Dra. Verónica Narváez Padilla
Facultad de Ciencias-UAEM
vnarvaez@buzon.uaem.mx
Los filósofos por mucho tiempo se han preguntado, ¿para qué estamos aquí?, ¿cuál es el propósito de esta vida? Para los biólogos, existe una respuesta muy clara a estas preguntas: el propósito de todo ser vivo es reproducirse. Para la evolución lo importante es sobrevivir para poder pasar tus genes a la siguiente generación. ¿Y cómo se decide quién sobrevive? Sobrevive el más apto. Pero para que existan organismos más o menos aptos se requiere que haya variedad, la cual está dada por los genes. Sin esta variedad genética todos seríamos clonas (idénticos unos a otros) y sólo el azar decidiría quien sobrevive. Las mutaciones y la recombinación de genes son las responsables de generar la variación. Para lograr llevar a cabo esta recombinación de genes existen miles de estilos y formas distintas: los mamíferos lo hacen a través de la copulación; muchos peces lo hacen soltando sus huevos y sus espermas al mar; los alacranes depositan paquetes de esperma en el piso para que las hembras se sienten en ellos; las plantas sueltan polen al aire o esperan a que un insecto lo lleve a una flor receptora, etc. La existencia de diferentes sexos desencadena una verdadera batalla entre ellos, pues cada organismo tratará de trasmitir sus genes a la siguiente generación y generalmente entre mayor éxito tenga uno, menor éxito tendrá el otro. Esta batalla se inicia por la incertidumbre de los machos sobre si sus genes serán los que lleguen a la siguiente generación, lo que los lleva a ser los típicos amantes "celosos". Un ejemplo nos lo da el insecto palo (Necroscia sparaxes) el cual es capaz de copular por diez semanas continuas con tal de no dejar que otro macho se acerque a su hembra. Afortunadamente el macho es mucho más pequeño que la hembra, por lo que ella puede continuar su vida cargando a su celoso amante. Otro ejemplo nos lo da el escarabajo azul (Chrysochus cobaltinus), el cual tampoco deja a su pareja y, después de copular, vive literalmente sobre ella. En algunas especies, las estrategias que han desarrollado los machos para asegurarse que sean sus genes y no los de algún otro amante quienes ganen el acceso a la siguiente generación son realmente sorprendentes. Un tipo de libélulas (de ala negra, Calopteryx maculata) ha desarrollado un pene realmente sofisticado, con una especie de globo que se infla y dos cuernos en la punta, el cual utiliza para sacar el esperma de otro amante antes de depositar el suyo. Por otro lado, un pariente cercano, el Calopteryx haemorrhoidalis asturica al utilizar su pene de una manera muy especial, induce que la propia hembra expulse el esperma de sus amantes previos. Sin embargo, definitivamente quienes son realmente impresionantes son los zánganos (Apis mellifera), ya que ellos mueren por su abeja reina, con tal de ser ellos los únicos que copulen con ella. Los zánganos, cuando alcanzan su clímax sexual, literalmente explotan, pues sus genitales se desprenden de su cuerpo dejándolos de esta forma dentro de la reina, bloqueando la entrada a otro macho. ¡Un cinturón de castidad muy sofisticado! Otra estrategia que suelen usar los machos para evitar que "les pongan los cuernos" es utilizar "pócimas de amor". Por ejemplo, en el líquido seminal (el líquido que envuelve a los espermas) de la mosca común existen varias sustancias químicas que se unen al cerebro de la hembra haciendo que ésta pierda todo el interés por el sexo. De esta forma se asegura que sólo él copule con ella. En el líquido seminal de otra especie de moscas, la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), existen sustancias químicas | que, además de ser antiafrodisacas, también inducen agresión hacia los machos, por lo que las hembras no dejarán que otro macho se les acerque. Los machos de una especie de crustáceos (Paracerceis sculpta) utilizan una estrategia muy divertida, ya que lo que hacen es disfrazarse de hembra. En esta especie, los machos, que duplican a la hembra en tamaño, luchan entre si para ser los dueños de un harén. Sin embargo, algunos machos, han preferido no entrar en la pelea y hacerse pasar por hembras teniendo un tamaño pequeño e imitando su forma. De esta forma, logran colarse al harén y vivir felices ahí, transmitiendo sus genes a la siguiente generación. Una batalla muy distinta y que es realmente una lucha entre sexos la tienen algunas especies de arañas, alacranes y la Mantis Religiosa. Las hembras de estas especies disfrutan de comerse a su pareja, por lo que los machos realmente tienen que luchar por su vida y acaban dándolo todo por el sexo. En el caso de la Mantis, el macho se vuelve un excelente amante cuando la hembra se come su cabeza, ya que al ser decapitado, sufre de espasmos sexuales con lo que logran hacer que sus genitales entren en contacto con los de ella. Tal parece que a las hembras esto les gusta mucho. Por último, están las especies que han logrado una armonía total entre los sexos. Como ejemplo tenemos a las yeguas marinas (parecidos a caracoles sin concha, Aplisia californica), que al ser hermafroditas, disfrutan de grandes orgías en donde cada uno hace el papel de hembra y macho al mismo tiempo. De esta forma, se arman largas cadenas donde cada individuo le hace de macho con el individuo de adelante y de hembra con el de atrás. ¡En esta especie sí prefieren hacer el amor a hacer la guerra! En una especie de gusano marino (Ophrytrocha puerilis), cuando dos hembras se encuentran, la más pequeña se convierte en macho y forman una pareja estable. Los machos crecen más rápido que las hembras, por lo que pronto el macho sobrepasa en tamaño a la hembra y entonces cambian de papel. De esta forma pasan casi el resto de sus vidas cambiando de sexo cada vez que cambia su relación de tamaño. Finalmente los dos acaban siendo hermafroditas. Los peces vaca (Hypoplectrus nigricans), peces carnívoros tropicales, forman una pareja normal, pero se van turnando los papeles y después de cada camada, cambian de sexo. Definitivamente de esta forma se acaban las batallas sexuales y el trabajo se reparte equitativamente. Como se podrá observar, así como en la guerra, ¡en el sexo todo se vale! La Dra. Verónica Narváez Padilla es originaria de la Ciudad de México y radica en Morelos desde hace 14 años. Realizó sus estudios de licenciatura en Investigación Biomédica Básica en la UNAM. El doctorado en Biología del Desarrollo, estudiando la determinación sexual en ratón, en el National Institute for Medical Research, Londres. Actualmente es la directora de la Facultad de Ciencias de la UAEM. |
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