Portada :: Colombia |
16-08-2009 |
Sociólogo e historiador colombiano, Camilo Useche tiene un Master en estudios de América Latina (UAM-Madrid) y en Relaciones internacionales (UAM-Madrid) y actualmente es candidato a Doctor por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. La siguiente entrevista la realizamos en la biblioteca de la Cité Internationale Universitaire de París con la intención de charlar un poco sobre la temperatura socio-política en Colombia:
L.M. Colombia ha sido uno de los países donde se desarrolló la Investigación y Acción Participativa propuesta por Orlando Fals Borda. ¿Qué impactó ha tenido en los programas de desarrollo en tu país?
C.U. Indudablemente dentro de los programas de desarrollo elaborados por múltiples organizaciones, el paradigma de la IAP (investigación y acción participativa) ha sido fundamental para la comprensión de distintos conflictos y problemáticas; el impacto social es evidentemente pues ha permitido no sólo conocer las necesidades sociales de una comunidad (cualquiera que sea el área de investigación) sino también agrupar esfuerzos para intentar transformar la realidad con base en los recursos, sus problemas y sus necesidades, además, algo que es fabuloso, es que favorece la conciencia crítica de la población sobre su realidad, su empoderamiento como también la ampliación de sus redes sociales, su movilización colectiva y su acción transformadora. Por ejemplo en la cooperación para el desarrollo, las técnicas de la IAP han sido aplicadas con éxito por ONG y otras agencias en campos como el cooperativismo, la extensión agraria y la educación de adultos. En este sentido, es importante destacar que la IAP es uno de los métodos que han servido de base a la aparición y desarrollo de otras metodologías participativas que cuentan con un creciente uso en el campo de la cooperación, como son el diagnóstico rural participativo y el conjunto de los enfoques participativos
En la actualidad ha continuado utilizándose en el campo de la educación y de la intervención social con grupos de barrio, inmigrantes, enfermos de SIDA, etc. Y en muy diversos proyectos que van desde el desarrollo local y la alfabetización hasta la gestión colectiva de cuencas hidrológicas. En todos esos ámbitos la IAP ha seguido proporcionando explicaciones de la realidad en clave colectiva y sirviendo como herramienta de acción transformadora. Ha sido precisamente esa fusión entre la indagación sociológica y un compromiso político en beneficio de los “sectores populares”, campesinos y proletariado agrícola en general, lo que ha hecho de este paradigma un método efectivo y loable en la praxis.
L.M. ¿Cómo ha influido el conflicto social, político y para-militar en las propuestas literarias de tu país?
C.U. De muchas maneras, indudablemente la literatura colombiana en todas sus fascetas tiene algo que ver con el conflicto político y social colombiano pero sobre todo con la violencia y desde el siglo XIX hasta nuestros días, recordemos obras como El cristo de espaldas de Eduardo Caballero Calderón o hasta La vorágine que habla sobre la vilencia ejercida en la selva amazónica por parte de la explotación cauchera en la frontera con Perú. Pero en ese sentido, de la literatura que habla de la violencia, uno de los temas recurrentes ha sido el del sicariato con novelas como La Virgen de los sicarios de Fernando Vallejo, que refleja el sicariato en Medellín duranrte los ochenta, y evidentemente no es una obra que habla del conflicto armado sino del naracotráfico y el imaginario de violencia que trae sobre sí; desde esa misma perspectiva está Rosario tijeras de Jorge Franco, novelas esta última que parece más bien escrita para ser llevada al cine que para ser leída, pero buena, eso hace parte de la intertextualidad actual.
Otra obra fundamental que nos abrió los ojos al fenómeno del secuestro es Noticia de un secuestro de García Márquez, novela que es la antesala a una serie de escritos sobre el naracotráfico y el mundo que gira alrededor de ello, pues la sociedad colombiana había llegado a un punto, en la década de los noventa, en el que la realidad del narcotráfico pasó a ser parte de la farándula y de noticias varias, creándose una vanalización de la realidad que prudujo cualquier tipo de obras sin fundamento con estereotipos que podían ser vendibles a las cadenas de televisión y en el exterior; así mismo se producen obras serias como la de Laura Restrepo Leopardo al sol que no habla de los cultivos ilícitos y del exterminio de las familias ligadas al negocio. De esta manera el tópico vertebral de la literatura en este contexto es la violencia más que le conflicto en sí. Ya sobre el tema de la guerrilla, las obras e investigaciones de German Castro Caicedo sobre el M19 o la obra Noches de humo de Olga Behar, que habla de la toma del Palacio de justicia, se acercan más a labor periodística con tonos novelísticos que litereratura pura, por decirlo de alguna manera.
Actualmente han empezado a surgir múltiples biografías e historias de vida con el único fin de vender el conflicto y el morbo que genera en la sociedad los avateres del día a día de un secuestrado en la selva o una operación de rescate, como es el caso del libro sobre la operación jaque Operación jaque la verdadera historia que liberó a Ingid Betancourt y que ha promocionado el gobierno uribista, tanto así que en Madrid la presentación del libro la hizo el entonces ministro de defensa Juan Manuel Santos. Y así cualquiera exsecuestrado saca un libro y se hace rico y lo que se produce, literariamente hablando, es un desperdicio de papel incoherente. Algunas obras han servido para destapar ollas políticas como fue el caso de “mi confesión” del jefe paramiliatar Carlos Castaño, que sirvió como prueba del proceso de parapólitica contra el gobierno de Uribe, en estos casos esas basofias sirven de algo (risas). Y así podemos pasar por infinitude novelas y ensayos periodísticos que no hacen si no repetir esquemas y que realmente no aportan nada a la literatura, los que más han servido sobre estos temas han servido para delatar delitos políticos, que no está mal. En definitava, la literatura Colombia siempre ha sido sesgada de una u otra manera por la violencia cotidiana que azota al país, producto efectivamente de un imaginario ya muy difícil de romper que es el imaginario de que en Colombia la violencia vende.
L.M. El mes pasado la comunidad internacional firmó una carta respaldando a la Senadora Piedad Córdoba para que fungiera como mediadora entre el gobierno de Uribe y las FARC-EP. Pero parece que el nefasto gobierno de Uribe no ha mostrado interés en crear las condiciones estructurales y políticas para que se establezca la paz en Colombia. Cuando digo, condiciones estructurales, me refiero al mejoramiento de las condiciones de vida. Según los índices del PNDH la pobreza ha crecido en tu país en términos reales. Según la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) hay más de un millón de niños que laboran a causa de la pobreza.
C.U. Efectivamente, el presidente Uribe desde su ya famosa “seguridad democrática” ha demostrado que no le interesa la paz, simplemente ve como salida al conflicto una vía, la armada, la de la guerra, concibe como único problema social, económico, político de Colombia a la guerrilla, como si no existieran causas para la existencia de estas agrupaciones, como la pobreza, la desigualdad, la aprensión de las élites en el poder y el pueblo le cree, la gente en Colombia está convencida que si derrotan a la guerrilla todo estará bien, se acabarán todos los problemas, pero hay un vacío y es el postconflicto ¿qué se va a hacer cuando se acabe la guerra? Qué va a pasar con los miles de excombatientes guerrilleros, con los campesinos que han sido desplazados con la memoria de la gente, porque la memoria juega un factor fundamental para la reconciliación ¿qué haces tú con un joven al que la guerrilla o los paramilitares le han asesinado a sus padres? ¿Perdón y olvido? como se planteó en la reaserción de los paramilitares observada por la OEA? No es tan fácil.
Y no se ha hecho nada para remediar eso, no hay programas reales de erradicación de la pobreza (Colombia es uno de los países con mayores problemas de desigualdad y de distribución del ingreso en América Latina, el 60% de los hogares se encuentran por debajo de la línea de pobreza) o de reforma agraria como tal vez existe en Venezuela, no hay planes a largo plazo que aseguren una vida digna a los campesinos, a los niños, que aseguren la vida, que es justicia, porque un Estado que no esté en capacidad de garantizar al ciudadano lo mínimo, que es la vida, no un Estado, no es nada. Y eso pasa con Uribe, tu adjetivo de nefasto es perfecto para definir ese gobierno que ya va para ocho años y tal vez siga por otros más. Al gobierno de Uribe no le interesa la paz, la guerra es un negocio, con la guerra el país recibe mucho dinero por parte de EE.UU, a cambio de bases militares y otros requerimientos absurdos, que sólo un país como Colombia es capaz de otorgar, dinero con el que se cubren esos vacíos sociales que no es capas de producir el Estado.
Es por esto que se ponen tantas trabas para el diálogo para la entrega de secuestrados, para Uribe (o para el gobierno uribista y para los uribistas, que ya es casi una ideología) es más importante un golpe militar contra la guerrilla (que legitimaría su “seguridad democrática”) que sentarse a hablar o liberar gente por medio de personas como Piedad Córdoba que son la antítesis del pensamiento del gobierno. Para Uribe una acción como la “operación Jaque”, en donde liberaron entre otras personas a Indrig Betancourt, le aseguró la reelección o por lo menos la continuidad de su gobierno por mucho tiempo. En definitiva, con un gobierno así estamos jodidos, y lo que nos espera es mucho y doloroso.
L.M. Para finalizar me gustaría saber tu opinión sobre la teoría social de raigambre liberacionista. ¿En qué medida su propuesta permite evidenciar los atavismos teóricos y analíticos que subsisten en la academia latinoamericana?
C.U. Imagino que me hablas de Santiago Castro porque es colombiano, pues bien, creo que Santiago Castro, dentro de toda esta teoría social, que proviene de los estudios culturales y de los estudios postcoloniales, ha sido uno de los más prolijos pero a la vez autocríticos frente a toda la cantidad de literatura que se encuentra ahora sobre este tema. Es decir, hoy en día conceptos como el de colonialismo, modernidad o subalternidad han sido bastante bien trabajados, sin embargo aún quedan muchos tópicos por desarrollar y es lo que él mismo hace cuando habla de las Geografías poscoloniales y trans-localizaciones narrativas, en donde Santiago Castro-Gómez hace un mapa de los estudios postcoloniales desde su creación y la fuerza que han tenido las propuestas por parte de las Escuelas norteamericanas en el arraigamiento de los estudios latinoamericanos, pasando por Daniel Mato Beverley o Mignolo y la influencia de los estudios orientales en la creación de conceptos postcoloniales para nuestro continente.
La tesis de Santiago Castro, alrededor de las nuevas tendencias globalizadas es que las denominadas teorías poscoloniales, ante todo las que practican una “trans-localización narrativa” de lo latinoamericano, se articulan en un lenguaje totalmente diferente al utilizado por las teorías anticolonialistas de los años setenta. No se trata ya de saberes locales tendientes a una descolonización global, sino, todo lo contrario, de saberes globales, desterritorializados, que se insertan en otras geografías para combatir situaciones coloniales de orden local. De esta manera lo que Santiago Castro evidencia, y que corresponde también al papel de la academia Latinoamericana, es que lo que se busca es elaborar “resistencias locales frente a la colonización del mundo de la vida”, frente a la territorialización de una racionalidad cosificante cuya lógica escapa definitivamente a nuestro control.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario