SANTIAGO IGARTúA
tomado de "Proceso" www.proceso.com.mxTal como se había anticipado, Argentina empieza a experimentar las consecuencias sociales de la privatización de los servicios de distribución de la energía eléctrica: los criterios mercantilistas de las empresas concesionarias, insensibles a las necesidades industriales, comerciales y poblacionales, provocaron durante toda una semana en Buenos Aires airadas protestas por los absurdos apagones que configuraron "la Ciudad de la Furia"...
BUENOS AIRES.- Noviembre dibujó Buenos Aires en perfecto claroscuro, retrato de sus contrastes. Decenas de sus edificios, monumentos arquitectónicos construidos a finales del siglo XIX en estilo clasicista, se cubrieron de pestilente podredumbre, residuos de las protestas de los habitantes de la llamada Ciudad de la Furia: miles de agraviados que durante siete días tomaron las calles para manifestarse. Por cada día que se quedaban sin luz eléctrica -en lapsos que iban de ocho a las 24 horas-, lanzaban la comida descompuesta que habían perdido, víctimas de una falta de energía eléctrica aunada a la histórica racha de calor que sacudió a Argentina.
"Tenemos un gobierno de Tercer Mundo y una vida de quinta"; "Son unos ladrones que cobran por cada bocanada de aire que respiramos y no respetan lo mínimo para que vivamos dignamente"; "Estoy harto de reclamar a una máquina porque no hay quien dé la cara"; "Tuve que tirar toda mi mercancía"; "No tengo para comprar comida hasta el próximo pago"; "No hay cómo subir el agua a los edificios, ni para los baños", fueron algunos de los reclamos que recogió Proceso entre demostraciones de agobio, llanto, desesperación y hastío por parte de padres de familia, comerciantes y ciudadanos de todas las clases sociales que, fundidos en masas, con cacerolas en mano para hacerse escuchar y armados con la comida que se pudrió en sus casas o negocios para restregarla por las calles y edificios de gobierno, se hicieron a las calles vigiladas por la policía. "Deberían cuidar nuestras casas; los ladrones están en otros lados", repetía la concurrencia.
Las sombras que cubren a Argentina pertenecen a su mismo pasado. Nadie sabía a quién reclamar, presas todos de la incertidumbre por un gobierno desentendido, ya que el sector energético fue privatizado en 1990 por Carlos Saúl Menem.
Desde entonces, la tarea de distribuir la energía eléctrica en el territorio argentino recayó principalmente en tres empresas: Edenor, Edesur y Edelap, que durante cada verano tienen problemas para cubrir la demanda del país.
Este es un adelanto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1675.
BUENOS AIRES.- Noviembre dibujó Buenos Aires en perfecto claroscuro, retrato de sus contrastes. Decenas de sus edificios, monumentos arquitectónicos construidos a finales del siglo XIX en estilo clasicista, se cubrieron de pestilente podredumbre, residuos de las protestas de los habitantes de la llamada Ciudad de la Furia: miles de agraviados que durante siete días tomaron las calles para manifestarse. Por cada día que se quedaban sin luz eléctrica -en lapsos que iban de ocho a las 24 horas-, lanzaban la comida descompuesta que habían perdido, víctimas de una falta de energía eléctrica aunada a la histórica racha de calor que sacudió a Argentina.
"Tenemos un gobierno de Tercer Mundo y una vida de quinta"; "Son unos ladrones que cobran por cada bocanada de aire que respiramos y no respetan lo mínimo para que vivamos dignamente"; "Estoy harto de reclamar a una máquina porque no hay quien dé la cara"; "Tuve que tirar toda mi mercancía"; "No tengo para comprar comida hasta el próximo pago"; "No hay cómo subir el agua a los edificios, ni para los baños", fueron algunos de los reclamos que recogió Proceso entre demostraciones de agobio, llanto, desesperación y hastío por parte de padres de familia, comerciantes y ciudadanos de todas las clases sociales que, fundidos en masas, con cacerolas en mano para hacerse escuchar y armados con la comida que se pudrió en sus casas o negocios para restregarla por las calles y edificios de gobierno, se hicieron a las calles vigiladas por la policía. "Deberían cuidar nuestras casas; los ladrones están en otros lados", repetía la concurrencia.
Las sombras que cubren a Argentina pertenecen a su mismo pasado. Nadie sabía a quién reclamar, presas todos de la incertidumbre por un gobierno desentendido, ya que el sector energético fue privatizado en 1990 por Carlos Saúl Menem.
Desde entonces, la tarea de distribuir la energía eléctrica en el territorio argentino recayó principalmente en tres empresas: Edenor, Edesur y Edelap, que durante cada verano tienen problemas para cubrir la demanda del país.
Este es un adelanto del reportaje que publica la revista Proceso en su edición 1675.
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