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LA CRISIS ECONÓMICA ACTUAL

Paradojas de un salvamento

Esteban M. Morales Domínguez* • La Habana

Durante el primer cuarto del siglo XIX, particularmente en 1825, estalló la primera crisis económica, poniendo en evidencia el carácter cíclico de la producción capitalista. De ese modo, comienzan y se hacen evidentes para el sistema capitalista, las paradojas que hasta hoy le persiguen.

Esos descalabros cíclicos, se manifestaron primero, en las economías de los países capitalistas principales de la época, especialmente en Europa, cuna del capitalismo desarrollado, evidenciando las fallas de un mecanismo económico, que los clásicos de la economía política burguesa (Adam Smith y David Ricardo) habían considerado como perfecto, eterno y como último estadio del desarrollo económico de la sociedad. Estas paradojas se manifestaban en fenómenos tales como: la superproducción de mercancías, que no encontraban salida en el mercado a pesar de haber gente con hambre; el crecimiento del desempleo, que ahondaba más la crisis y reducía el consumo a niveles mínimos, la consecuente subutilización de capacidades productivas y destrucción de alimentos, a pesar de las necesidades de ellos de una parte importante de la población.

Todo lo cual ponía en evidencia la contradicción fundamental del capitalismo, entre el carácter cada vez más social de la producción y la apropiación cada vez más privada de los resultados del trabajo. Generando un desarrollo bipolar de pobreza y riqueza al mismo tiempo.[1]

Hacia finales del siglo XIX, estas crisis se exacerbaron y marcaron el tránsito hacia momentos muy importantes, caracterizados ,entre otros elementos, por la aparición de los monopolios; el desarrollo de la internacionalización de la explotación capitalista; el tránsito de la economía política burguesa hacia la vulgarización ya presente en la economía clásica y hacia la microeconomía, con el objetivo de paliar la crítica al sistema capitalista expuesta por Carlos Marx en su obra El Capital y ofrecer instrumentos prácticos de funcionamiento del régimen de producción.[2]

A partir de entonces, el capitalismo puso de manifiesto más claramente aquellas tendencias que ya habían aparecido en su período de libre competencia:

El enriquecimiento de unos capitalistas y la ruina de otros, trayendo como resultado la tendencia a la monopolización de la producción, sobre la base de la concentración (aumento del capital individual) y la centralización (la tendencia a unirse) por parte de los capitalistas que resultaban exitosos dentro de la competencia.

La tendencia a la acumulación de grandes cantidades de dinero, que participaban crecientemente en la ganancia producida por otros capitalistas, solo por prestar su capital y desplegar un poderoso proceso de especulación con los valores generados.

La internacionalización creciente del mercado mundial y las empresas coloniales, le permitían vincular a las más apartadas regiones del mundo a su sistema de explotación.

Entre 1918 y 1929 ya Inglaterra había perdido la supremacía económica del mundo capitalista, siendo desplazada por Estados Unidos; este último pasaba a constituirse en lo adelante, en el modelo por excelencia de lo que ocurriese con el capitalismo.

En 1929 estalla la crisis más grande conocida por el capitalismo hasta ahora.

Al llegar a la década del veinte, ya el proceso de ganar dinero con dinero, sin tener casi nada o nada que ver con la producción, había llegado a tal nivel, que en 1928 casi nadie miraba ya los indicadores económicos de la producción y el comercio. Todos los ojos estaban puestos en el llamado mercado de valores, que después de mediados de 1928, parecía estar en un alza interminable.

En 1927, antes de que emergiera una teoría económica coherente (como la de John Maynard Keynes en 1936) que aconsejara la intervención del gobierno en la economía, ya el sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Banco Central o sistema de bancos centrales) había adoptado medidas para controlar el crecimiento del dinero y el crédito, tomando también medidas para expandir el crecimiento monetario, en 1927, precisamente cuando los indicadores económicos prometían una contracción.

La FED (Junta de la Reserva Federal), fundada en 1914, era la primera vez que había emprendido la tarea de contrarrestar la actividad del ciclo económico; se pasaba así de la llamada política anticresis (dirigida a superar la crisis) a la política anticíclica (dirigida a contrarrestar el comportamiento del ciclo económico).[3]

Para entonces los economistas, distraídos por el auge del consumo, estimulado por la expansión del crédito y por el crecimiento del comercio mundial, olvidaron lo que ya sabían sobre el comportamiento cíclico de la economía.[4] Que tras el auge venia la caída.

El colapso del mercado de valores, el 29 de octubre de 1929, reveló lo que ya se debía haber sabido, que el prolongado auge económico de la década del veinte, había perdido su impulso y se instalaba entonces la recesión.[5]

A partir de entonces, las políticas de intervención del gobierno en la economía tomaron un auge importante. Posteriormente, el Keynesianismo vendría apuntalar teóricamente, lo que ya intuitivamente se hacía. El gobierno debía intervenir en el curso del ciclo.

Durante la segunda mitad de la década del treinta (administración de F.D. Roosevelt) en los Estados Unidos, la política económica del llamado New Deal, se apropió de la economía norteamericana, pero con el comienzo de la segunda guerra mundial, se interrumpió el curso normal del ciclo económico. Todo se puso en función de la contienda bélica. Que ayudo definitivamente a superar la depresión de 1936.

Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como potencia hegemónica del sistema, resultado de un conjunto de factores que se acumularon principalmente entre 1939 y 1945, y que fueron los siguientes:

  1. Estados Unidos, al no ser el teatro de las operaciones bélicas, no sufrió las destrucciones, que sí experimentaron los países europeos y Japón.
  2. Estados Unidos devino poco a poco en casi único suministrador internacional de los abastecimientos para la guerra.
  3. La conferencia de Bretton Woods en 1944, fundó un sistema monetario y financiero, basado en mecanismos de control y transmisión, bajo el liderazgo norteamericano: el FMI y el Banco Mundial.[6]
  4. Más de un 90% de las mercancías podían ser adquiridas con dólares norteamericanos y el dólar comenzó a ser tan bueno como el oro, deviniendo en moneda de reserva.
  5. El Plan Marshall, o plan de reconstrucción de las devastaciones provocadas por la Guerra, estaba totalmente bajo el control de Estados Unidos.
  6. La economía de los Estados Unidos, con su grado de participación económica a nivel mundial, el control de las organizaciones financieras y políticas internacionales, junto a su poderío militar insuperable, devino centro hegemónico del sistema capitalista a nivel mundial.[7]

Pero ese liderazgo hegemónico de Estados Unidos, duró en el plano económico, solo poco más de 20 años, pues en la medida en que las economías capitalistas devastadas por la guerra se recuperaban, reclamaban su participación en la economía mundial y Estados Unidos se veía entonces obligado a compartir cuotas de poder económico con el resto de las potencias del sistema.

Estados Unidos entonces, en términos de su competitividad económica internacional, comenzó a vivir lo que hemos dado en llamar “paradoja del liderazgo hegemónico”, o sea, en realidad no era tanto de que EE.UU. hubiera emergido fuerte de la II Guerra Mundial, sino más bien, que todos los demás habían emergido muy débiles de esa contienda.

La década de los años setenta y principios de los ochenta, resultaron particularmente difíciles para EE.UU. Una onda larga recesiva, que comenzando en ese periodo 1969-1971, se extendió hasta los primeros meses de 1984, sacudiendo a la economía norteamericana, como no se recordaba desde los años treinta, pues aparte del comportamiento negativo de todos los indicadores económicos:[8]

PIB, desempleo, inflación, utilización de las capacidades, déficit fiscal, déficit comercial, productividad y otros, en particular, la crisis de 1974 y 1975, trajo aparejado el llamado fenómeno de la “estanflación” (Estancamiento productivo con altos niveles de inflación). Comenzando entonces a conformarse los factores de de comportamiento de la economía y de política económica neoliberal, que nos permiten entender hoy qué es lo que está pasando a la economía norteamericana.

Cuando la economía norteamericana, hacia el año 1977, comenzaba a recuperarse, lo hacía entonces a medias, combinando cierta tendencia a la caída del PIB, con altos niveles de inflación y desempleo; para volver a caer en una crisis económica entre 1979 y 1980, que aún deparaba muy malos momentos a la economía norteamericana, y que todavía en 1982 vivió su peor año después de la II Guerra Mundial.[9]

Hacia principios de los años ochenta, la política económica neoliberal de los economistas de la llamada “economía enfocada hacia la oferta” y el tránsito objetivo a un nuevo paradigma tecnológico, vinieron en auxilio de la economía norteamericana.[10] [11]

Se trataba de que con el nuevo paradigma tecnológico, cuya base material comenzó a ser la industria electrónico-informática, ya no era la demanda la que dinamizaba el ciclo, sino la oferta. A partir de ese descubrimiento por parte de los economistas de la llamada “Supply Sider Economic”, todas las medidas de política económica que se toman entre 1982 y 1983, fueron dirigidas a estimular a la economía por la vía del estimulo a la oferta. Esas medidas fueron:

- Altos gastos militares y la aceleración de sus asignaciones.

- Rebaja selectiva de impuestos que beneficiaba a los capitalistas.

- Reducción de los gastos sociales, variando seriamente las prioridades del presupuesto hacia el gasto militar.

- Importación a gran escala de mercancías de consumo masivo a bajos precios. Buscando equilibrar la fuerte caída de los ingresos de los trabajadores.

- Reducción de las tasas de interés al capital.

- Regulaciones dirigidas a buscar una combinación entre los altos gastos militares, con las investigaciones de nuevos productos y la introducción de tecnologías, que han repercutieron en la formación de un mercado de producción masiva civil altamente influenciada por la industria militar. De modo que se tiende a veces a borrar las diferencias entre lo civil y militar, tanto en la producción misma, como en la investigación y el consumo.

- Medidas dirigidas a una fuerte ampliación de la exportación de armamentos y a su producción conjunta en el exterior con tecnologías norteamericanas. Produciendo un inusitado redespliegue industrial-militar.

Todas estas medidas, junto a una creciente y no pocas veces desmesurada expansión del crédito bancario y electrónico, permitieron el comienzo de una recuperación a finales de 1983, que se convirtió en franco crecimiento a partir de 1984, y que se mantuvo hasta el 2006, con breves y no profundas recesiones en 1991 y el 2001.

Pero este largo proceso de crecimiento, con las correspondientes “burbujas financieras” comienza a agotarse. A partir del 2006 la economía se desacelera y en el 2007 estalla la crisis financiera de la llamada “burbuja inmobiliaria”. Como resultado de que se había creado antes una situación de continuo incremento del precio de las viviendas, que favoreció una tendencia creciente de la riqueza, en el caso de los hogares de mayor poder adquisitivo, impulsando su consumo. Al mismo tiempo, el mayor valor de las viviendas en combinación con bajas tasas de interés, propició el abaratamiento del financiamiento hipotecario. Con ello, muchas familias se vieron incentivadas a solicitar créditos con bajos intereses, utilizando como garantía el alto valor de sus casas. Lo cual les permitió incurrir en un nivel de gastos, que en muchos casos, superaba sus ingresos y como consecuencia, se registró una expansión significativa del endeudamiento de las familias norteamericanas. Por lo que se estima que actualmente el 80% de la deuda de los consumidores norteamericanos, corresponde a créditos hipotecarios.

Se trataba de un consumo y gastos basados en mecanismos de especulación, que sobrevaloraban el precio de las casas y por tanto, sujetos a cualquier corrección abrupta. Por tanto, era un consumo que se sostenía, en gran medida, en la posibilidad que tenían los hogares norteamericanos de gastar por encima de su ingreso disponible. Al mismo tiempo, las reglas de otorgamiento de créditos se relajaron, concediéndolo a muchas personas sin capacidad de pago.

Estas deudas hipotecarias, convertidas en “paquetes de deuda” fueron compradas por muchos bancos. Los bancos, al posteriormente subir las tasas de interés y caer el precio inflado de las casas, no podían cobrar las deudas, pues bajo las nuevas condiciones, lo que debían honrarlas, no podían pagarlas. Por lo que se hizo evidente, que a menos que el gobierno pagase las deudas contraídas, los bancos se quedarían “colgados”. De aquí que la crisis financiera actual haya comenzado precisamente por esta llamada “burbuja hipotecaria”. Al mismo tiempo que coincidente y se retroalimentada con la entrada de la economía real en una recesión.

Por eso EE.UU. desde el 2007, ha entrado en lo que se ha dado en llamar una nueva guerra, una guerra para salvar a los especuladores que se han beneficiado con toda la desregulación, que comenzando en 1987, se reforzó en 1999. En 1987, en medio del colapso bursátil, Wall Street pidió al Departamento del Tesoro de Estados Unidos que no interfiriera en los mercados financieros. Una vez liberadas del control gubernamental, se invitó a las bolsas de New York y Chicago a que establecieran sus propios procedimientos reglamentarios.[12]

En medio de la administración Reagan, la concepción neoliberal de la “magia del mercado” se adueñaba de la política económica y se dejó hacer a los monopolios financieros.

Como si fuera poco, en 1999, el Congreso estadounidense (momento de la administración Clinton) y tras largos debates y negociaciones, revocaron todas las restricciones reglamentarias existentes sobre los poderosos conglomerados bancarios de Wall Street, adoptándose la llamada Ley Gramm Leach Bliley Act o “Acta de Modernización de los servicios financiero.”[13]

Situación que sirvió de marco propicio para toda la extraordinaria especulación que se reforzó desde entonces y la crisis financiera que se ha engendrado. La que ha traído como resultado el denominado “Plan de Rescate “.

Produciendo una nueva guerra, en esta ocasión, para salvar a los conglomerados financieros de una crisis, que no es más que una responsabilidad compartida entre Wall Street y el gobierno, pareciéndose mucho la situación a la guerra de Iraq.

- Se basa en muchas ficciones

- Se ha entrado bajo presión

- La solución propuesta no guarda relación con la causa esencial de los problemas.

- Se ha hecho esgrimiendo razones de seguridad nacional, en este caso, financieras.

Así se trata de repetir la historia, pero de nuevo como tragedia, pues como si fuera [14] poco:

-Ese derroche del dinero de los contribuyentes, está siendo manejado por el mismo grupo, que ha empantanado a Estados Unidos en las masacres de Iraq y Afganistán, diciendo que había armas de exterminio masivo en Iraq, que nunca aparecieron, y que había que ir a cazar a Bin Laden. Es que la guerra es buena para hacer negocio.

-Los mismos que se comieron el superávit presupuestario dejado por la administración Clinton y ahora dejan una astronómica deuda pública y un déficit presupuestario de más de 400,000 millones de dólares.

-Son los mismos que auspiciaron el fraude electoral del 2000 y que la Corte Suprema legitimó.

-Los mismos de los fraudes contables de Hally Burton y otros conglomerados.

-Los mismos que desaparecieron los miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción de Iraq., que aun no se sabe donde están.

-Los mismos que se repartieron los contratos de la reconstrucción, antes de que las tropas norteamericanas entraran en Iraq.

-Los mismos que han inducido a la realización de los astronómicos gastos militares que aún siguen llenando los bolsillos del complejo militar industrial y los propios, como en el caso del Vicepresidente.

-Los mismos que especularon con las “hipotecas basuras” y ahora piden que los salven con el dinero de los contribuyentes.

-Los mismos que están especularon inflando los precios del petróleo.

-Los mismos que hoy, en medio de la debacle de popularidad de George W. Bush, lo continúan apoyando, constituyendo los votos más seguros para la derecha.

-Los mismos que querían el “plan de rescate”, poniendo los 850,000 que ahora piden, en las manos del republicano Secretario del Tesoro, sin tener este que rendir cuentas a nadie.

Por ello, tantas protestas, que ya alcanzan dos tercios de la población norteamericana.

Pero aunque estamos seguros, el llamado plan de rescate, no va a tener un impacto inmediato y tal vez ni mediato sobre la economía real, como tampoco es seguro de que vaya a lograr sus propósitos, aunque si van a continuar agravando la deuda pública y el déficit fiscal, pensamos que, de todos modos, no existe otra alternativa, “hay que salvar a los ladrones”, a los como diría Roosevelt “bangters” (banqueros-gánsteres). Porque todo el mecanismo financiero y su articulación con la economía real está hecho, para que si no lo salvan a ellos, no se salve nadie.

La economía norteamericana, en particular, no puede funcionar sin todo ese andamiaje financiero-monetario-crediticio, creado durante más de ochenta años, que es además internacional y transnacional liderado. Por tanto, para tener la esperanza de que hacia finales del 2009, tal vez pueda comenzar a recuperarse la economía, hay que tomar alguna acción de salvamento, introduciendo en ella la mayor cantidad posible de previsiones, para que el dinero de los contribuyentes no se vaya por el vertedero.[15]

No es posible desmontar en cuestión de días un tortuoso mecanismo financiero construido durante décadas, por lo que no adoptar una medida fuerte de salvamento, puede acarrear una crisis mucho más violenta que la de 1929, que haría sufrir horriblemente a muchos norteamericanos, sobre todo a los más pobres y ya con Katrina basta.

Por otro lado, aunque la debacle financiera actual y las dramáticas llamadas a salvar el sistema financiero, es cierto que constituyen una “rendición de banderas” del neoliberalismo, ello no nos asegura que la “religión neoliberal del mercado” desaparezca.

El neoliberalismo es recurrente, se va y regresa. Ahora se va, pero en cuanto el capital se sienta de nuevo fuerte, volverá a reclamar, como en 1987, que le suelten las amarras. Las leyes que los amparan para hacer lo que les da la gana, no han sido derogadas. Por lo que diríamos, que la lucha entre libre mercado a ultranza y regulación, nos acompañará hasta el fin de los días del capitalismo.

Por lo pronto los latinoamericanos y caribeños, todos los subdesarrollados, aprovechemos la coyuntura para hacer avanzar nuestras economías, cosa de que la próxima crisis nos encuentre más fortalecidos.

Alerta, que lo que hoy está ocurriendo es un adelanto de la historia de cómo el capitalismo querría despedirse de nosotros, arrastrándonos a todos hacia su sepultura.

* El Dr.C Esteban M. Morales Domínguez es investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana.


Notas:

[1] Hoy, la polarización de la riqueza se expresa claramente cuando sabemos, según estimados, que el 20% de la población más rica es responsable del 86% del total de los gastos de consumo privados, mientras el 20% de los más pobres del mundo consumen solo el 5 % o menos, de cada uno de los bienes y servicios que se producen. Para ampliar ver: Informe sobre el Desarrollo Mundial, 2000-2001, “Lucha contra la Pobreza”, Banco Mundial, ediciones Mundi-Prensa, Madrid, Barcelona, México, 2001, pp.3-59.

[2] Para ampliar ver: Esteban Morales, “La economía política marxista: retos de un tercer milenio.” Revista Economía y Desarrollo No.2-2001, pp.164-177. La Habana, Cuba.

[3] Se trata del Ciclo Industrial, descubierto por Carlos Marx y expuesto en su obra cumbre El Capital, tomo II, construído por Federico Engels con los manuscritos de la obra. Existe otro concepto, el de Bussines Cicle o ciclo de los negocios, que el concepto manejado por la Economía Neoclásica Burguesa.

[4] El crédito es un mecanismo de suma importancia, pues es el que conecta al sector financiero (dinero, banca, tasas de interés etc.) de la economía con la economía real (producción, servicios, empleo etc.) .Es por medio del crédito, que baja a la economía real, el impacto positivo o negativo de lo que esté ocurriendo en las finanzas.

[5] Existen dos términos, recesión y crisis, el primero es para connotar una caída de la economía por más de dos trimestres seguidos, el segundo, es cuando la economía continua cayendo mas allá de ese plazo.

[6] Al hablar de Mecanismos de Trasmisión, nos estamos refiriendo a que lo que comienza a caracterizar a la internacionalización capitalista con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial es la transnacionalización, la interdependencia liderada, o sea, un proceso a nivel internacional, por medio del cual, el mercado mundial, el comercio exterior, la exportación de capitales, el sistema monetario-financiero, la transnacionalización armamentista y las organización es económicas internacionales, junto al auge de las llamadas Empresas trasnacionales, devienen como nunca antes, en un mecanismo de trasmisión de los impulsos cíclicos de las economías desarrolladas, en particular de la economía norteamericana, la más abarcadora, hacia el resto de las economías del mundo. Por eso hoy, nadie podría escapar de una debacle económica en los Estados Unidos.

[7] Dice el economista norteamericano Víctor Perlo en su excelente libro “La economía inestable”, que el sistema capitalista se desenvuelve dentro de la paradoja de necesitar un líder y las consecuencias que ello trae aparejadas.

[8] Ya en 1971 Richard Nixon se ve obligado a devaluar el dólar y poco después, en 1972, a declarar su inconvertibilidad. Así comenzó el “relajo” financiero que ahora vivimos. Ello firmo la defunción del sistema inaugurado en Bretton Woods.

[9] Los principios en que se apoyaba la política económica hasta entonces también colapsaron. Aunque no el meollo racional del Keynesianismo, que ahora retorna: la intervención del gobierno.

[10] Ver: Esteban Morales: Incertidumbres de la Recesión, Cubarte, 2008.

[11] Las primeras medidas de política económica de Reagan profundizaron la crisis comenzada en 1980. Esta política se desplegaba junto a un debate entre los llamados Monetaristas y Ofertistas, que hacían recomendaciones para sacar a la economía de la crisis. Objetivamente para esos momentos la economía norteamericana estaba transitando al nuevo paradigma tecnológico, cuya base material de la dinámica cíclica, se diferenciaba, a partir del auge que comenzaba a adquirir la industria Electrónico-Informática.

[12] Ver: Michel Chossubousky, Colapso financiero Global, Global Research, Rebelión, 15 septiembre2008.

[13] La ley derogada en esta ocasión fue la Glass-Steagal, adoptada en 1933, durante la Administración de F.D. Rooselvelt, que separaba la banca comercial de la banca de inversión y que de algún modo protegía a los depositantes de la especulación y de las inversiones de riesgo, estas últimas causas del agravamiento de la llamada subprime.

[14] Sobre esto ver: Michael Hudson, “El rescate de los rescates: golpe de estado cleptocrático en EE.UU.”, Internet, 21-9-08.

[15] No olvidemos, que lo que ocurrió cuando se anuncio la inyección de los 185,000, los bancos aguantaron el dinero y no daban créditos a mediano plazo. Luego la pregunta sería: ¿Cual es el nivel de inyección que necesitan los bancos para reaccionar como se espera de ellos? Algunos dicen que un millón de millones; el Secretario del Tesoro ha dicho ahora que son 850,000 y que puede ser más. Por lo que podemos estar en trando en una escalada que no se sabe cuándo puede terminar. Y desde que Jesucristo expulso a los mercaderes del templo, sabemos que estas son gente sin alma.

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