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viernes, 19 de marzo de 2010

POETAS FINLANDESES: Ville Hytonen, Kaisa Ijas, Johanna Venho, Katariina Vuorinen





copiado de http://www.periodicodepoesia.unam.mx/


cornisa-finlandia.jpg

Kaisa Ijäs
(Helsinki, 1977) Estudió cine en la Academia de Artes de Turku;

 literatura, idioma ruso y literatura finlandesa en la
Universidad de Helsinki. Sus poemas han sido publicados 
en diversas revistas.


Piloto automático

Imagínate un espacio aéreo sin paralelos,inviolado,

 de intervalos místicos.
Imagínate a la juventud como el piloto automático,

 que mancha la cabina de biología.
Imagínate la pérdida de coordenadas, donde mujer

 y hombre corren
en cámara lenta desde el cuarto trasero del lenguaje

 hacia la utopía:
            los esqueletos bailan riendo infernalmente
            y las carnes como las palabras se derrumban
                             paso a paso moldeando letras
                                   y sombras mórficas.
En el cuarto sobre el lado trasero del lenguaje 
pendía el glaciar permanente,
que ellos besaron mientras se derritió, vodka de

 vidrio
sus brazos fueron anudándose en forma de ocho
y en un rincón un antiguo bardo lanzó
versos desafinados:
quién sabe si a aquella guitarra le jodió que ellos

 estuvieran enamorados.

Farallón de percas



En el bote nos envanecemos en la ausencia de la
 tierra como en la felicidad
rondamos la piedra de los siete marineros 

cantando:
                                                                                                        
 

“¡Sus ojos son perlas ahora!”
“¡Sus ojos son perlas ahora!”



En la isla la ventana negra se hace blanca en un destello,
 sustituye
a los reflejos: muestra el mar en el regazo de las rocas.

Qué haría del negro más profundo un abismo blanco
cuando el relámpago le quita el sombrero al cielo,

 cuando el trueno
retumba por debajo de las rocas, cuando el pecho
susurra como una víbora entre los enebros.

Cómo, cuando el amor se ha conducido al mar,
 quedan
en la orilla los ojos tristes del farallón ventoso
como dos viejos serbales, que el viento ha despojado

 de sus bayas.
Como sierra entre los abetos sonoros un pedazo del
 horizonte,
como si todavía alguien te estuviera mirando desde

 muy lejos.
Y el mar no deja de seducir, el agua salada lava
el bote como se lava el último deseo, o el oro.


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