copiado de LA JORNADA DEL CAMPO http://www.jornada.unam.mx/2012/12/15/cam-otomi.html
Ritualidad otomí
Patricia Gallardo Arias
Doctora en Antropología. Docente en la UNAM y en la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo
Doctora en Antropología. Docente en la UNAM y en la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo
Es común en comunidades otomíes el uso de tortillas como lienzos en los cuales se trazan distintas imágenes, en su mayoría religiosas. Las tortillas así decoradas son usadas como alimento en distintas fi estas comunitarias FOTO: Archivo de Proyectos |
El
otomí se habla hoy en los estados de Querétaro, Guanajuato, Estado de
México, Tlaxcala, Michoacán, Puebla, Veracruz e Hidalgo. Los otomíes de
la Huasteca se ubican al sur de la región, que se extiende desde las
laderas del altiplano central hasta la planicie costera del estado de
Veracruz. En la Huasteca los otomíes conviven con tepehuas, totonacos y
nahuas. Aunque la mayoría de los otomíes profesan la religión
católica, mantienen creencias y ritos característicos de los pueblos
indígenas de la Huasteca. Realizan diversos rituales, los cuales
involucran a personas de diferentes localidades y regiones; entre ellos
tienen lugar las peregrinaciones a antiguos santuarios de origen
colonial, a cerros, cuevas, grutas y ruinas arqueológicas. Estos sitios
se encuentran distribuidos en una accidentada geografía serrana, por
lo que a muchos de ellos se llega tras largas horas de camino. Todas
las ceremonias son llevadas a cabo por los bä̌di, “los que saben” (especialistas rituales) y se les denominan Màté o “el costumbre”.
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Con meses de anticipación,
se da aviso a los diferentes especialistas rituales para la visita al
sitio. Consecutivamente se reúnen los mayordomos quienes aportaran
dinero para el ritual, también las personas de las localidades cooperan
en especie, trabajo o dinero para que se realice “el costumbre”. Por
la mañana hombres y mujeres se reúnen para partir. Se lleva comida,
pollos, ceras, cigarros, flores, palmas, ramos, incienso, papel y
canastas; los participantes se reparten la carga que llevarán a cuestas
con mecapales. En el camino se hacen algunas paradas en pequeños
santuarios para dejar flores, velas y ramos; se toca el “son de
costumbre”,y se danza frente a los altares donde se encuentran figuras
antropomorfas de papel recortado, que son la fuerza de los dioses.
Algunas personas dejan
fotografías de parientes que no pudieron asistir, se pide que los
protejan de enfermedades, que les den trabajo. Durante varias horas los
especialistas rituales preparan los altares naturales, las mujeres
ayudan a vestir las figuras antropomorfas de papel recortado y a
preparar la comida que se depositará en estos recintos. Otras mujeres
preparan el café y las tortillas para que el resto de los asistentes
coman. Cuando la ofrenda está lista, se dispone en los altares, los
asistentes se acercan y bailan, se sahúman, persignan y prenden
veladoras. Algunos piden a bä̌di que los “limpie” con una
“cera” (los curanderos pasan la cera por el cuerpo de la persona
interviniendo entre los dioses y los humanos).
Los días siguientes se visitan varias cuevas donde habitan los dioses de las semillas:
el sagrado maíz, el dios del frijol y de la tierra. Después de varios
días de visitar los recintos naturales, se emprende la partida para Màyónníja
donde culminará “el costumbre”; en este lugar, antiguo asentamiento de
origen prehispánico, habita el gran señor de las antiguas y del cerro.
Los teenek en el presente
Nelly Iveth del Ángel Flores Oriunda de San Francisco, Chontla (Huasteca Veracruzana).
Maestra en Antropología Social por el CIESAS, Unidad Golfo
Maestra en Antropología Social por el CIESAS, Unidad Golfo
FOTO: George Brett |
El pueblo teenek,
o huasteco, como es mejor conocido, se ubica en el área de la Costa
del Golfo, en 13 municipios del oriente de San Luis Potosí y 14 del
norte de Veracruz. Su cultura se remonta aproximadamente a mil 500 años
antes de Cristo; desde entonces se ha recreado continuamente, por medio
de diversos procesos históricos y sociales y en el contacto con otros
grupos. En 2010, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística
(Inegi) contabilizó 166 mil 952 hablantes de teenek.
Somos el único pueblo de filiación lingüística mayance
localizado más o menos a mil kilómetros de distancia del área maya
peninsular. Pese a la separación, temporal y espacial, nuestro idioma
(con sus variantes inter e intrarregionales) es aún bastante similar a
algunas lenguas de la península y de Chiapas, como el propio maya, el
tzeltal y el tzotzil, y aunque para los estudiosos no existe duda sobre
nuestra afinidad, la mayoría de los teenek no la suscribe, quizá por la simple razón de que estos antecedentes históricos les son desconocidos.
Nuestros territorios
están llenos de contrastes, mantenemos relaciones culturales, sociales y
económicas con nahuas, otomíes, tepehuas, pames, afro descendientes y
mestizos. En general, las relaciones que entablamos con los ejek
o mestizos, que constituyen la población mayoritaria o al menos
dominante en la Huasteca, son desiguales; nuestros abuelos y padres
solían llamarles “la gente de razón”, reconociendo con esto su
condición de seres pensantes, pero a la vez, una supuesta ausencia de
racionalidad propia. Para algunos ejek, los indígenas de la
región somos los “huastequitos”, “paisanitos” o “los que hablan
dialecto y son flojos”, aunque por fortuna, las descalificaciones de
este tipo, desde ambas posiciones y como resultado de luchas a partir
de varios frentes, son cada vez más débiles, al menos en el plano
discursivo. Forjar relaciones más equilibradas de empoderamiento nos
corresponde a todos.
El teenek se reconoce como un pueblo agricultor, aunque sus actividades económicas son diversificadas:
además de la siembra propia, se dedican al jornal en actividades
rurales y urbanas, la albañilería, a la producción y venta de artesanía
(tejidos de fibras naturales como el zapupe y la palma, la alfarería y
el bordado, etcétera), el comercio en pequeña y mediana escala de los
productos derivados del campo (hojas de maíz, quesos, cítricos y
hortalizas, entre otros) y a la música (bandas de viento, tríos de son y
huapango, grupos tropicales, etcétera). Pero nuestra gente vive
también en comunidades translocalizadas: importante población compone,
temporal o permanentemente, colonias enteras de inmigrantes y prevalece
en actividades como el trabajo obrero en empresas maquiladoras o el
servicio doméstico y, en menor grado, en el sector servicios y la
milicia, en ciudades norteñas y fronterizas como el área metropolitana
de Monterrey, en Nuevo León, y Reynosa y Nuevo Laredo, en Tamaulipas.
Paulatinamente y aunque en poco número, algunos teenek
emigramos a las zonas urbanas para formarnos como profesionistas,
algunos con la pretensión y posibilidad de regresar y trabajar en la
región de origen, otros con el deseo de incorporarse definitivamente a
la vida urbana.
Varias costumbres nos caracterizan, como los conocimientos, creencias, prácticas y rituales asociados a la agricultura, en especial a la siembra de la milpa, evidenciados en el culto a Dhipaak,
el dios y alma del maíz; las relaciones con los antepasados, que se
perpetúan en el culto a los muertos, en la ya conocida celebración del Santorum o Xantolo; las expresiones culturales como las danzas Bixom T’iw (del Gavilán o del Volador) y Bixom nok’
(los mecos), y la música de tríos, que puede ejecutarse con algunos
instrumentos como violín, arpa, rabel, quinta huapanguera o jarana
huasteca, así como las bandas de viento, ambas conduciendo rituales y
festividades con sones de costumbre y huapangos.
Con todo y los siglos de historia y cultura compartida, no es adecuado hablar de una sociedad teenek
homogénea (si es que alguna vez la hubo, hace mucho no es así); nuestra
identidad fue y es un proceso continuo de cambio de valores culturales
y sociales, y en el escenario actual, los teenek buscamos
crear los mecanismos que posibiliten la producción, actualización y
transmisión de nuestros saberes individuales y colectivos, los
acumulados por generaciones y los elaborados en los nuevos contextos y
necesarios para enfrentar los retos presentes.
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