LA SABIDURÍA Y LA MEDICINA, por Hipócrates de Cos
“No están faltos de razón los que proponen que la sabiduría es útil para muchas cosas; naturalmente esa sabiduría que sirve para la vida. Digo esto porque la mayoría de las ciencias parecen haberse engendrado como pasatiempo; me refiero a las que no tienen ninguna aplicación útil para los temas de que hablan. Por lo tanto, hay que conducir la sabiduría a la medicina y la medicina a la sabiduría. Pues el médico filósofo es semejante a un dios, ya que no hay mucha diferencia entre ambas cosas. En efecto, también en la medicina están todas las cosas que se dan en la sabiduría: desprendimiento, modestia, pundonor, dignidad, prestigio, juicio, calma, capacidad de réplica, integridad, lenguaje sentencioso, conocimiento de lo que es útil y necesario para la vida, rechazo de la impureza, alejamiento de toda superstición, excelencia divina. En consecuencia, a la medicina le está asociada una cierta sabiduría, porque también esas cosas las tiene en su mayoría el médico. De hecho, también en la mente del médico el conocimiento del mundo de los dioses está estrechamente vinculado a la medicina. Y los médicos ceden su puesto a éstos, pues dentro de la medicina no existe poder sobre lo que la rebasa. En efecto, los médicos tratan muchas enfermedades, pero muchas de ellas se les curan por sí mismas. Lo que actualmente la medicina no alcanza, de ahí lo suplirá, pues ¿qué otro camino hay que el de este tipo de sabiduría?”
* * * * * *
No están faltos de razón los que proponen que la sabiduría es útil para muchas cosas; naturalmente esa sabiduría que sirve para la vida. Digo esto porque la mayoría de las ciencias parecen haberse engendrado como pasatiempo; me refiero a las que no tienen ninguna aplicación útil para los temas de que hablan. Pero a éstas cabría distinguirlas, poniendo como línea divisoria el que no haya en ellas ni ociosidad ni, por tanto, maldad, ya que la falta de ocupación y de actividad llevan a la maldad y son arrastradas por ella; en cambio, estar alerta y ejercitar la mente atraen las cosas que tienden al embellecimiento de la vida.
TODO ARTE, QUE NO LLEVE EN SÍ AFÁN DE LUCRO Y FALTA DE COMPOSTURA, ES HERMOSO SI DESARROLLA SU ACTIVIDAD CON UN MÉTODO CIENTÍFICO; PERO SI NO, SE VUELVE DESVERGONZADAMENTE POPULAR
Dejo de lado este tipo de discursos que no recaen en nada útil, pues más conveniente es aquel que, con un objeto distinto, se elabora para un arte; ciertamente, un arte que lleve al buen comportamiento y a la buena reputación. En efecto, todo arte que no lleve en sí afán de lucro y falta de compostura es hermoso si desarrolla su actividad con un método científico; pero si no, se vuelve desvergonzadamente popular. Porque los jóvenes sí que se suman a sus adeptos, pero al madurar les entran sudores de vergüenza con sólo mirarlos; y de ancianos, en su amargura, legislan su expulsión de las ciudades. Y es que esos mercaderes del ágora, que confunden con su charlatanería, y los que andan dando vueltas por las ciudades son los mismos: uno puede distinguirlos en su atuendo y en su aspecto externo; y aun cuando vayan magníficamente ataviados, mucho más han de ser evitados y despreciados por quienes los ven.
El tipo contrario hay que verlo así: nada de afectación estudiada. En efecto, en cuanto al atuendo, que haya en él decoro y sencillez, no hecho para lucir, sino con vistas a la buena reputación, a la reflexión e introspección, además de adecuado para caminar. Los que se ajustan a todo este esquema son así: reconcentrados, sencillos, agudos en las controversias, oportunos en las respuestas, tenaces frente a las objeciones, bienintencionados y afables con los que son afines, bien dispuestos para con todos, silenciosos en los tumultos, resueltos y decididos ante los silencios, ágiles y receptivos a la oportunidad, prácticos e independientes para las comidas, pacientes en la espera de una ocasión, expresando en palabras eficaces todo lo que esté probado, utilizando una buena dicción, haciéndolo con gracia, apoyados en el prestigio que todo esto da, teniendo como meta la verdad sobre lo que ha sido demostrado.
Lo que está en primera línea de todas las cosas ya dichas es la disposición natural. De hecho, los que se dedican a las artes, si además les es dado esto, hacen su camino con todas las cualidades antes mencionadas. Y es que, tanto en la ciencia como en el arte, lo conveniente es algo que no puede ser enseñado; antes de cualquier enseñanza, la naturaleza fluye como un torrente para iniciar el proceso, y la ciencia, por su parte, viene después a hacer objeto de su conocimiento lo realizado por la propia naturaleza.
Pues bien, contrapuestas ambas, muchos, dominados por la teoría, no hacen uso conjunto de ellas para la demostración en los hechos. De forma que si alguno de éstos desea verificar algo de lo expuesto en el discurso, de nada le servirá su disposición natural. Resulta entonces que éstos se encuentran en un camino semejante al de aquéllos; por lo cual, hallándose desnudos, se recubren de cualquier maldad y deshonra. Porque es bueno el razonamiento surgido de la enseñanza de lo real, ya que todo lo que se hace según el arte ha sido incorporado a él por medio del razonamiento; pero lo que se dice según el arte, sin que esté realizado, es indicio de un método carente de ciencia.
En efecto, mantener una opinión sin llevarla a la práctica es señal de ignorancia y falta de ciencia, pues una opinión, y especialmente en medicina, implica una acusación para los que la mantienen, pero acarrea la perdición para los que se sirven de ella. Y si, seducidos por sus teorías, creen conocer la práctica que procede sólo de un aprendizaje, ésta les pone en evidencia, al igual que el oro falso sometido a la prueba del fuego. Si la inteligencia va a la par con el aprendizaje, inmediatamente el conocimiento revela la meta; a algunos es el tiempo el que les pone a su arte un viento favorable o les revela los medios para arribar, si se encuentran ya en esa ruta. (más…)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario