50 aniversario del movimiento ferrocarrilero
Agustín Escobar Ledesma
En marzo de este año se cumplió el 50 aniversario de la represión al movimiento ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo (1910-1985), trascendental suceso en la lucha por la democracia sindical. Para recuperar la memoria histórica de la huelga del gremio ferrocarrilero, realicé una serie de entrevistas a diversos actores sociales que participaron en aquel movimiento rielero, para el programa La flor del corazón. Voz de nuestra comunidad, que se transmite los sábados por Radio Universidad Autónoma de Querétaro.
Uno de los testimonios pertenece a Hugo Gutiérrez Vega, quien recuerda y describe al entrañable líder ferrocarrilero: “Demetrio Vallejo era un hombre sencillísimo; era un hombre de pueblo, un obrero, tenía facilidad de palabra, pero no pretendía utilizar palabras complicadas, hablaba con palabras llanas, lo entendían perfectamente sus compañeros, bondadosísimo y de un valor a toda prueba, sin hacer alarde de ese valor, con ideas clarísimas de lo que quería. Yo lo ubicaría en una izquierda democrática, porque su proyecto era democratizador del sindicato, pero su posición era obviamente de izquierda.”
ESQUIROLES INCUBADOS
Fundación del Sindicato Ferrocarrilero, STFRM, 1933. Foto: ciudadanosenred.com.mx |
En los sectores populares Demetrio Vallejo es recordado con admiración y cariño, sobre todo por los ferrocarrileros que participaron en aquella histórica huelga. Sin embargo, en una sociedad conservadora como la queretana, el movimiento encontró resistencias que incluso hoy en día se manifiestan. Por ejemplo, un jubilado que se desempeñó como empleado de confianza durante la huelga, apenas escuchó el nombre de Demetrio Vallejo se santiguó, se puso lívido, se exaltó y levantó el tono de voz para decir que era un tema del que ni valía la pena hablar. Amenazó con llamar a Radio uaq para que censuraran el programa de los ferrocarrileros.
Otro caso es el de un esquirol que dejó su testimonio en un exvoto fechado en 1927, año que coincide con la huelga de los rieleros pertenecientes a la Unión Mexicana de Mecánicos. Es muy probable que el trabajador perteneciera a la crom , porque, en aquella época, según el investigador Marcelo n . Rodea, esta central obrera era una ‘incubadora de esquiroles'.
En el exvoto, que se encuentra en el Museo de los Milagros situado en el semidesértico municipio de Colón, Querétaro, el esquirol agradece la intercesión divina por haberlo librado de los huelguistas que lo atacaron. La representación plástica del exvoto, ofrendado por Juan Esquivel a . a la Virgen de los Dolores de Soriano, ubica en primer plano un vagón y a un lado, entre nubes, la imagen de la Dolorosa. Debajo se ve a un hombre tirado entre las vías con la cabeza sangrante. En la parte inferior de la pinturita, el texto es por demás revelador: “Habiendo tenido que hir a trabajar al edo. de Veracruz, fui atacado por un grupo de huelguistas siendo atravesado de la cabeza habiendo sanado dedico el presente a Ntra. Sra. de los Dolores de Soriano por haberme sanado de tan grave peligro.” El exvoto está fechado el 20 de marzo de 1927 en la ciudad de Querétaro (cabe señalar que la chirriante sintaxis y la deplorable ortografía son responsabilidad del esquirol y la Secretaría de Educación Pública).
LOS MASS MEDIA
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L os periódicos de la época descalificaban peyorativamente a Demetrio Vallejo con el alias de el Charro rojo. La prensa, vendida, como siempre, además tachaba a los huelguistas de comunistoides, agiotistas y gángsteres; se daba vuelo llamándolos “resentidos por causas que no se han revelado” y, en el colmo de la manipulación mediática, los hacía pasar como “dueños de edificios, camionetas y cadillacs”.
Por supuesto que estamos hablando de una época en la que el estado era gobernado por Juan Crisóstomo Gorráez Maldonado, el macartismo estaba en su máximo esplendor y la cacería de brujas había aumentado sustancialmente, sobre todo por el triunfo de la Revolución cubana, el 1 de enero de 1959.
Los rieleros colocaron las banderas rojinegras del proletariado sobre los accesos de La Estación , paralizando el país en la Semana Santa de 1959, aunque poco les duró el gusto, porque el gobierno declaró inexistente la huelga y en menos de veinticuatro horas el ejército detuvo y encarceló al Charro rojo bajo el cargo de “traición al interés patrio”. Junto con Demetrio Vallejo fueron arrestados doscientos cuarenta y nueve líderes del movimiento ferrocarrilero a lo largo y a lo ancho de la República.
En Querétaro los soldados disolvieron la huelga a mentadas de madre y culatazos ,echándole el guante al Comité de Huelga integrado por Alfredo Patiño, Ricardo Manuel Hinojosa, Ricardo Buenrostro, Casimiro Perrusquía Trejo y Fabián Arroyo Díaz. En la edición del 30 de marzo de 1959 el periódico El Nacional cabeceaba en sus ocho columnas: “El gobierno advierte, de una vez por todas, que nada en contra de la ley será permitido.” Una vez más, quienes sólo contaban con su fuerza de trabajo quedaron sometidos al cabús de la sociedad.
JÓVENES PANISTAS
Si alguien estuvo cerca de Demetrio Vallejo y el movimiento ferrocarrilero fue el joven Hugo Gutiérrez Vega, quien en 1959 era líder nacional juvenil del Partido Acción Nacional, cuando este instituto político era encabezado por Adolfo Christlieb, Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna.
Detención de Demetrio Vallejo, 1959 Fotos: www.fte-energia.org |
Los jóvenes panistas de aquella época apoyaron al movimiento ferrocarrilero, lo que finalmente les costó la expulsión del pan , además de sufrir la persecución gubernamental y la cárcel, tal como lo recuerda Hugo Gutiérrez Vega: “Participé en grandes mítines a los que acudían miles de ferrocarrileros y sus familias. Me acuerdo mucho de uno realizado frente a Palacio Nacional en el que colocaron la tribuna al lado del asta bandera, y cuando me subieron a la tribuna para que hablara, volteo y veo una línea de ametralladoras frente a Palacio. Hablé, supongo que con la virulencia de costumbre, yo era vitriólico. De repente, al terminar de hablar, siento que me levantan y voy en hombros de la gente hasta la esquina de Pino Suárez, ahí cuatro ferrocarrileros me toman del brazo y me llevan a la estación de ferrocarril y me ponen en un tren a Mérida, porque había orden de aprehensión en contra mía. Llegando a Mérida, yo solo, me recibieron dos policías amabilísimos y me llevaron a la cárcel. Estuve tres días encerrado. Me sacó un diputado panista que había desobedecido al pan y había sido expulsado, Eduardo José Molina Castillo, que era miembro de la casta divina pero hombre muy decente. Él logró sacarme de la cárcel, donde las pulgas, que normalmente brincan, pues ahí no, ahí hacían caminitos. Vi unas manchas negras que se movían: eran pulgas, chinches, liendres. De la cárcel me llevó a un hotel que estaba a un lado del Teatro Fantastic, cerca de la plaza grande. Me esperaban dos ferrocarrileros, me dijeron: ‘Véngase con nosotros, ya hablamos con George Price' que era primer ministro de Belice, cuando todavía Belice pertenecía a la corona británica, pero el primer ministro era demócrata cristiano, relacionado con la izquierda cristiana chilena y con el copei de Venezuela. George Price les dijo a los ferrocarrileros que me recibía con todo gusto. Me llevaron en un automóvil a la frontera, que pasamos sin ningún problema. Estuve en Belice un mes hasta que me habló por teléfono Manuel Rodríguez Lapuente, que por los ferrocarrileros sabía en dónde estaba. Dijo: ‘Y puedes venir, el movimiento terminó, Demetrio y Valentín están en la cárcel.' Regresé a México y tuvimos una reunión en Mexicali con lo que quedaba de la resistencia ferrocarrilera, ya muy golpeada porque, en una noche, a las 5 de la mañana, el ejército había tomado las sedes de todas las delegaciones del sindicato en toda la República en una operación relámpago, pero quedaban pequeñas células de resistencia. Fui a la célula de Mexicali y caí otra vez al bote. Ahí sí fue muy feo porque hacía mucho calor, 50 grados a la sombra; estuve quince días en la cárcel. Me acuerdo que Antonio Pérez Alcocer fue muy amable conmigo y se ofreció a otorgarme un amparo si yo lo solicitaba, pero en esos días llegó la amnistía de Adolfo López Mateos; nos amnistió a Nacho Arreola, Carlos Pineda y a mí, entonces regresamos a México, ya amnistiado pero, claro, con problemas con la directiva del pan , problemas que derivaron en la renuncia obligada y nuevos contactos con los ferrocarrileros, porque quedaban pequeñas células de resistencia, Demetrio y Valentín estuvieron muchos años en Lecumberri.”
QUE CINCUENTA AÑOS NO ES NADA…
Entrevistado en la sala de su casa de Querétaro, ciudad de la que por cierto tuvo que salir huyendo de una enardecida y reaccionaria turba por haber rescatado de las manos del clero, en su breve período como rector de la uaq (1965), el antiguo Colegio Jesuita de San Ignacio de Loyola y antigua sede de la Parroquia Primada de Querétaro, después del cálido homenaje que le ofreció la Universidad Autónoma de Querétaro por sus primeros setenta y cinco años de vida, Hugo Gutiérrez Vega repasa a detalle cada uno de los momentos que vivió en aquellos agitados días, cuando él contaba veinticinco años de su edad.
“El último contacto que tuve con Demetrio y Valentín fue cuando salieron de Lecumberri. Fuimos un grupo a esperarlos; en esa ocasión le hicieron una entrevista de televisión en donde habló de la historia del movimiento. Ese testimonio es muy importante, porque Demetrio anunció el proyecto del gobierno de liquidar los ferrocarriles. Ya sabía Demetrio que Hank González y otros millonarios políticos habían comprado flotillas de tráileres para que dieran todo el servicio de transporte de mercancías y deprimieran hasta el extremo a los ferrocarriles. Ese fue el proyecto, manejaron el argumento de la incosteabilidad para privatizar y desaparecer los ferrocarriles desde aquel momento. Demetrio nunca fue del Partido Comunista; Valentín sí. Era uno de los principales y más limpios líderes del comunismo mexicano. Ambos coincidían en una serie de cosas respecto a la necesidad de acabar con el corporativismo y de liberar a los sindicalizados del peso de la opresión de la ctm , en eso coincidieron, por eso se unieron. Demetrio fue un hombre de izquierda democrática que en la cárcel se fue preparando, me consta que en la cárcel leyó a Gramsci; ya había leído algo de Marx, pero Gramsci era muy importante en la tesis del aparato de coherencia interna sobre todo. Demetrio aprovechó sus días en Lecumberri para afinar su posición ideológica, insistía muchísimo en su independencia, en su posición democrática, pero al mismo tiempo reconocía su inclinación a la izquierda. El movimiento de Vallejo tuvo para el sindicalismo más importancia de la que pensamos. Es el primer proyecto democratizador, existiendo todavía la ctm , en un Estado corporativo como era el Estado priísta en donde había una central obrera, una central campesina y ese magma inexplicable que era la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, en donde lo mismo cabían barras de abogados que organilleros. Ahí se dio cuenta Fidel Velázquez que la ctm empezaba a debilitarse en algunos aspectos, porque después vinieron los movimientos de los telefonistas y los petroleros. Todo esto lo echó a andar Vallejo, quien es visto a distancia como uno de los héroes, utilizando la palabra en su sentido más estricto, uno de los héroes de las luchas democratizadoras de México. Demetrio fue un hombre excepcional, yo pienso que todavía no lo valoramos lo suficiente. Lo ha hecho Elena Poniatowska, quien ha escrito buenas cosas sobre Demetrio, pero necesitaríamos hacer un estudio más profundo, analizando los discursos de sus intervenciones en reuniones sindicales, y tendría que escribirse una biografía de Demetrio. Sé que Elena tiene el propósito de ampliar sus impresiones sobre Demetrio y de hacer una biografía, ojalá, sería muy importante para el sindicalismo de este país una biografía rigurosa de Demetrio que incluyera una síntesis de su pensamiento.”
LA FLAQUEZA DEL OGRO FILANTRÓPICO
Ahora, a cincuenta años del movimiento ferrocarrilero, y después de quince de haber sido privatizado por Ernesto Zedillo Ponce de León, grandes sectores populares perdieron su capacidad de movilización, puesto que el ferrocarril representaba la única alternativa al alcance de sus precarios recursos económicos.
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