Bombas, gases letales, violaciones, golpes, torturas, balazos, asesinato de sus padres, días enteros en vigilia a la espera del siguiente asesinato, demolición de sus viviendas, de sus hospitales, de sus escuelas, de sus templos, sin alimentos, sin medicinas, sin juguetes, sin una madre amorosa que los consuele y los pueda alimentar con su seno , pues ésta ya ha sido muerta o su dulce fuente ha sido secada de tanto martirio; sus pueblos rodeados e invadidos por hordas de asesinos que parecen ser enviadas por el demonio mismo, insultos, humillaciones, sin siquiera poder tener la oportunidad de orar, a la hora convenida, a su buen Dios, el dulce y bello Alá, para que Él los libere de este gran sufrimiento. Sus días y sus noches son tristes, pero no tienen ni siquiera tiempo de lamer sus tristezas, de lamer sus heridas, pues la masacre es constante, no hay ni un minuto de respiro para ellos. Sus túneles y sus guaridas han sido destrozadas por las bombas asesinas. Los niños palestinos ya no escuchan los bellos cantos dedicados a su Dios, pues sólo el ulular de las sirenas y de las ambulancias se escuchan en ese ambiente lleno de terror, de maldad, de injusticia. La historia vuleve a repetirse: los enemigos de Dios vuelven a esas tierras para asesinar y acabar con la estirpe de Abraham. Raquel vuelve a emitir sus gritos lastimeros, por el dolor inmenso de haber perdido a sus hijos. Otra vez Moisés tendrá que estar atenido a la buena suerte y a la mano del Dios Creador para que unas manos egipcias y amorosas lo cobijen y le den un hogar. Otra vez María y José tendrán que llevar a su hijo, el buen Jesús, a las tierras de Egipto, para poder estar a salvo.
Y mientras los niños palestinos "disfrutan" sus regalos del Día de Reyes, el mundo está pasivo, inamovible, callado, cómplice por su omisión. Tal parece que hemos olvidado nuestros orígenes. Por lo menos las tres cuartas partes de la humanidad nos ostentamos como hijos de Abraham. Efectivamente, Abraham no es propiedad de los judíos. Abraham es el padre común de judíos, cristianos y musulmanes. Todos creemos que es él al que Dios le prometió tener tanta descendencia como estrellas en el firmamento. Pero ahora, Caín vuelve a matar a Abel, y la historia se repite y no se aprende.
El Estado de Israel no es un Estado Judío. Si así lo fuera, y si siguiera el espíritu de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, no haría lo que está haciendo ahora: asesinar impunemente a los palestinos, los verdaderos dueños de esa tierra que los sionistas les arrebataron.
Pero así como la historia se repite para lo malo, también se repetirá para lo bueno. A los que gobiernan Israel no les podemos pedir que recuerden las Escrituras, pues seguramente nunca las han leído y porque no son judíos de corazón, y si practican esa religión lo harán por meros formulismos. No pueden ellos recordar las Escrituras Sagradas, porque para ellos su dios es Hitler, el que asesinó millones de judíos en la europa del siglo pasado, con el consentimiento y apoyo de los sionistas que fundaron el Estado de Israel a iniciativa de Gran Bretaña y Estados Unidos, entre otras naciones.No saben ni menos recuerdan que Israel se le llamó a Jacob, nieto de Abraham, padre de 12 hijos que conformaron las 12 tribus judías. Ni menos saben ni recuerdan que Jacob, en los años de las vacas flacas, su familia y su gente fueron alimentados por los egipcios en esas épocas asiagas.
Estos malnacidos gobernantes nazi-sionistas de Israel no pueden recordar la Historia, pues no la saben, no la conocen y nunca les ha interesado conocerla. Sin embargo, les decimos que David, el gran rey, nació en Belem, nació en Palestina. Él era un débil adolescente cuando con una simple piedra derrotó al enemigo de su pueblo, a un hombre gigante y poderoso llamado Goliath. Ahora, David toma el nombre de su pueblo nativo, Palestina, y derrocará al poderoso y gigante demonio que se ostenta como el continuador de un reino que David nunca formó ni creó, pues el suyo era otro, era un pueblo donde todos los hijos de Dios vivirían en paz y en justicia.
Los verdaderos cristianos, musulmanes y judíos no tienen más que apoyar al pueblo palestino, pues sus mutuos y particulares profetas les enseñaron a amar la justicia y la paz, amar al hombre.
Y la humanidad entera debe saber que su destino está en África y en Palestina. Por razones culturales, por razones ideológicas, por razones religiososas y por razones biológicas, debemos entender y recordar que la historia del hombre inició en esos lugares y su fin será el fin de la humanidad misma, pues más que las bombas y el cambio climático, la verdadera amenaza para la subsistencia de la raza humana es su indiferencia al dolor del prójimo.
Y mientras los niños palestinos "disfrutan" sus regalos del Día de Reyes, el mundo está pasivo, inamovible, callado, cómplice por su omisión. Tal parece que hemos olvidado nuestros orígenes. Por lo menos las tres cuartas partes de la humanidad nos ostentamos como hijos de Abraham. Efectivamente, Abraham no es propiedad de los judíos. Abraham es el padre común de judíos, cristianos y musulmanes. Todos creemos que es él al que Dios le prometió tener tanta descendencia como estrellas en el firmamento. Pero ahora, Caín vuelve a matar a Abel, y la historia se repite y no se aprende.
El Estado de Israel no es un Estado Judío. Si así lo fuera, y si siguiera el espíritu de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, no haría lo que está haciendo ahora: asesinar impunemente a los palestinos, los verdaderos dueños de esa tierra que los sionistas les arrebataron.
Pero así como la historia se repite para lo malo, también se repetirá para lo bueno. A los que gobiernan Israel no les podemos pedir que recuerden las Escrituras, pues seguramente nunca las han leído y porque no son judíos de corazón, y si practican esa religión lo harán por meros formulismos. No pueden ellos recordar las Escrituras Sagradas, porque para ellos su dios es Hitler, el que asesinó millones de judíos en la europa del siglo pasado, con el consentimiento y apoyo de los sionistas que fundaron el Estado de Israel a iniciativa de Gran Bretaña y Estados Unidos, entre otras naciones.No saben ni menos recuerdan que Israel se le llamó a Jacob, nieto de Abraham, padre de 12 hijos que conformaron las 12 tribus judías. Ni menos saben ni recuerdan que Jacob, en los años de las vacas flacas, su familia y su gente fueron alimentados por los egipcios en esas épocas asiagas.
Estos malnacidos gobernantes nazi-sionistas de Israel no pueden recordar la Historia, pues no la saben, no la conocen y nunca les ha interesado conocerla. Sin embargo, les decimos que David, el gran rey, nació en Belem, nació en Palestina. Él era un débil adolescente cuando con una simple piedra derrotó al enemigo de su pueblo, a un hombre gigante y poderoso llamado Goliath. Ahora, David toma el nombre de su pueblo nativo, Palestina, y derrocará al poderoso y gigante demonio que se ostenta como el continuador de un reino que David nunca formó ni creó, pues el suyo era otro, era un pueblo donde todos los hijos de Dios vivirían en paz y en justicia.
Los verdaderos cristianos, musulmanes y judíos no tienen más que apoyar al pueblo palestino, pues sus mutuos y particulares profetas les enseñaron a amar la justicia y la paz, amar al hombre.
Y la humanidad entera debe saber que su destino está en África y en Palestina. Por razones culturales, por razones ideológicas, por razones religiososas y por razones biológicas, debemos entender y recordar que la historia del hombre inició en esos lugares y su fin será el fin de la humanidad misma, pues más que las bombas y el cambio climático, la verdadera amenaza para la subsistencia de la raza humana es su indiferencia al dolor del prójimo.
Arrinconado
Luego del bombardeo Foto Reuters
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