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domingo, 11 de marzo de 2012

BREVES HISTORIAS DE MEXICAN@S HEROIC@S CUYAS VIDAS Y EJEMPLOS NO SE LEEN EN LOS LIBROS DE HISTORIA OFICIALES

copiado de RADIO CHIMIA   http://radiochimia.blogspot.com

Mariano Anteros Cordero Gutiérrez

Mariano Anteros Cordero Gutiérrez, era su nombre. Estaba por cumplir 20 años cuando, el 25 de junio del 2009 en Chihuahua, Chihuahua, fue asesinado.

El padre de Mariano, el Lic. Mariano Cordero Burciaga, se entrevistó con el entonces gobernador del Estado de Chihuahua, José Reyes Baeza, éste le dijo que el asesinato había sido una confusión callejera. Unas semanas después de los acontecimientos, la representación del Colegio de la Barra de Abogados del Estado pidió una explicación de los hechos a las autoridades correspondientes. Éstas respondieron que había sido “un ajuste de cuentas entre narcotraficantes”. Culpar a la víctima.

Aquí unos jirones de su historia:

Mariano estudiaba en el Instituto Tecnológico de Parral (ITP) la carrera de ingeniería en gestión empresarial y había recibido la carta de aceptación para estudiar la carrera de derecho en la Universidad Autónoma España de Durango, Campus Parral.
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Antes de estos estudios fue misionero voluntario, en el Internado Marista del poblado de Chinatú, Municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua. Era responsable de 32 niños indígenas que estudiaban la primaria en dicho internado.

Mariano era un joven zapatista, de ésos que luchan sin pasamontañas. En marzo de 2001, junto con su padre, participó como cinturón de paz en la Marcha del Color de la Tierra. En 2002 marcha en las diferentes manifestaciones del altermundismo en Monterrey, Nuevo León, con motivo de una cumbre de jefes de Estado donde estuvo Bush pero también Fidel Castro. Al momento de morir, Mariano guardaba en un morral de uso cotidiano la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, el Manifiesto del Partido Comunista y su último libro adquirido: “Noches de fuego y desvelo”.

Cuando hicimos nuestro recorrido de la Otra Campaña por el norte de México, a nuestro paso por el estado de Chihuahua, el joven Mariano asistió a una de las reuniones. Al terminar, pidió hablar conmigo a solas.

¿La fecha? Noviembre 2 del 2006. Unas semanas antes, el 17 de octubre de ese año, Mariano había cumplido 17 años.

Nos sentamos dentro del mismo cuarto donde había sido la reunión. Palabras más, palabras menos, Mariano me manifestó su deseo de venir a vivir a una comunidad zapatista. Quería aprender.

Me sorprendió su sencillez y humildad: no dijo que quería venir a ayudar, sino a aprender.

Le dije la verdad: que lo mejor era que estudiara una carrera universitaria y que la terminara, porque acá (y allá, y en todos lados) la gente de honor termina lo que comienza; que mientras no dejara de luchar ahí, en su tierra, con los suyos.

Que ya con sus estudios terminados, si seguía pensando igual, tendría un lugar con nosotros, pero a nuestro lado, no como maestro ni como alumno, sino como uno más de nosotros.

Cerramos el trato con un apretón de manos.

7 años antes, el 8 de mayo de 1999, cuando Mariano tenía 9 años, yo le había escrito un mensaje en una hoja de cuaderno:

“Mariano: Llegará el momento, (no todavía, pero llegará, es seguro) en que en tu camino encontrarás otros que cruzan y tendrás que escoger uno. Cuando llegue ese momento, mira hacia adentro y sabrás que no hay opciones, que es sólo una la respuesta: ser consecuente con lo que uno piensa y dice. Si esto está firme, no importa el camino ni la velocidad del paso. Lo que importa es la verdad que ese paso anda.”

Hoy nombramos a Mariano, a su historia, y desde esta geografía le mandamos a su familia un abrazo zapatista de herman@s que, aunque no cure, sí alivie…

“Comandante Moisés (Sebastián Díaz López).

Municipio Autónomo Rebelde Zapatista San Andrés Sacamchen de Los Pobres, Altos de Chiapas. La mañana del 26 de septiembre del 2011, el comandante Moisés se dirigió a trabajar a su cafetal. Como todos los dirigentes del EZLN, no recibía salario o prebenda alguna. Como todos los dirigentes del EZLN, tenía que trabajar para mantener a su familia. Lo acompañaban sus hijos.

El vehículo en el que viajaban se despeñó. Todos quedaron golpeados, pero las heridas que sufrió Moisés fueron mortales. Cuando llegó a la clínica de Oventik ya era finado.

Ya en la tarde, como es costumbre en San Cristóbal de Las Casas cultivar rumores, la muerte de Moisés atrajo periodistas carroñeros que pensaron que el muerto era el Teniente Coronel Insurgente Moisés. Cuando supieron que no era él, sino otro Moisés (el Comandante Moisés), perdieron todo interés. A ninguno de ellos podía importarles alguien que no había aparecido en público como dirigente, alguien que siempre había estado en la sombras, alguien que aparentemente era sólo un indígena zapatista más…

En el calendario debe haber sido en 1985-1986. Moisés supo del EZLN y decidió sumarse al esfuerzo organizativo cuando en los altos de Chiapas los zapatistas se contaban con los dedos de las manos... y sobraban dedos.

Junto a otros compañeros (Ramona entre ellos), comenzó a caminar por las montañas del sureste mexicano, pero entonces con una idea de organización. De entre la niebla salía su pequeña figura a los parajes tzotziles en la zona Altos. Y su palabra reposada iba desglosando el dilatado historial de agravios en contra de quienes son el color que son de la tierra.

“Hay que luchar”, concluía.

La madrugada del primero de enero de 1994, como un combatiente más, bajó de las montañas a la altanera ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Participó en la columna que tomó la presidencia municipal, rindiendo a la fuerza gubernamental que la custodiaba. Junto a los otros integrantes tzotziles del CCRI-CG, se asomó al balcón del edificio que daba a la plaza principal.

Atrás, en las sombras, escuchó la lectura que uno de sus compañeros hacía de la llamada “Declaración de La Selva Lacandona” a una multitud de mestizos incrédulos o escépticos, y de indígenas esperanzados. Junto a su tropa se replegó a las montañas cuando corrían las primeras horas del 2 de enero de 1994.

Después de resistir los bombardeos e incursiones de las fuerzas gubernamentales, volvió a bajar a San Cristóbal de Las Casas como parte de la delegación zapatista que participó en los llamados Diálogos de Catedral con representantes del supremo gobierno.

Regresó y siguió caminando los parajes para explicar y, sobre todo, para escuchar.

“El gobierno no tiene palabra”, concluía.

Junto a miles de indígenas, levantó el Aguascalientes II, en Oventik, cuando el EZLN aún sufría la persecución zedillista.

Fue uno más de los miles de indígenas zapatistas que, con sus manos desnudas, se enfrentaron a la columna de tanques federales que querían posicionarse en Oventik en los días aciagos de 1995.

En 1996, en los diálogos de San Andrés velaba, como uno más, por la seguridad de la delegación zapatista, cercada como estaba por cientos de militares.

De pie, en las heladas madrugadas de Los Altos de Chiapas, resistía la lluvia que hacía huir a los soldados a buscar techo y refugio. No se movía.

“El Poder es traidor”, decía como disculpándose.

En 1997, junto a sus compañeros, organizó la columna tzotzil zapatista que participó en la llamada “Marcha de los 1,111”, y recabó información vital para esclarecer la matanza de Acteal, el 22 de diciembre de ese año, perpetrada por paramilitares bajo la dirección del general del ejército federal, Mario Renán Castillo, y con Ernesto Zedillo Ponce de León, Emilio Chuayfett y Julio César Ruiz Ferro como autores intelectuales.

En 1998 organizó y coordinó el apoyo y la defensa que, desde Los Altos de Chiapas, se dio a l@s compañer@s desalojad@s por los ataques contra los municipios autónomos por parte del “Croquetas” Albores Guillén y de Francisco Labastida Ochoa.

En 1999 participó en la organización y coordinación de la delegación indígena tzotzil zapatista que participó en la consulta nacional, cuando 5 mil zapatistas (2500 mujeres y 2500 hombres) cubrieron todos los estados de la República Mexicana.

En el 2001, después de la traición de toda la clase política mexicana a los llamados “Acuerdos de San Andrés” (entonces se aliaron PRI, PAN y PRD para cerrar la puerta al reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura de los pueblos originarios de México), continuó andando por los parajes tzotziles de Los Altos de Chiapas, hablando y escuchando. Pero entonces, al terminar de escuchar, decía: “Hay que resistir”.

Moisés había nacido el 2 de abril de 1956, en Oventik.

Sin proponérselo siquiera y, sobre todo, sin tener ninguna ganancia, se vio convertido en uno de los jefes indígenas más respetados en el EZLN.

Apenas unos días antes de su muerte, lo vi en una reunión del Comité Clandestino Revolucionario Indígena- Comandancia General del EZLN, donde se analizó la situación local, nacional e internacional, y se discutieron y decidieron los pasos a seguir.

Explicamos que una nueva generación de zapatistas estaba llegando a los cargos de dirección. Jóvenes y jóvenas que nacieron después del alzamiento, que se formaron en la resistencia, y que se educaron en las escuelas autónomas, son ahora elegidos como autoridades autónomas y llegan a ser miembros de las Juntas de Buen Gobierno.

Se discutió y acordó el cómo apoyarlos en sus tareas, acompañarlos. Cómo construir el puente de la historia entre los veteranos zapatistas y ellos. Cómo nuestros muertos nos heredan compromisos, memoria, el deber de seguir, de no desmayar, de no venderse, de no claudicar, de no rendirse.

No había nostalgia en ninguno de mis jefes y jefas.

Ni nostalgia de los días y las noches en los que, en silencio, forjaron la fuerza de lo que mundialmente sería conocido como “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.

Ni nostalgia por las jornadas en que nuestra palabra era escuchada en muchos rincones del planeta.

No había risas, es cierto. Había rostros serios, preocupados en encontrar juntos el camino común.

Había, eso sí, lo que Don Tomás Segovia llamó alguna vez “nostalgia del futuro”.
“Hay que contar la historia”, dijo el Comandante Moisés, a modo de conclusión, al final de la reunión. Y se fue el Comandante a su champa en Oventik.

Esa mañana del 26 de septiembre del 2011, salió de su casa diciendo “vengo luego”, y se fue a su trabajadero para conseguir de la tierra el sustento y el mañana.

Elisa Irina Sáenz Garza

Nació el 5 de diciembre de 1946 en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Era hija del doctor Mateo Armando Sáenz Treviño y de la profesora Elisa Garza Sepúlveda. Llevó a cabo sus estudios elementales y medios en el Instituto Laurenz y en la Preparatoria No. 1 de la Universidad de Nuevo León. Tomó un curso de secretariado en español y finalmente se inscribió en la Normal de Educadoras “Laura Arce”, donde se graduó como maestra de Jardín de Niños a mediados de 1967. Desde 1966 comenzó a trabajar en el Jardín de Niños “Venustiano Carranza”, en el que permaneció hasta mediados de 1971.

Desde 1960, Elisa entró en contacto con el grupo de amigos de su hermano Mario Alberto y estuvo cerca de ellos cuando participaron en el MLN y el IMCRC. De éste último fue la encargada de finanzas y llegó a ser su presidenta, por lo que viajó a Cuba a fines de 1968 y principios de 1969. No participó en la fundación de las FLN, pero fue la primera mujer en ingresar al grupo y su enlace con Raúl Sergio Morales Villarreal en septiembre de 1969 inauguró el ritual del matrimonio revolucionario en el seno de su organización. Fue responsable de la red urbana de Monterrey, N.L. entre 1969 y 1970 y de la de Villahermosa, Tab. entre 1972 y 1973. Pasó a la clandestinidad en 1971, cuando la policía descubrió la existencia de las FLN.

Fue la primera mujer en ser admitida al NGEZ y contrajo matrimonio con Raúl Pérez Gasque en diciembre de 1973. Sus compañeros la relegaron a “labores propias de su sexo” por ser la única mujer del grupo, pero la autorizaron a tomar parte en el arduo entrenamiento militar. Con motivo de la Operación Diamante, fue detenida el 21 de marzo en Santa Rita, mpo. de Ocosingo y llevada al Campo Militar No. 1 en la Ciudad de México, donde fue desaparecida. Su caso fue acreditado por la CNDH en el 2001.

CÉSAR GERMÁN YÁÑEZ MUÑOZ, COMPAÑERO AGUSTÍN, PEDRO, MANUEL

Nació en la ciudad de Monterrey, N. L. el 23 de octubre de 1942. Era hijo del doctor Margil Yáñez Martínez y de la señora Beatriz Muñoz. Cursó el bachillerato en la Preparatoria No. 1 de la Universidad de Nuevo León y estudió leyes en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la misma.
En 1960 ingresó a la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad (AJEF) y comenzó a participar activamente en el movimiento estudiantil. En 1963 fue electo presidente de la Sociedad de Alumnos de la Facultad de Derecho y el mismo año intervino en la conformación del comité neoleonés del Movimiento de Liberación Nacional, del que se separó en 1965.
Yáñez y sus amigos más cercanos se dedicaron a asesorar movimientos campesinos y obreros y editaron el periódico Pueblo y Revolución. Debido a sus actividades, César pisó la cárcel por lo menos tres veces, pero salió de inmediato debido a que la presión popular impedía que hubiera presos políticos en el estado. Por aquel entonces, el grupo de César, integrado por simpatizantes fervorosos de la revolución cubana, promovió la creación de la Unión Revolucionaria Socialista (URS), la cual tomó las riendas del Instituto Mexicano-Cubano de Relaciones Culturales sección Monterrey, N.L. (IMCRC).
A través de Carlos Vives, Yáñez contactó a Mario Menéndez en la Ciudad de México y éste invitó a la URS a formar parte del Ejército Insurgente Mexicano (EIM) que se gestaba en la selva lacandona. De este modo, el joven César abandonó definitivamente a su esposa y a sus dos hijos y se dedicó de tiempo completo a la lucha revolucionaria.
Cuando el EIM se disolvió, algunos de sus miembros tomaron la decisión de conformar las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), en cuya asamblea fundacional Yáñez fue elegido como primer responsable, un 6 de agosto de 1969. En 1972 impulsó la formación del Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata (NGEZ), del que fue comandante en jefe y, en 1974, cuando dio inicio la primera operación contrainsurgente en las cañadas, conocida como Operación Diamante, "Manuel" dirigió el repliegue táctico del grupo en la selva lacandona, pero fue descubierto y asesinado por el ejército en Cintalapa, mpo. de Ocosingo, el 16 de abril de 1974. Su cuerpo nunca fue encontrado y su familia denunció su desaparición por razones políticas. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) acreditó el delito de desaparición forzada contra su persona en el año 2001. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional le ha extendido un reconocimiento especial en algunos comunicados.

Carmen Ponce Custodio, compañera Sol

Nació en Tapijulapa, Tabasco el 5 de abril de 1950. Era hija de la señora Soledad Custodio y de Antonio Ponce, próspero comerciante del lugar. Desde que su familia se mudó a Sabanilla, Chis., realizó labores de asistencia social en comunidades choles de la región. Cursó la carrera de contaduría en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y se incorporó a una célula de estudiantes comunistas, encabezada por Rafael Vidal.

En 1971 fue reclutada por las FLN y el mismo año pasó a la clandestinidad, siendo la primera guerrillera profesional de la organización. Para poder abandonar su casa y obtener una dote montó una boda falsa con Alfredo Zárate, aunque después contrajo matrimonio con él ante tribunal revolucionario. Por órdenes de la organización, estudió enfermería y electricidad y vivió en diferentes casas de seguridad.

La noche del 14 de febrero de 1974 se encontraba en la casa de Nepantla y fue una de las primeras en caer. Sus restos fueron sepultados clandestinamente en el Panteón Dolores y su familia nunca pudo recuperarlos.

Dení Prieto Stock


UN AFÁN

Nunca había pensado en la muerte,

en la nada, en la ausencia total de una presencia,

de un aliento vital, hasta que moriste tú.

No es mía ninguna superstición.

No distraigo mi conciencia con milagros,

paraísos, ángeles y demonios.

¿Pero quién puede definir la nada,

o el comienzo o el fin de algo, de todo,

del universo, de ti, de mí, de Dení?

¿De la muerte qué podemos definir?

Su fisonomía, su aspecto, su traza.

¿Y qué más sabemos a ciencia cierta?

Ahora lo quiero saber, con tanto afán,

que no la temo ni la tengo por extraña,

y aun la deseo, desde que moriste tú,

desde el fondo de mi adolorida,

desgarrada, inconforme entraña.


Nació el 8 de septiembre de 1955 en la Ciudad de México. Era hija de Evelyn Stock y del dramaturgo y periodista Carlos Prieto Argüelles. Su abuelo, Jorge Prieto Laurens, participó en la revolución mexicana de 1910, fundó el Partido Cooperatista (1921) y promovió la formación de la Asociación Anticomunista de las Américas.


Dení tuvo una formación intelectual rica y precoz y desde muy joven comenzó a participar en las brigadas comunitarias de la organización Política Popular, principalmente en zonas rurales de Tlaxcala y el Estado de México. Estudió el bachillerato en el Colegio Madrid y en 1973 estuvo a punto de ser encarcelada debido al proselitismo político que realizó entre campesinos a los que impartía clases en Tenango del Valle, Edomex. El mismo año fue reclutada para las EYOL por Julieta Glockner y al poco tiempo, motivada por el golpe de estado en Chile, se convirtió en un cuadro profesional de las FLN. La primera y única casa de seguridad en la que estuvo fue la de Nepantla, Edomex, a la que arribó el 26 de octubre de 1973. A los pocos días de su llegada a la “Casa Grande”, contrajo matrimonio revolucionario con Raúl Sergio Morales Villarreal.


La noche del ataque militar a la llamada “casa grande”, el 14 de febrero de 1974, Dení perdió sus lentes con la explosión de una granada y tuvo muchas dificultades para moverse, por lo que fue una de las primeras en caer. Su cadáver fue sepultado clandestinamente en el Panteón Dolores. Pese a diversas gestiones, su familia no pudo recuperar sus restos en ese momento, sino hasta siete años después. De todos los guerrilleros caídos en la historia de las FLN “María Luisa”, de 19 años, fue la más joven, lo que le ha merecido un reconocimiento especial por parte del EZLN. En el 2000, el dramaturgo Ignacio Retes publicó una novela intitulada Por supuesto, inspirada en la vida de Dení, aunque también retomó pasajes de hechos protagonizados por Elisa Sáenz, Julieta Glockner y Nora Rivera.

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