como el anterior, Vargas deduce que el movimiento “no cayó del cielo”, ni empezó “de repente sólo por un pleito entre pandillas y la intervención de los granaderos; creo que ya había un germen y seguramente en la Universidad debe haber sucedido lo mismo” [y esto es precisamente lo que engañadores como Octavio Paz han desvirtuado, omitiendo el proceso histórico que llevó al 68 y de esa forma impidiendo una comprensión a fondo. Hacen que veamos al movimiento como una respuesta espontánea a una golpiza y no como lo que fue: el resultado de años y años de acumular memoria histórica y conciencia de cambio].
Otro punto importante para Jesús Vargas es lo que sucedió entre el 23 y el 30 de julio de 1968: “resulta todavía muy confuso, y hay que aclararlo, porque fueron días de mucha actividad en varias escuelas del Politécnico, y para el 30 prácticamente todo el Instituto estaba en huelga”.
Y así como hay un antes que explica el surgimiento del movimiento, TAMBIÉN HAY UN DESPUÉS DEL 2 DE OCTUBRE: “CASI NO SE HA ESCRITO NADA AL RESPECTO, LA IDEA QUE PREVALECE ES QUE SE MASACRAN A NUESTROS COMPAÑEROS, LOS LLORAMOS, A OTROS LOS APRESAN, VOLVEMOS A CLASES, VIENEN LAS OLIMPIADAS Y YA SE ACABÓ TODO. Y ESO NO ES CIERTO” [recordar las organizaciones de base que se inspiraron en las células brigadistas del 68, como Coordinación Ciudadana].
Desconexión del CNH
Esta idea “se explica mucho en función de que los principales dirigentes del Comité Nacional de Huelga, que eran los que tomaban la palabra, los que hablaban oficialmente, se desconectan de lo que pasa en las bases y por eso su versión nada más llega hasta ahí”.
El caso es que en los meses siguientes, y de 1969 a 1971, se da una intensa y muy importante actividad: “el mismo movimiento guerrillero de los años 70 surge en buena parte de los alumnos que durante el movimiento crearon alternativas de enfrentamiento a los granaderos, otra concepción de la autodefensa, y la desarrollaron”.
Entonces, resume, “a 40 años de distancia, creo que ha llegado el momento de intentar una historiografía completa del movimiento de 1968; tratarlo NO SÓLO DESDE LA PERSPECTIVA DE UNAS CUANTAS PERSONAS [muchas de las cuales simplemente dicen lo que dicen porque se volvieron colaboracionistas del sistema], sino desde la perspectiva de una investigación en la que participen grupos multidisciplinarios que aborden todos los aspectos, desde el cultural y el artístico hasta el político. Es lo que sigue. Porque EL 68 NO SE REDUCE A UNA ANÉCDOTA TRÁGICA” [esto solo vale la nota].
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