Poemas sobre gatos
Charles Baudelaire
El gato
En mi cerebro se pasea,
Como en su casa,
Un lindo gato, fuerte, dulce y tibio.
Cuando maúlla se le oye apenas,
Tan tierno y discreto es su timbre;
Por más que su voz se apacigua o retumba,
Es siempre rica y profunda.
He ahí su calidez y su secreto.
Esa voz, que brota y se filtra
En mis fondos más tenebrosos,
Me llena como un verso numeroso
Y me regocija como una pócima de amor.
Ella atenúa los más crueles males
Y detiene todos los éxtasis;
Para decir las frases más largas,
No necesita palabras.
No, él no es el violín, instrumento
perfecto, que muerde mi corazón,
pero hace, más regiamente,
Sonar su cuerda más vibrante
Que tu voz, gato misterioso,
Seráfico gato, gato extraño,
En quien todo es, como en un ángel,
Tan sutil como armonioso.
Diego Giacometti, Gato mayordomo,1967 |
II
De su piel rubia y morena
Brota un perfume tan dulce, que una tarde
Fui embalsamado por haberlo
Acariciado una vez, sólo una.
Es el espíritu familiar del lugar;
Juega, preside e inspira
Todas las cosas de su imperio;
¿Puede ser un hada, un dios?
Cuando mis ojos son atraídos, como por una amante,
hacia ese gato que amo,
Se vuelven dócilmente
Y me veo a mí mismo.
Miro con sorpresa
El fuego de sus pálidas pupilas,
Marchita claridad, ópalos vivaces,
Que me contemplan fijamente.
Los gatos
Los fervientes amorosos y los austeros sabios
Aman igualmente, en su estación madura,
A los gatos fuertes y dulces, orgullo de la casa,
Que como ellos son friolentos y sedentarios.
Amigos de la ciencia y la voluptuosidad,
Buscan el silencio y el horror de las tinieblas;
El Erebo los habría tomado por sus corceles fúnebres,
Si pudieran doblegar al siervo su ferocidad.
Ellos sueñan y adoptan las nobles actitudes
De grandes esfinges alargadas en el fondo de las soledades,
y parecen dormir dentro de un sueño sin fin;
Sus reinos fecundos están llenos de chispas mágicas
Y de parcelas doradas, como una arena fina,
Que destellan vagamente en sus pupilas místicas.
El gato
Ven, gatito mío, contra mi amoroso corazón;
Reprime las garras de tu pata
Y deja sumergirme dentro de tus bellos ojos,
Mezcla de metal y ágata.
Cuando mis dedos acarician por momentos
Tu cabeza y tu lomo elástico,
Y mi mano se embriaga de placer
Al tocar tu cuerpo eléctrico,
Veo el espíritu de mi amada. Su mirada,
Como la tuya, amable bestia,
Profunda y fría, corta y rasga como una lanza
Y, de los pies a la cabeza,
Un dejo sutil, un perfume peligroso,
Flota sobre su cuerpo marrón.
Versiones de Antonio Cajero
tomado de "La Jornada Semanal", suplemento de "La Jornada"
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