Un caso modélico de divorcio entre el mundo de la vida cotidiana y la ciencia moderna.
En 1934, Edmund Husserl, filósofo y matemático alemán, creador de un poderoso movimiento filosófico que tomó el nombre de Fenomenología, escribió un artículo cuyo largo título comenzaba, sorprendentemente, así:
El Arca originaria Tierra no se mueve... No se trataba de una extravagancia ni de un delirio senil de Hussserl, nacido en 1859 en una comunidad judía de Moravia, profesor de filosofía en las universidades de Halle (1896-1901), Gottinga(1901-1916) y Friburgo (1916-1929), sino de un riguroso ejercicio de fenomenología genética, un intento de acercar el movimiento copernicano de la Tierra al mundo de la vida (
Lebenswelt).
Era aquél uno de los resultados más emblemáticos de las ciencias naturales físico-matemáticas. Ese mismo año envió a un congreso de filosofia en Praga (islote de libertad en esos momentos) un texto de título
La filosofía en la crisis de la humanidad europea. En 1935, impartió conferencias con el título
La crisis de las ciencias europeas y la psicología y en 1954 se publicaron estos textos póstumamente como
La crisis de las ciencia europeas y la fenomenología trascendental.
No es casual la cercanía en el tiempo del texto que nos ocupa sobre
El Arca originaria y la última obra del
viejo profesor. El texto sobre el movimiento de la Tierra sería un ejercicio fenomenológico donde se presenta un caso modélico de divorcio entre el mundo de la vida cotidiana y la ciencia moderna.
Husserl distingue tres etapas en el proceso que la humanidad habría recorrido para llegar a la concepción copernicana del mundo, plasmada en el
Sistema del Mundo newtoniano: En un principio, la Tierra es el suelo, el Arca originaria, que no se puede percibir en integridad de una sola vez y por un solo sujeto, sino sólo en una síntesis primordial como unidad de experiencias singulares tramadas unas con otras. Originariamente la Tierra es el
suelo de la experiencia de los cuerpos, suelo del reposo y referente de los movimientos. En primera instancia no se tiene experiencia de este
suelo como cuerpo.
Es en un nivel superior de la constitución de la experiencia del mundo cuando la Tierra se vuelve
cuerpo que sirve de suelo. La Tierra, en esta segunda etapa, es el cuerpo físico universal: el soporte de todos los cuerpos, de todos aquellos de que se puede tener experiencia de forma suficiente a efectos empíricos y los astros, lejanas luminarias, todavía no se contarían como tales cuerpos. Pero todo llegaría, y así, en una tercera fase de esa constitución intencional, la Tierra se torna
un cuerpo más entre los infinitos que componen el Universo.
Husserl investiga las cosas en la manera original de aparecernos. Los cuerpos se nos presentan a través de la percepción, en un lugar determinado y en situación de movimiento o de reposo. Pero la Tierra no es un cuerpo, una cosa, en ese primer nivel de su constitución y consiguientemente no tiene sentido decir que se mueve o que está en reposo. A esto se reduce, básicamente, su razonar. Para Husserl la esencia del copernicanismo no está en el doble movimiento de la Tierra sino en su concepción de la Tierra como un cuerpo.
No es seguro que Husserl creyera en la imposibilidad de la llegada del hombre a la Luna y por tanto en la posibilidad de que alguna vez pudiese el ojo humano contemplar globalmente al planeta Tierra. En su opúsculo considera una hipotética salida a los espacios por parte de la humanidad en algún ingenio volante al que podríamos considerar como un cuerpo-base, pero ¿podría funcionar como Tierra-base en relación con la cual nuestra Tierra se moviese? La respuesta es negativa, porque fenomenológicamente hay sólo una Humanidad y una Tierra-base. Copérnico se situó, teóricamente, en el Sol para así
ver a la Tierra salir por el horizonte. Armstrong, desde la Luna, pudo ver, realmente, a la Tierra salir por el horizonte lunar. ¿Invalida esto el análisis fenomenológico husserliano? No, porque fenomenológicamente, la Tierra en su condición originaria, pre-científica, sigue siendo la base única, el Arca materna. El problema epistemológico que se plantea al considerar el movimiento de la Tierra, piensa Husserl, encuentra la solución adecuada sólo a través de un análisis genético que permite restablecer la relación entre el mundo de la naturaleza idealizada y el de la vida precientífica indagando en el sentido originario, que es lo que hace la fenomenología.Husserl no niega los logros de las ciencias naturales, simplemente piensa que la fenomenología y la filosofía deben ir separadas de aquellas. Para la ciencia natural, copernicana, newtoniana, la Tierra se mueve. Este es su punto de vista. Pero están también los de la mitología y la religión, el arte y la poesía. Y el de la filosofía.
El alejamiento de la humanidad europea respecto al mundo de la vida, producido por la idealización físico-matemática de la naturaleza a través del método galileano, sería la principal responsable de la "crisis" de la ciencia moderna -que es europea- y que conllevaría una general crisis de la sociedad. En el Apéndice III de la Krisis, Husserl haciendo valer su antigua condición de matemático y su nuevo y obligado interés por la historia -¿cómo explicar la sinrazón que le rodeaba en esos momentos?-, escribe un texto muy importante:
Sobre el Origen de la Geometría.
También aquí distinguía Husserl tres etapas: En la primera, los griegos, imitando a los objetos y fenómenos naturales -la geometría euclidea, según Ortega, tendría un origen ético, derivado de la contemplación de los cielos-, concibieron idealmente la recta y el círculo, inventaron la geometría teórica, que era como un juego intelectual, inspirado en la vida real y cotidiana. Y surgieron los infinitos, pero fueron sensatamente embridados por Aristóteles. Y Euclides, Aristarco de Samos y Arquímedes fueron igualmente sensatos. Pero dos mil años después, con el Renacimiento llegó la insensatez, los delirios cristianos y neo-platónicos de los infinitos mundos de Nicolás de Cusa y Giordano Bruno. Y llegaron Copérnico... y Galileo, y subvirtieron el orden establecido. En esta segunda etapa, la geometría somete a la naturaleza y a la filosofía y se convierte en el lenguaje en que está escrito el Libro de la Naturaleza, sin el cual es inútil tratar de entender la realidad. Pero todavía llegaría lo peor, la etapa mágico-cartesiana: la geometría se convierte en una colección de infinitas fórmulas algebraicas, infinitamente alejada de su inspiración original, y el método galileano-cartesiano, motor de la modernidad, va a conducir a las ciencias a un alejamiento total del mundo de la vida, con el beneplácito del Dios cristiano.
Es vital, entonces, volver a la Filosofía, rectamente entendida, porque como decía Husserl en sus
Meditaciones cartesianas:
"Al comienzo de la Edad Moderna, cuando la fe religiosa fue enajenándose cada vez más en una convención carente de vida propia, la humanidad intelectual se elevó hacia la nueva gran fe: la fe en una filosofía y ciencia autónomas. La cultura entera de la humanidad había de ser guiada y esclarecida por intelecciones científicas y, en virtud de ello, reformada en una nueva cultura autónoma.
Pero también esta fe, entre tanto, ha dejado de ser auténtica y se ha atrofiado (...)"
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José Montesinos Sirera es profesor de Matemáticas jubilado y fue director de la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia durante el periodo 1999-2007. Éste es un resumen de la conferencia Husserl, 1934: La Tierra no se mueve, impartida en el Seminario Orotava de Historia de la Ciencia, XIX edición. Descargar texto completo (formato pdf)
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