El legado poético de los antiguos mexicanos
Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Miguel León-Portilla
La tinta negra y roja, antología de poesía náhuatl (Era/El Colegio Nacional/Galaxia Gutenberg, 2008), el más reciente libro de Miguel León-Portilla, incluye ilustraciones de Vicente Rojo y una introducción de Marcelo Uribe y Coral Bracho, quienes seleccionaron los textos que integran el volumen.
– ¿Qué dificultades implica la traducción del náhuatl al español?
– En primer lugar, como toda traducción, implica una serie de problemas, porque la traducción es el acto de trasvasar una manera de ver el mundo, una lengua determinada a otra lengua: la que recibe. Hay varios criterios: la traducción literal, la traducción libre, la que se propone –sobre todo en la poesía– recobrar el sentido poético. ¿Yo cómo he procedido? Desde luego no es traducción literal, porque sería la muerte de la poesía, pero tampoco es libre en el sentido de que yo me aparto del texto náhuatl para decir lo que yo quiera. Es una traducción en que, sin forzar al castellano, trato de expresar hasta donde me es posible todos los matices, las sutilezas de la expresión en náhuatl, que es una lengua polisintética e incorporativa, es decir, que une elementos de varias palabras, un poco como el alemán o el griego, pero no nada más los une así, como si fuera un pegote, como si fuera con resistol. Por eso a mí no me gusta decir que es aglutinante, sino que las incorpora, las modifica estructuralmente. Eso se lleva a cabo por modificaciones que los lingüistas llaman morfofonéticas, es decir, en la forma, en la morfología y en la fonética. A mí me ha pasado, como al padre Garibay, mi maestro, que a veces dicen que estamos inventando, a lo cual él respondía: “Ojalá que así fuera pues sería un gran poeta.” En la Filosofía náhuatl saco todos los textos del náhuatl de tal manera que a quien me diga que estoy inventando le respondo: allí está el texto en náhuatl –si es que el crítico sabe náhuatl y me dice: “Usted omitió o añadió.” Mi objetivo ha sido trasvasar a otra lengua y a otro contexto cultural hasta donde se pueda el alma de la expresión indígena.
Vicente Rojo, II In xochitl, in cuicatl |
– ¿Coinciden sus traducciones con las de su maestro, el padre Ángel María Garibay?
– Yo no diría ni que es mejor ni peor; es distinta. Garibay era poeta. Tiene unos poemas bellísimos en un libro que se llama Poemas de los árboles, sobre el ahuehuete, el ciprés. Yo he intentado ser poeta aunque medio de mala muerte. Escribí un libro que me atreví titular: Poesía náhuatl, la de ellos y la mía.
– Para hacer una buena traducción se necesita un conocimiento muy profundo de la cosmovisión nahua.
– Claro, de la cultura general, de las instituciones de ese pueblo. Por ejemplo, si yo digo en La leyenda de los soles: In atl tanatiuh (el sol de agua), tengo que haber explicado qué significa. Es que hubo cuatro edades cósmicas vinculadas curiosísimamente a los cuatro elementos. En la Piedra del Sol pueden verse, en el Calendario que llaman Azteca, y en otras muchas piezas y en muchos textos, tanto en náhuatl como en quiché, en maya. Entonces debe uno tener un conocimiento de la cultura. Por ejemplo, hay un texto que habla de los calpulli. ¿Qué es? Una institución, una organización social muy peculiar de los pueblos antiguos muy diferente de la sociedad anónima de ahora. Si yo quiero poner ahora en náhuatl el concepto “sociedad anónima”, es difícil. Yo he publicado los manifiestos que Emiliano Zapata expidió en náhuatl y español. Dice: “Democracia, tierra y libertad.” Algunas palabras como “tierra” son muy fáciles, pero “democracia” ya no es tan fácil. Te dice, por ejemplo, “patriotismo”. ¿Cómo traducimos al náhuatl “patriotismo”? El que hizo la traducción de esos manifiestos para Emiliano Zapata lo hizo y logró expresar un concepto afín. En La tinta negra y roja yo pongo citas de varios textos que dicen lo que significa este concepto: es la sabiduría lo que nos hace seres humanos, lo que nos da corazón. Por eso dicen: ponte al lado, junto al sabio que es el maestro de la tinta negra y roja. Quetzalcóatl se fue a la Tierra de la Tinta Roja cuando se embarcó huyendo. Hay muchísimas metáforas en náhuatl que no son tan fáciles de expresar. Por ejemplo, Atl-tlachinolli lo suelo traducir como agua y fuego. Pero en realidad no es agua y fuego, sino agua y chamusquina, que para mí es “la realidad de algo que se está quemando”. Si prendiéramos fuego a esta biblioteca donde estamos, sería una espantosa chamusquina, ¡cosa que espero nunca suceda! Chamusquina es quemazón. En náhuatl se dice tlachinolli; tiene que ver con achichinar: esa palabra sí es de origen náhuatl.
– ¿Se puede hablar de un corpus cerrado de la poesía náhuatl?
– El padre Garibay se planteó esa pregunta. Yo puedo contestarte que hay compilaciones o colecciones de poemas. Una que se llama Romances de los Señores de la Nueva España, un título curioso. Es una colección de textos bellísima que tradujo Ángel María Garibay; el manuscrito está en la colección latinoamericana de la Biblioteca de la Universidad de Texas, en Austin. Yo los he traducido también, porque en esto de traducir se puede repetir y repetir. El corpus de poesía náhuatl incluye otro manuscrito importantísimo que está en la Biblioteca Nacional de México, en Ciudad Universitaria. Ese manuscrito ha sido objeto de un estudio de un seminario que yo he coordinado con diez participantes, a lo largo de varios años, entre los que han estado dos de origen francés, dos estadunidenses, Chonita mi mujer y dos de estirpe náhuatl; es una cosa bastante heterogénea y es interesantísimo porque cada uno va dando su parecer. El tomo primero de esta colección va a salir este año con seguridad. Además de estas dos grandes compilaciones, hay poemas en náhuatl en otros muchos manuscritos que tratan de historias o de leyendas, y de ésos sí hay muchísimos; están en el Códice Florentino que nos conservan los textos recogidos por Sahagún, en algunos huehuetlatolli o discursos de la antigua palabra, y en crónicas como Los anales de la nación mexicana que están en la Biblioteca Nacional de Francia; están también, yo pienso, en la Leyenda de los soles que está en la Biblioteca de Antropología e Historia instalada en el Museo Nacional de Antropología. Es decir, aquí en La tinta negra y roja hay textos que se podría discutir si son poesía o no. Yo creo que son poesía.
– ¿Hay rima en el náhuatl?
– En náhuatl no había rima, no se podía decir, por ejemplo: presidente/ la gente, ¿verdad? No había concordancia tampoco. Generalmente me han preguntado: “¿Cómo hace usted para ponerlos en verso? ¿Ya estaban en verso en el manuscrito?” Es una pregunta muy importante. No, no estaban en verso. Lo escribían como si fuera prosa. ¿Entonces por qué no los transcribo como si fuera prosa? Bueno, porque yo creo que se van a trasvasar al contexto poético de la lengua española o de las lenguas romances y en ellas la poesía se escribe como versos. ¿Cómo creo encontrar versos? Un elemento muy importante son las frases paralelas. Por ejemplo, dice: “Has llegado/ has venido/ estás recobrando tu aliento/ goza un poco, disfruta de la vida.” Esas son frases paralelas. Entonces son versos. También recupero un poco el ritmo de la expresión en náhuatl. Desde luego, estoy de acuerdo en que podría discutirse el tema y podría otro señor hacer otra traducción y distribuir los versos de otra manera. En el náhuatl nosotros, al traducirlo, acudimos a lo que es la tradición de la lengua receptora. Si alguien dice: “¿Pero cómo es posible que usted abandone la traducción que había hecho?” No es que la abandone, es que yo creo que en este momento de mi pensamiento capto matices que no capté en otra ocasión.
– ¿En qué etapa de nuestra historia se ha demeritado más el náhuatl?
– En el siglo XIX fue cuando la lengua náhuatl estuvo más pateada. Yo estoy ahora trabajando sobre los indios en1810 y 1910, y cómo están ahora hacia 2010: son los centenarios. Los indios participaron muchísimo en las revoluciones, la de Independencia y en la de 1910. ¿Qué sacaron de eso? Muy poco. Perdieron su identidad como indios. Eso les permitía, con las leyes de Indias, mantener su propiedad comunal de las tierras, gozar de ciertos privilegios, proteger sus lenguas. Pero con las leyes republicanas todos somos iguales, ya no hay propiedad comunal, son cosas atrasadas, y las lenguas y esos dialectos deben desaparecer para que pasen a hablar la lengua europea. La Constitución de 1857 fue catastrófica para los indígenas y la de 1917 algo les restituyó: los ejidos que han sido afectados por disposiciones del presidente Carlos Salinas. Para los pueblos indígenas la propiedad comunal es la base de su organización social. Eso es primitivo y distinto al comunismo que no pretende que los medios de producción se queden en manos comunales.
– ¿Cree que el comunismo ha muerto?
– Yo creo que no ha muerto. Es, si tú quieres, una utopía. Pero ha influido muchísimo y seguirá haciéndolo a lo largo del tiempo. El liberalismo en el que nos estamos parando ahora, esta crisis espantosa, se debe a ese desenfreno loco de la ambición personal, de la acumulación de riquezas.
– ¿Cómo son las elecciones entre los pueblos indígenas?
– Aunque tarden tres o cuatro días cuando van a nombrar a su gobernador, según sus usos y costumbres, buscan unanimidad. Por ejemplo, van a elegir los yaquis o los tzeltales al gobernador interno. Entonces se juntan los viejos, los sabios y dicen: “Qué tal si elegimos al Tata Viate.” Y dicen: “Está muy bien esa persona, pero claro, no quiero atacarlo ni nada, como guerrero no se ha distinguido mucho. ¿Qué tal si ponemos a tal persona? Pues es magnífico, pero no quiso salir a danzar en ninguna de las fiestas de la Pascua , a lo mejor estaba mal.” Hasta que de repente dicen: “Éste tal vez no sea el mejor, pero es el que nos satisface a todos.” Hasta la fecha mucho de eso subsiste y con las leyes de Indias se respetó. Sucedió al revés con las leyes republicanas. Respecto a las lenguas, por ejemplo, Justo Sierra dice: “Realmente estos dialectos son primitivos, necesitamos que todos hablen español para que sea un pueblo más civilizado.” Apenas ahora, en estos últimos años, la Constitución ya en su artículo ii reformado dice: “La nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban el territorio actual del país al iniciarse la colonización, y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas o parte de ellas. La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones de pueblos indígenas.” Esto es como volver a las leyes de Indias, en parte.
– Doctor, sus libros son fundamentales para comprender y divulgar la cultura indígena.
– Al publicar todos estos textos nos damos cuenta del enorme valor de la cultura indígena. Por algo me han pedido que muchos de ellos se publiquen en alemán, francés, inglés, checo, ruso, polaco, japonés, hebreo. Mi Filosofía náhuatl está traducida a tres lenguas eslavas: al checo, al ruso y ahora al croata. Además la han traducido al italiano, al alemán y al francés. Esto interesa porque los pueblos de México vienen de una civilización originaria: la mesoamericana, que tiene un desarrollo originario desde los olmecas hasta hoy. Es una civilización original, como lo fue la china o la egipcia o la de Mesopotamia. La cultura griega no es originaria, porque estuvo muy influida por Egipto. Esto es lo que hace que el estudio de estas culturas tenga un atractivo universal. Yo siempre le digo a mis alumnos: “Tenemos muchos problemas, pero somos herederos de la cultura originaria de Mesoamérica que fue una gran civilización y también somos herederos de la cultura mediterránea que nos llegó a través de España. Entonces tenemos un doble legado riquísimo, y si nos va mal es o por tontos o por corruptos.”
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