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martes, 28 de octubre de 2008

VICISITUD. Lio Chinasky. http://poesiadelamala.blogspot.com

tomado de: http://poesiadelamala.blogspot.com

25/octubre/2008

vicisitud

1. Salí de la casa de Mili con el ron bajo el brazo.
- Hoy no estoy de humor para la compañía humana- le dije a Juanjo. Luego detuve un taxi, subí en él y me largué de allí.

2. La culpa de todo la tenía Depeche Mode. ¿Para qué quieres cuatro versiones diferentes de Personal Jesus? Es simplemente descortés.

3. La culpa de todo era de mi abuelo. Yo siempre fui muy unido a él, nos llevábamos muy bien, me regalaba muchos libros y no podía entender por qué mis hermanos no iban a verlo nunca. No lo comprendía y me enfurecía. Hasta que me enteré de que mi abuelo le había puesto las manos encima a mi hermana antes de que yo naciera. Luego de eso, ya nada fue lo mismo. El día del entierro, no me hubiera importado profanar la tumba del hijo de puta allí mismo.

4. En lugar de eso, salí del cementerio, detuve un taxi, subí en él y me largué de allí.

5. Cuando me pregunta alguien qué superpoder me gustaría tener si pudiera escoger cualquiera, yo respondo que me gustaría poder manipular los cuerpos ajenos. Me gustaría poder moldear la piel, los músculos y los huesos de los cuerpos ajenos, como si fueran arcilla. Nada de invisibilidad, volar o cosas por el estilo. Me complacería dando formas nuevas y delirantes a las personas a mi alrededor y me entretendría masificándolas y uniéndolas y separándolas y embelleciéndolas de forma aterradora o cuasicelestial. Para mí, ese es el único y gran superpoder. Todo lo demás es una pérdida de tiempo. Todo lo demás está condenado al vacío.

6. Como yo lo veía, todo se concentraba en la masa.

7. No regateé con el taxista. Le puse la plata sobre la mano y le di una palmadita en la mejilla. Me despedí, pero él no dijo nada. Caminé hasta mi casa agitando la botella de ron. La destapé y le di unos tragos. Luego entré a mi casa y subí las escaleras procurando no hacer ruido. Cuando estuve en mi cuarto, encendí la computadora y me dediqué a escribir poesías hasta las cinco de la mañana.

8. Era el momento de la comunión en la misa de difuntos de mi abuelo y mi mamá me tocó el hombro.
- Hijito, ¿por qué no comulgas?
- Carajo, mamá, tú sabes que yo no creo en Dios.

9. Solía preguntarme qué hacer. En mi soledad, en compañía, me preguntaba a mí mismo siempre, y ahora, ¿qué hacer? El momento era siempre un dilema, una molesta necesidad. A mí me hubiera gustado no tener que hacer nada nunca más. No tener que ver a nadie, hablar con nadie, escuchar a nadie, no tener que tirar con nadie ni tener que ir al baño después de comer. En realidad, me hubiera gustado no tener que comer. Estaba demasiado distraído mirándome los brazos y las uñas y los dedos y los labios y los pelos de mis cejas. Mi cara no tenía mayor sentido. Parecía un plato de sopa.

10. De pie frente al espejo, comencé a masajear la carne de mis pómulos.

11. Una figura de interés en la mitología persa: Aži Dahāka, el dragón de fuego, estandarte de guerra de la cultura iraní. Se le representa como un monstruo de tres bocas, seis ojos y tres cabezas (haber dicho esto a mi juicio resulta redundante, pero no viene al caso), fuerte, astuto y absolutamente maligno, con inteligencia humana, nunca meramente animal, habitante de la fortaleza inexpugnable de Kuuirinta. Según el mito, después de mil años de reinado de terror, el guerrero persa Frēdōn libró al mundo de Aži Dahāka. El héroe aplastó la cabeza del monstruo con un mazo y abrió tres heridas en su cuerpo con su espada, de las cuales emergieron insectos y reptiles demoníacos. Advertido por los dioses que la muerte del dragón llenaría la Tierra de estas criaturas, Frēdōn decidió encadenarlo y aprisionarlo en el mítico monte Damāvand.

12. En los círculos esotéricos, Aži Dahāka representa la metamorfósis, la evolución hacia un estado de trascendencia física y espiritual.

13. Después de comer, realmente me deprimía tener que ir al baño.

14. Miraba mi plato de lomo saltado sin demasiada hambre. Trocitos de carne con minúsculos cuerpos de grasa y cartílagos adheridos. Papas fritas, largas y rectangulares, con sus respectivas gotitas de grasa. Cebollas, pimientos, arroz, el jugo del lomo, todo compuesto de círculos pequeñitos, acuosos y en movimiento constante. Un conjunto de colores brillantes en mi plato, captaban mi atención y me hacían pensar en carnes más subrepticias que las que tenía ante mis ojos. Hígado, páncreas, bazo, pulmones, intestinos, corazón. Corazón. Corazón cubierto de caja torácica, fémur, sesos. Sesos. Sesos cubiertos de cavidad craneal. Ojos, retinas, legañas. Baño. Posé la mirada sobre mi vaso con jugo de maracuyá, lo bebí de un trago, me levanté de la mesa y me dirigí al baño entre sollozos.

15. Me encerré en mi cuarto, puse un poco de música y me dejé caer sobre la cama. Tomé aire, respiré lentamente, una y otra vez.

16. Cuando mi mamá me dijo que mi verdadero padre no era mi papá sino mi abuelo tomé un taxi, fui hasta el cementerio y una vez allí traté de levantar la lápida. Abraham Rubinstein. 1911-2005. Cabrón hijo de puta. No pude mover la lápida. Me abrí el cierre, me saqué al chiquitito y comencé a orinar sobre el mármol. Luego lo estuve pisoteando con fuerza, embarrándolo, impotente. Salí de allí, mirando hacia todas partes, nervioso, como arrepentido pero sin estarlo realmente, salvo por el hecho de no conocer la existencia de una forma real de dañar al padre de mi padre. O más bien, a mi padre.

17. Según la lógica de todo aquello, a mí me había criado mi hermano mayor en conjunto con mi madre. Ahora quería ir al baño, pero para vomitar.

18. Encerrado en mi cuarto me puse a leer a Vallejo, una y otra vez. Luego cogí una navaja y comencé a dibujarme glifos sobre los brazos. La sangre relucía negra sobre mi piel.

19. Reach out, touch faith

20. Al día siguiente fui para la biblioteca y ya no salí de ahí hasta muy entrada la tarde. Al salir, detuve un taxi, subí en él y fui a encontrarme con Juanjo en un café en Miraflores.


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