...mientras tanto, no cejaré en mi lucha obcecada por desprenderte de esa cruz en la que te hemos tenido sujeto. No descansaré un solo momento hasta quitarte los clavos que hieren tus preciosos pies y manos, y curaré la última de tus heridas.
Tú nos enseñaste que para amar a Aquel que no vemos, debemos amar al que vemos. Por eso, me queda claro que esos clavos y esas espinas que laceran y lastiman tu cuerpo no son mas que las opresiones y las injusticias que se cometen contra tus hijos: las mujeres y los hombres de este mundo. Por eso seguiremos, hasta el día que Tú nos llames a cuentas, luchando contra las injusticias, contra la impunidad, contra todos los males que aquejan a tus hijos. No descansaremos hasta que veamos que el Reino de los Cielos aquí en la tierra sea una realidad. Hasta que los hombres y las mujeres caminen por la tierra con plena libertad. Hasta que veamos que el trabajo del hombre sirva para el hombre, que lo enaltezca y lo provea de todo lo que su alma y su cuerpo necesiten. Hasta que veamos que los niños recuperen su sonrisa plena y sigan siendo, como siempre, la alegría de este mundo.
Sé que nuestra voz es una que clama en el desierto inmenso e inhóspito. Pero sé también que sus ecos alcanzarán un día a OÍDOS QUE SABRÁN ESCUCHAR.
Sé muy bien, como proclaman nuestros pueblos originarios, que “otro mundo es posible: un mundo donde quepan todos los mundos”.
¡Gracias, tiernísimo Jesús, por ser el regalo más bello que Dios alguno le haya dado al mundo!
Dedicado al pueblo WIXARITA y al respeto de sus lugares sacrados
¡No a los mineros canadienses!
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