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domingo, 4 de enero de 2009

LAS TROPAS NEO HITLERIANAS DEL NAZI-FASCISTA-SIONISTA GOBIERNO DE ISRAEL INVADEN GAZA Y ASESINAN MUJERES Y NIÑOS


notas copiadas de "La Jornada" www.jornada.unam.mx


Israel rodea Gaza; hay más de 500 palestinos muertos

Los principales accesos a la ciudad están bloqueados por las tropas israelíes; las calles lucen sin habitantes.

Convoca Hamas a reunión urgente para enfrentar incursión en Gaza


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El día en imágenes

Niña herida

Beit Lahiya. Un paramédico palestino trasporta a una niña hacia el hospital de esta ciudad tras resultar herida en un ataque realizado por Israel. Ap



A sangre y fuego

A sangre y fuego

Soldados israelíes avanzan sobre la franja de Gaza. Un portavoz militar de Tel Aviv advirtió que la operación será “larga”, pues hay muchos blancos. A su vez, Hamas señaló que la ofensiva “no será un paseo”. En tanto, Max Galard, funcionario de la ONU, aseveró que los ataques “indiscriminados” ocurren “cada 20 minutos” Foto Reuters

  • Incursión nocturna por tierra y aire

Cruenta invasión israelí a Gaza



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Editorial


Gaza: frenar la masacre

A una semana de haber iniciado la ofensiva militar en la franja de Gaza –que ha dejado un saldo de 460 muertos y más de dos mil heridos–, y pese a las condenas expresadas por la comunidad internacional y las decenas de manifestaciones que se han producido en distintas ciudades europeas y del mundo árabe, el gobierno israelí –en lo que constituye un nuevo peldaño en las acciones bélicas– ordenó ayer una invasión terrestre en territorio palestino.

La decisión del régimen de Tel Aviv originó nuevas reacciones de rechazo internacional: Francia condenó el ataque y afirmó que éste “complica los esfuerzos hechos por la comunidad internacional” con miras a la obtención de un cese al fuego; el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Ban Ki Moon, pidió un alto inmediato a la ofensiva y se manifestó “decepcionado” de Israel. Por su parte, la organización islámica Hamas afirmó que la franja de Gaza será “un cementerio” para el ejército israelí.

La devastación humana y material que ha sufrido Gaza en la semana reciente hace urgente detener la ofensiva que realiza Israel en el infortunado enclave palestino. En la circunstancia actual, sin embargo, es claro que tal decisión no vendrá del Estado israelí, cuya clase política, como muestra de la profunda descomposición moral que enfrenta, se ha volcado en apoyo a la agresión a Gaza e incluso lucra políticamente con ella: es significativo al respecto que los dos candidatos punteros de cara a las elecciones parlamentarias del próximo 10 de febrero –Tzipi Livni, del gobernante partido Kadima, y Benjamin Netanyahu, del ultraderechista Likud– se hayan manifestado recientemente a favor de la necesidad de eliminar a Hamas y despojarla del control de la franja, así como el hecho de que la incursión ha favorecido la imagen del ministro de Defensa y jefe del Partido Laborista, Ehud Barak.

Es de suponer, por tanto, que una solución viable y efectiva tendría que producirse necesariamente en el ámbito internacional y, en concreto, en los centros de poder de Washington y Bruselas. No obstante, hasta ahora ese escenario tampoco se antoja viable: las condenas emitidas por las potencias occidentales y sus exhortos a un alto al fuego de nada han servido para disuadir a Tel Aviv de avanzar en la ofensiva militar. Más aún, algunos de esos asertos rayan en la obsecuencia para con ese gobierno: las autoridades de Estados Unidos se empeñan en justificar a Israel y en señalar a Hamas como la responsable de la ofensiva israelí en Gaza, y otro tanto puede decirse de las declaraciones vertidas ayer por el gobierno de la República Checa –nación que ocupa la presidencia de la Unión Europea– en el sentido que la acción de Tel Aviv es “defensiva, no ofensiva”. Afirmaciones de este tipo ponen de manifiesto, por lo demás, el doble rasero de Occidente ante acciones injustificables cometidas por uno de sus aliados estratégicos; es de suponer que, en otras circunstancias, Estados Unidos y la Unión Europea habrían aplicado sanciones económicas e incluso habrían calificado de “terrorista” al régimen del país agresor.

En el momento presente, y ante la gravedad de la crisis en Gaza, resultan inútiles las condenas y la consternación manifestada por los gobiernos occidentales: es obligado, en cambio, que éstos, así sea por razones de imagen, presionen enérgicamente a Israel para que ordene la salida de sus tropas del territorio palestino y permita el acceso de ayuda humanitaria en la región. Cabe esperar, por último, que el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, quien habrá de tomar posesión el 20 de enero próximo, funja como factor de distensión en Medio Oriente, contribuya a avanzar en la reconfiguración geoestratégica de Israel en la región y en el cumplimiento por Tel Aviv de las resoluciones 242 y 338 de la ONU, que ordenan el retiro inmediato de la totalidad de los territorios ocupados en la guerra de 1967 –Cisjordania, Gaza y la Jerusalén oriental– y el reconocimiento del derecho de los palestinos a instaurar un Estado pleno, soberano e independiente.


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Robert Fisk

Egipto es demasiado impotente y corrupto para actuar

Hubo un día en que nos preocupaban “las masas árabes”, los millones de árabes “ordinarios” de las calles de El Cairo, Kuwait, Ammán, Beirut, y su reacción a los constantes baños de sangre en Medio Oriente. ¿Podría Anwar Sadat controlar la furia de su pueblo? Ahora, con tres décadas de gobierno a cargo de Hosni Mubarak (o La Vache Qui Rit, como todavía se le llama en la capital egipcia), ¿puede Mubarak controlar la furia de su pueblo? La respuesta es: por supuesto. Los egipcios, lo mismo que los kuwaitíes y jordanos, podrán gritar en las calles de sus capitales, pero después serán acallados con la ayuda de decenas de miles de policías secretos y milicianos gubernamentales que sirven a príncipes, reyes y otros ancianos gobernantes del mundo árabe.

Los egipcios exigen que Mubarak abra la frontera con Gaza, en el puesto de control de Rafah; que rompa relaciones diplomáticas con Israel, e incluso que envíe armas a Hamas. Existe una suerte de perversa belleza al escuchar la respuesta del gobierno egipcio: ¿por qué no se quejan por los tres pasos fronterizos con Gaza que los israelíes se niegan a abrir? Y de todos modos, el puesto de Rafah está políticamente controlado por el cuarteto que inventó el mapa de ruta y que incluyen a Gran Bretaña y Estados Unidos. ¿Por qué culpar a Mubarak?

Admitir que Egipto no puede abrir su frontera soberana sin permiso de Washington habla de la impotencia de los bandidos que gobiernan Medio Oriente por nosotros. Se puede abrir el cruce de Rafah o romper relaciones con Israel al costo de que los cimientos económicos de Egipto se derrumben. Cualquier líder árabe que tomara tal medida se encontraría sin apoyo económico y militar de Occidente.

Sin subvenciones, Egipto está en bancarrota. Claro que es un arma de dos filos. Como individuos, los líderes árabes ya no tienen gestos emocionales hacia nadie. Cuando Sadat salió de Jerusalén diciendo “Estoy harto de estos enanos” en referencia a otros líderes árabes, pagó el precio con su propia sangre en El Cairo, cuando uno de sus propios soldados lo llamó “faraón” antes de dispararle y matarlo.

La verdadera desgracia de Egipto, sin embargo, no es su respuesta a la matanza en Gaza: es la corrupción en la que se ha incrustado a la sociedad egipcia, donde la idea de servicios de salud, educación y seguridad genuina para la gente común simplemente ha dejado de existir. Es una tierra donde el principal deber de la policía es proteger al régimen, donde los manifestantes son golpeados por las fuerzas de seguridad, donde mujeres jóvenes opuestas al régimen infinito de Mubarak, quien como en un califato seguramente dejará el poder en manos de su hijo Gamal, son sexualmente agredidas por agentes vestidos de civil, y donde los prisioneros en el complejo Tora-Tora son obligados por los guardias a violarse sexualmente unos a otros.

En Egipto se ha desarrollado una especie de fachada religiosa en la cual el significado del Islam ha sido borrado por su propia representación física. Los “servidores” públicos y funcionarios egipcios a menudo son escrupulosos en el seguimiento de sus costumbres religiosas, aunque toleran y participan en elecciones fraudulentas, violaciones a la ley y torturas en la prisión.

Un joven médico estadunidense me relató recientemente cómo, en un hospital capitalino, los ocupados doctores egipcios impidieron el acceso a los pacientes del exterior simplemente bloqueando la entrada principal con pilas de sillas de plástico. En noviembre, el periódico egipcio Al-Masry al-Youm informó que los médicos abandonaron a los pacientes para asistir a los rezos del Ramadán.

Y con todo esto, los egipcios tienen que vivir bajo la diaria amenaza de su propia y desvencijada infraestructura. Alaa Aswani escribió de manera elocuente en el periódico capitalino Al Dastour que los “mártires” del régimen superaban en número a todos los muertos en las guerras contra Israel, contando entre los primeros a todos los fallecidos en accidentes ferroviarios, hundimientos de transbordadores, derrumbe de edificios, cáncer y otras enfermedades causadas por los pesticidas. Aswani llama a todos ellos “víctimas de la corrupción y el abuso de poder”.

Abrir el paso de Rafah para los palestinos heridos, o enviar a trabajadores médicos palestinos de regreso a esa prisión que es Gaza una vez que han dejado a los sangrantes sobrevivientes de los ataques aéreos israelíes en territorio egipcio, no cambiará realidad que viven sus propios habitantes.

Sayed Hassan Nasrallah, el secretario general de Hezbollah exiliado en Líbano, se sintió con la facultad de llamar a los egipcios a “levantarse por millones” para abrir la frontera con Gaza, pero no lo harán. Ahmed Aboul Gheit, el frágil ministro del Exterior egipcio, no puede más que regañar a los líderes de Hezbollah acusándolos de intentar provocar “una anarquía similar a la que han creado en su propio país”. Pero él está bien protegido, al igual que Mubarak.

En muchos sentidos, la aflicción de los egipcios es tan oscura como la de los palestinos. Es impotencia a la luz del sufrimiento de Gaza, como un símbolo de su propia enfermedad política.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca


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Bajo la Lupa

Alfredo Jalife-Rahme

Baby Bush lega su “caos global” a Obama

Ampliar la imagen Artilleros israelíes se preparan para proseguir los ataques contra la franja de Gaza, ayer, en el inicio de la segunda semana de dicha ofensiva Artilleros israelíes se preparan para proseguir los ataques contra la franja de Gaza, ayer, en el inicio de la segunda semana de dicha ofensiva Foto: Reuters

Hace mucho detectamos, debido a su patrón de conducta recidivista, que Baby Bush es el “presidente del caos”. Y es un verdadero “caos global” el que hereda Obama en todos los frentes.

Llamó la atención que el republicano general Colin Powell, el geoestratega Brzezinski, y el vicepresidente electo Joe Biden, hayan advertido que al inicio de su gobierno Obama sería puesto a prueba por eventos dramáticos con el fin de calibrar su templanza y carácter, lo cual aportaría luz sobre su método y capacidades para resolver los graves contenciosos mundiales.

Las magnas personalidades del ejército y la política exterior de Estados Unidos (EU) no elaboraron ni especificaron, pero pareciera que la administración saliente de Baby Bush, en medio de su descrédito mundial (con resonancia similar en el mismo EU), ha legado a Obama un campo minado local y globalmente.

En las delicadas circunstancias presentes, el peor trabajo del mundo es ser presidente de EU. A Obama corresponde limpiar el “establo de Augías”, es decir, las olímpicas inmundicias acumuladas por Bush durante ocho años y que únicamente un héroe de la talla de Hércules es capaz de limpiar y fumigar.

Bush lega y delega a Obama la triple grave crisis económica, financiera y geopolítica –ya no se diga, energética, alimentaria y climática–, a escala global. De allí que los duros trabajos forzados que esperan a Obama son de la dimensión de las “12 tareas” del mítico Hércules.

En este contexto y a 15 días de su despedida poco agraciada, se escenifica la última guerra de Bush en sus belicosos ocho años de gobierno inundados de hemoglobina: Gaza.

No se puede entender en forma integral el “matadero de Gaza” sin su “dimensión financiera y económica” de soporte permanente desde el exterior, en particular, del régimen torturador bushiano (ver Bajo la Lupa, 31/12/08).

Antes de su extraña “quiebra”, el banco de inversiones Lehman Brothers, que detonó el tsunami financiero global (que, por cierto, infectó a México), y el banquero estafador Bernard Madoff, expatriaron 400 mil millones de dólares y 100 mil millones de dólares respectivamente a Israel (Correo Ilustrado, La Jornada, “Respuesta de Jalife a Gilly”, 30/12/08).

Más pendenciero que nunca, Bush ha bendecido una guerra más de Israel con sus vecinos contiguos y lejanos, esta vez en Gaza, que le es legada a Obama, a quien corresponderá lidiar también con los rescoldos de las guerras en Irak y Afganistán.

Sobra recalcar la grave situación financiera y económica que lega y delega Bush a Obama, sobre quien existe una gran esperanza planetaria para que rectifique el curso, en la línea de sus grandes presidentes, como Roosevelt y Kennedy, que merece la gran nación estadunidense para reconciliarse consigo misma y con el resto del mundo.

Bush descuartizó el caduco orden geopolítico mundial, en especial, al destrozado “Gran Medio Oriente”.

Cabe recordar la definición de “Gran Medio Oriente” del general Ariel Sharon, hoy en estado comatoso, que curiosamente alcanza las cumbres del Himalaya: una línea horizontal de Cachemira hasta Marruecos, y una línea vertical del Cáucaso hasta el Cuerno de África (v. gr. Somalia); tres de estos cuatro puntos cardinales de la “profundidad estratégica” militar de Israel se encuentran en flamas (en espera del cuarto punto) y arropan el “arco de inestabilidad”, ideado para controlar los hidrocarburos de la región: territorios palestinos ocupados, Líbano, Siria, Irak, golfo Pérsico, Irán, Pakistán e India (v.gr. Bombay).

El brigadier general Avi Mizrahi, jefe de estado mayor de las fuerzas terrestres de Israel, quien se ha de estar luciendo y refocilando con sus “limpezas teológicas” en la nueva invasión a Gaza, es evidente que no fue de paseo turístico en su breve “visita secreta (sic)” a la base militar Akhnoor en Cachemira (Kashmir Watch, 13/9/08, y Pakistan Observer, 30/10/08), tres meses antes de la enésima carnicería de Bombay.

Meses antes, el mayor general Moshe Kaplinsky, vicejefe de estado mayor de Israel (sobredorado de un máximo de 400 ojivas nucleares), había visitado la misma zona de Cachemira. En forma interesante, Kashmir Watch concluye respecto de la guerra de desinformación y propaganda de Israel (por cierto, una percepción casi universal, con excepción de sus seguidores a ultranza).

La más reciente carnicería de Bombay amarró las navajas entre India y Pakistán, dos potencias nucleares, que se encuentran al borde de una nueva guerra (Stratfor, think tank muy cercano a Israel, 24/12/08). ¿A qué financieros “globales” convienen tantas guerras?

El portal Debka de Israel (3/1/09) exulta el apoyo de Bush, quien dio luz verde a la invasión de Israel a Gaza: “en una conversación telefónica con el primer ministro Ehud Olmert (nota: saliente después de haber sido atrapado en un fraude), el presidente de EU George W. Bush aprobó (¡súper sic!) las operaciones por cielo, mar y tierra contra Hamas en la franja de Gaza. Prometió que EU vetaría (¡súper sic!) una resolución condenando a Israel en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU el próximo lunes”.

En su alocución radial, que adelantó un día (¿cuál es la prisa?), Bush, con una “dureza excepcional” (¿puede haber más?), culpó de todos los males al grupo “terrorista” palestino Hamas (¿con el fin de blindar, inmunizar y esterilizar la invasión de Israel a Gaza?).

Debka comenta que “a dos semanas de abandonar el poder, la administración Bush prepara delegar (sic) el problema (¡súper sic!) a su sucesor”. Es decir, Bush lega y delega varias papas calientes a Obama: Gaza, Irak, Afganistán, Cachemira, India y Pakistán.

El diagnóstico sobre la “dualidad” de la situación mundial, que profirió el presidente ruso, Dimitri Medvediev, es correcto: el acoplamiento de la grave crisis financiera global con el inicio del nuevo orden geopolítico mundial en el Cáucaso.

En esta coyuntura, más que nunca, ambos aspectos, el financiero y el geopolítico, son inextricablemente indisolubles, por lo que deben ser analizados en paralelo, y no en forma amputada a conveniencia de los Lechos de Procusto de los palafreneros de la “guerra de propaganda” bushiana.

Porque ambos aspectos, el financiero y el geopolítico, no se pueden entender sin la “guerra de propaganda” que pretende imponer en la opinión pública mundial a su reciclado Caifás: el antecesor sicológico y conductual de Bush, quien indulta a los Barrabás posmodernos, los vulgares estafadores financieros, con el fin de sacrificar en el altar de la guerra al pueblo palestino eviscerado desde hace más de 60 años.


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