1En las postrimerías de este siglo, la globalización aparece como una palabra mágica que explicaría todo. Se trataría de un proceso multifacético caracterizado por la total interdependencia de los agentes colectivos e individuales a nivel planetario y por la circulación acelerada de los productos, de las imágenes, de las ideas y de los hombres que ninguna frontera natural o nacional pudiera impedir.
2Algunas de las expresiones de este movimiento planetario se manifiestan en la intensificación de los flujos migratorios y de los desplazamientos poblacionales, en la difusión de nuevas tecnologías y telecomunicaciones y en las vinculaciones de los mercados locales, regionales, nacionales e internacionales.
3Durante un tiempo se pensó que la globalización iba a tener efectos esencialmente homogeneizadores dada la configuración de las relaciones de poder a nivel internacional y dado que los medios de comunicación y de producción eran propiedad de un pequeño grupo de países llamados desarrollados. Se creía también que la imposición de una ideología y de un orden económico dominante, occidental y capitalista, iban a conducir a la formación de un aldea planetaria monocultural y uniforme (De Jonge 1999, LaFeber 1999) que sería posible a través de los medios de comunicación y del modelo económico neoliberal, como también por la formación de elites nacionales en los países del norte. Muchos se alarmaban de la posibilidad de una desaparición rápida de las culturas llamadas primitivas o tradicionales, de las formas de vida y de pensar de los pueblos indígenas, de las especificidades locales y de las verdades ancestrales …
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