editorial de "LA JORNADA"
En la víspera del arribo a nuestro país de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, el gobierno de la nación vecina anunció ayer un paquete de medidas orientadas a reforzar la seguridad en la frontera con México, entre las que se incluye un incremento notable en la presencia de agentes federales estadunidenses en la región; la creación de una unidad de inteligencia regional de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), que servirá como central de coordinación de todas las actividades de la FBI en relación con México
; la erogación de unos 700 millones de dólares de recursos públicos para optimizar los sistemas de intercambio de información entre las autoridades de ambos países, y la entrega de aeronaves a la Fuerza Aérea y la Marina mexicanas.
El conjunto de acciones no incluye, por el momento, el envío de efectivos militares estadunidenses a la franja fronteriza, aunque la titular del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos, Janet Napolitano, señaló que todavía estamos considerando
esa posibilidad, declaración que encierra un importante cambio de matiz con respecto a la postura expresada el pasado 11 de marzo por el presidente Barack Obama: no estoy interesado en militarizar la frontera
.
Por su parte, la canciller mexicana, Patricia Espinosa, aprobó las medidas de seguridad anunciadas por la Casa Blanca y dijo que tales acciones son congruentes con la lucha contra el crimen organizado
. Al respecto, cabe recordar que a principios de este mes fueron desplegados 5 mil efectivos militares en Ciudad Juárez, Chihuahua, ante la creciente ola de violencia que se vive en esa localidad.
La militarización de distintos puntos de la frontera por parte del gobierno mexicano, y el refuerzo policial ordenado por las autoridades estadunidenses del otro lado del río Bravo, no necesariamente constituyen pasos correctos en la lucha contra el narco, y apuntan, en cambio, a una estrategia binacional de seguridad equívoca: a fin de cuentas, la zona limítrofe entre los dos países es sólo uno de los espacios de acción de las organizaciones delictivas, en donde se concentran y expresan de manera particularmente violenta los síntomas de un proceso de descomposición social e institucional mucho más amplio que tiene lugar en ambos lados de la línea fronteriza. El paso de drogas, armas y delincuentes por la frontera común es, en efecto, la culminación de procesos que se gestan y desarrollan lejos de ellas y que requieren de atención por parte de ambos gobiernos en zonas geográficas alejadas de la línea divisoria común y de ámbitos de acción más amplios que el policial y el militar.
Con estas consideraciones en mente, cabe afirmar que el despliegue de un mayor número de elementos de las fuerzas públicas en la región no implica por sí mismo un golpe al poder de los cárteles de la droga ni a sus estructuras logística y financiera, y sí, en cambio, expone a esos efectivos –civiles y castrenses; mexicanos y estadunidenses– a la infiltración y al soborno de los grupos criminales.
Adicionalmente, los gobiernos de ambos países no parecen ser conscientes de que las medidas que se comentan conllevan riesgos indeseables para las poblaciones aledañas a las márgenes fronterizas, como la proliferación de molestias y atropellos –algo que de hecho ya ha ocurrido en México–, y que, en consecuencia, se corre el riesgo de alimentar la animadversión popular contra los efectivos gubernamentales. Por lo demás, la experiencia histórica indica que en circunstancias como la que se comenta tienden a multiplicarse los incidentes fronterizos, las vulneraciones a la integridad territorial y las violaciones a la soberanía de los países. Sería particularmente desastroso que las acciones anunciadas ayer no sólo no sirvieran para acabar con el narco sino que dieran pie a conflictos entre elementos del Ejército Mexicano y de las agencias de seguridad estadunidenses.
En suma, las medidas dadas a conocer ayer por Washington y la satisfacción expresada por el gobierno mexicano ante ellas ponen en evidencia una estrategia de seguridad errónea –y compartida, a lo que puede verse–, que se concentra en el combate a las expresiones epidérmicas de un problema con raíces complejas y profundas como es el narcotráfico. Si lo que se quiere es erradicar de fondo esa y otras expresiones delictivas, los gobiernos de Calderón y Obama no deben concentrarse en acciones policiaco-militares de persecución, que hasta ahora han resultado ineficientes, sino atender los factores sociales, económicos e institucionales que las originan; emprender políticas efectivas de combate a las adicciones, a efecto de reducir la demanda de estupefacientes ilícitos; combatir la corrupción que corroe el entramado institucional de ambos países y, en el caso de México, elaborar y aplicar una estrategia coherente de combate a la miseria, de atenuación de la pobreza y de reducción de las lacerantes desigualdades sociales.
Felicidad colonial
Cañonazos de salva
¡Welcome, Hillary!
El calderonismo está contento porque los gringos han decidido poner agentes y espías en la frontera con México y porque al fin parecerían decididos a tomar medidas en relación con su vecino fallido. A ningún país medianamente sensato le provocaría entusiasmo que a sus asuntos se asomen las bélicas narices del imperio en decadencia, mucho menos si a lo largo de su historia independiente ese país ha sufrido, de parte del otro, robos de territorio, invasiones sin justificación y ofensas altaneras. Pero el felipismo, a través de la voz de su canciller Patricia Espinosa, considera un gran triunfo que Washington esté desplegando fuerzas armadas (primero policías, luego se verá si también tropas) a lo largo de la línea común, como si el preocupante hecho hubiese sido intencionalmente buscado a lo largo de la inexplicable guerra torpe y sin sentido que Los Pinos ha declarado a los cárteles mexicanos del narcotráfico.
La apertura de puertas al intervencionismo estadunidense hace recordar episodios como el de 1914, en Tampico, cuando nueve marinos del acorazado estadunidense USS Dolphin bajaron en un bote a buscar combustible y se toparon con militares mexicanos que los apresaron por entender que estaban violando disposiciones locales. A pesar de que con rapidez fueron giradas instrucciones para que los marinos yanquis fueran liberados, y presentadas las excusas oficiales, el comandante de ellos exigió como desagravio que en territorio mexicano se izara la bandera estadunidense y se le rindieran honores, con los correspondientes cañonazos de salva. La negativa mexicana a cumplir las vergonzosas condiciones –un pretexto, una provocación– desencadenó la segunda intervención de Estados Unidos en México, con la ocupación de Veracruz durante seis meses, en tiempos de un presidente de México llegado de manera ilegítima al poder, Victoriano Huerta.
A la instalación intencional de condiciones para que Estados Unidos se sienta con derecho a manejar los asuntos de su ingobernable patio trasero habrá de agregarse el hecho de que la vida civil mexicana ha sido sustituida paulatina pero imparablemente por el nuevo poder rector, el de los militares. Así, de golpe, en un par de años, ha cambiado el panorama político y cívico de los mexicanos: las libertades han sido cercenadas mediante acciones castrenses que ya son cotidianas y, sobre los ánimos críticos o combativos de los ciudadanos, se abate el permanente amago de los operativos armados que con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico pueden alcanzar cualquier ámbito. Y ahora el escenario de restricciones y amenazas es consolidado por la virtual invitación que se hace al gobierno estadunidense para que intervenga en asuntos mexicanos cuando crea conveniente, en aras de la seguridad nacional
vecina que convenientemente ha sido amenazada
por las andanzas militares calderónicas que parecieran pensadas principalmente con ese propósito de hacer trasnacionales
los problemas locales que no puede resolver. Por lo pronto, y a reserva de lo que se juntará en las próximas semanas, ¡bienvenida, Hillary, sus sonrisas escenográficas permanentes y el rediseño del mundo, o de perdis, del traspatio sureño, conforme a los intereses gringos!
Dos asuntos más de los que hicieron al sonorense Beltrones solicitar pantalones bien fajados están en fase de definición: la comisión binacional que estudia el caso de la francesa Florence Cassez está por terminar la redacción de sus resultados, y entonces habrá de saberse si la administración calderónica ha hecho todo este teatro de la comisión con el propósito de repartir culpas sobre una decisión tomada que consistiría en entregar a la sentenciada a la justicia francesa, donde su pena podría ser reducida o extinguida. Desde el primer día se han producido versiones que aseguran que Calderón prometió a Sarkozy entregar a Cassez, a pesar del muy generalizado rechazo de los mexicanos que entienden esa posible cesión como un gesto de ofensa extrema a quienes en su país tienen que cumplir las sentencias de un sistema judicial corrupto. El otro tema en cartera es el de Banamex, sobre todo a partir de las presiones del antes mencionado senador sonorense que, entre nubes de harina de maíz, tratará de que la Suprema Corta decida si es válida la interpretación que el ministro Carstens hizo de las leyes para determinar que no hay tos con que la Casa Blanca tenga dinero e intereses en el citado Banamex. A Beltrones le interesa que este banco esté en manos de mexicanos, y si estos se apellidan González y Hank, mejor.
Astillas
Un lector de Ciudad Juárez, cuyo nombre será omitido, señala que lo que afirma el gobierno, de que se redujo la violencia en esta ciudad, simplemente es mentira; se han reducido las ejecuciones, pero esa no es violencia que nos afecte a todos, pues sólo era un proceso entre criminales. La violencia real, la que nos afecta a la gente de a pie, es el asalto diario en el transporte, en la calle y en la tiendita de la cuadra, el robo de autos, los asesinatos o heridas por quitarnos nuestro dinero. Eso sigue igual
... El ingeniero y arquitecto Jorge Emilio Reyes Amador escribe desde Querétaro: desde hace dos años veo con desilusión que tus comentarios siguen siendo netamente PRD. Incluso, de un tiempo para acá sólo emites y comentas lo que te conviene, pero habemos lectores que nos hartamos de ciertas tendencias. Por ejemplo, ¿qué pasó con el tan llevado News Divine? Espero contribuir a despejar tus telarañas que tengas por envidia o lo que sea
... Surrealismo mexicano: soldados tuvieron que encabezar el derribo de capillas a la Santa Muerte en la carretera Nuevo Laredo-Monterrey... Bueno, noticia ya casi ni es: los consejeros buque del Instituto del Fingimiento Electoral volvieron a perdonar a una televisora nacional en cuanto a multas por cobrar... Y, mientras el fallecimiento del Ratón Macías pone de manifiesto que quedan pocos ídolos populares en México, ¡hasta mañana, en esta columna que no ofrece recompensas a quienes le acercan datos para capturar información interesante!
¡NI UN VOTO AL PAN NI AL PRI NI AL PVEM NI A NUEVA ALIANZA!
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