DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DEL ESPÍRITU, por Romain Rolland
“¡En pie! Libremos al Espíritu de estos compromisos, de estas alianzas humillantes, de estas escondidas servidumbres. El Espíritu no es el servidor de nadie. Nosotros somos los servidores del Espíritu. No tenemos otro amo. Estamos hechos para llevar, para defender su luz, para unir alrededor suyo a todos los hombres extraviados. Nuestra misión, nuestro deber, es mantener un punto de referencia, mostrar la estrella polar, en plena noche, en medio del torbellino de las pasiones. Entre esas pasiones de orgullo y de destrucción mutua, no debemos escoger: las rechazamos todas.”
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Trabajadores del Espíritu, compañeros dispersos a través del mundo, separados desde hace cinco años por los ejércitos, la censura y el odio de las naciones en guerra, os dirigimos, en esta hora en que las barreras caen y las fronteras vuelven a abrirse, una Llamada para rehacer nuestra unión fraternal; una unión nueva, más sólida y más firme que la que existía antes.
La guerra ha sembrado el desorden en nuestras filas. La mayor parte de los intelectuales han puesto su ciencia, su arte, su razón al servicio de los gobiernos. No queremos acusar a nadie, ni lanzar ningún reproche. Conocemos la debilidad de las almas individuales y la fuerza elemental de las grandes corrientes colectivas; éstas han barrido a aquellas, pues no se había previsto nada para resistir. ¡Que la experiencia, por lo menos, nos sirva para el futuro!
Y, para empezar, constataremos los desastres a los cuales ha conducido la abdicación casi total de la inteligencia del mundo y su voluntaria sumisión a las fuerzas desencadenantes. Los pensadores, los artistas, han contribuido a la plaga que roe a Europa en su carne y en su espíritu con una incalculable cantidad de odio envenenado; han buscado, en los arsenales de su saber, de su memoria, de su imaginación, razones antiguas y nuevas, razones históricas, científicas, lógicas, poéticas, de odiar; han trabajado para destruir la mutua comprensión entre los hombres.
Y, al hacerlo, han afeado, envilecido, rebajado, degradado, el Pensamiento del que eran representantes. Lo han convertido en instrumento de las pasiones y (tal vez sin saberlo) de los intereses egoístas de un clan político o social, de un Estado, de una patria o de una clase. Y, hoy, de esta refriega salvaje, de la que todas las naciones comprometidas, victoriosas y vencidas, salen destrozadas y, en el fondo de su corazón (aunque no se lo confiesen a sí mismas), avergonzadas y humilladas por su crisis de locura, el Pensamiento, comprometido en sus luchas, sale, con ellas, rebajado.
¡En pie! Libremos al Espíritu de estos compromisos, de estas alianzas humillantes, de estas escondidas servidumbres. El Espíritu no es el servidor de nadie. Nosotros somos los servidores del Espíritu. No tenemos otro amo. Estamos hechos para llevar, para defender su luz, para unir alrededor suyo a todos los hombres extraviados. Nuestra misión, nuestro deber, es mantener un punto de referencia, mostrar la estrella polar, en plena noche, en medio del torbellino de las pasiones. Entre esas pasiones de orgullo y de destrucción mutua, no debemos escoger: las rechazamos todas.
Nos comprometemos a no servir a nadie más que a la libre Verdad, sin fronteras, sin límites, sin prejuicios de razas o de castas. Ciertamente, no nos desinteresamos de la Humanidad. Para ella trabajamos, pero para ella en su totalidad. No conocemos a los pueblos. Conocemos al Pueblo -único, universal-, el Pueblo que sufre, que lucha, que cae y vuelve a levantarse y que siempre avanza por el camino difícil, cubierto de sudor y de sangre… el Pueblo de todos los hombres, todos ellos, igualmente, hermanos nuestros.
Y es para que ellos, como nosotros, tomen, cada vez más, conciencia de esta fraternidad, por lo que elevamos, por encima de sus luchas, el Arca de la Alianza, el Espíritu libre, uno y múltiple, eterno.
ROMAIN ROLLAND, a Hermann Hesse, el 29 de abril de 1.919, solicitando su adhesión y su firma junto a las de Bertrand Russell, Stefan Zweig, Benedetto Croce, Frederik van Eeden, Barbusse, Georg Fr. Nicolai, etc.
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